Reportaje

'El descamisao': el periódico de los españoles del campo de concentración francés de Argelès-sur-Mer

Olga Agüero

Santander —
2 de marzo de 2025 22:25 h

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Un profesor de Matemáticas se sienta todos los días en la playa francesa de Argelès-sur-Mer. Tira piedras y anota números en un cuaderno. Trata de calcular cuántas piedras son necesarias para secar el mar. “Ya me falta muy poco”, explica con ingenuo entusiasmo y la mirada perdida en el azul del Mediterráneo. La escena sucede a diario en el campo de concentración francés donde se hacinaron cientos de españoles que huían de la Guerra Civil y se relata en el único número de un periódico que editó uno de aquellos republicanos refugiados. “Un diario que nace a la luz dramática de estos confinamientos arenosos”, se define a sí mismo, aunque fue una cabecera que no pasó del número uno.

Se trata por tanto de un ejemplar único, elaborado por el joven aprendiz de periodista Eulalio Ferrer (Santander, 1920 - Ciudad de México, 2009), que se conserva íntegro y que constituye un extraordinario testimonio tierno e irónico de la vida cotidiana en el exilio de aquella cárcel al aire libre donde llegaron a hacinarse 100.000 personas. La información telegráfica la suministraba “la prestigiosa agencia Radio Chavola” y el periódico contaba con colaboraciones especiales del C.L.I, el Centro de Locos Incurables.

- “Oiga usted, señor Cañedo, ¿cuándo cree que volveremos a España?”.

- “Antes creía que dentro de algunos meses. Ahora que regresaremos en las próximas semanas”.

Se atusó el bigote con aire de importancia y golpeó varias veces la arena con su bastón manifestando enfáticamente:

-  “Es un problema astrológico. Venus ha de ejercer en los próximos quince días una gran influencia sobre estas playas del Mediterráneo”.

El campo Argelès-sur-Mer estaba improvisado sobre una playa de la costa mediterránea a 35 kilómetros de la frontera, pero lejos de resultar una estampa idílica, constituía un perímetro de casetas tristes y precarias en la arena rodeadas de una alambrada metálica. Allí iban a parar los republicanos españoles que huían de la represión franquista custodiados por los gendarmes y soldados senegaleses y marroquíes.

De manera espontánea, aquel enorme campamento de barracas, que los propios refugiados construyeron con sus manos, se fue organizando como una ciudad. Así que no fue extraño que Eulalio Ferrer, el joven socialista capitán de la República con 19 años que había huido de España atravesando la frontera catalana, decidiera editar un periódico. Nada más pisar Francia reparó en un hombre con sombrero y bastón que temblaba de frío junto a su madre. Eulalio, conmovido, le entregó su capote militar. “Si ven a mi hermano, díganle que venga, que ya me cansé de esperarlo”, le pidió entonces Antonio Machado.

Ferrer había aprendido el oficio del periodismo en los talleres de 'La Región', el periódico de Luciano Malumbres y Matilde Zapata. A él lo asesinó un pistolero falangista y a ella la fusilaron contra la tapia de un cementerio. Santander había resistido del lado de la República hasta el verano de 1937 y durante este tiempo las Juventudes Socialistas editaron el periódico 'Nueva Ruta' que dirigió el propio Eulalio y que llegó a difundir más de 10.000 ejemplares.

Con esta experiencia y una máquina de escribir ideó 'El descamisao', un nombre vinculado al periodismo anarquista, que es una crónica viva, crítica y mordaz de la vida entre rejas. “Perdimos la camisa cuando perdimos España”, proclama el editorial. “Ahora somos unos desarrapados, descalzos, hambrientos, perdidos en este Sáhara de la Europa civilizada”.

El campo era una ciudad desarrapada y mísera, con sus avenidas, su barrio chino y la zona de pescadores, donde las sardinas que pescaban en la playa con rudimentarios aperos se cotizaban a diez francos la docena

'El descamisao' se acompañaba de una leyenda bajo la cabecera: Diario independiente y menor de edad. Eulalio Ferrer asumía todos los cargos de la mancheta: director, redactor, administrador, impresor, repartidor y hasta suscriptor único. El periódico está estructurado en secciones de información local, de sucesos, deportiva, notas sociales y, en este número único, “vestidos con los ropajes de la ironía” que recoge “trozos sueltos de un presente para que el futuro los junte, reconstruyendo uno de los cuadros más sombríos de la vida humana”.

El campo era una ciudad desarrapada y mísera, con sus avenidas, su barrio chino y la zona de pescadores, donde las sardinas que pescaban en la playa con rudimentarios aperos se cotizaban a diez francos la docena. En medio de la necesidad era también un escenario de picaresca. Eulalio Ferrer relata en el periódico que 'un descamisado' le vendió a un soldado senegalés un reloj por diez francos que resultó ser una bomba redonda de palanca. Otros dos centinelas buscaban al granuja que se atrevió a venderles dos zapatos del mismo pie mientras otro infeliz presume de haber vendido un par de zapatos nuevos en el barrio chino a cambio de once mil pesetas en billetes “que ya no se cotizan”. “Isidro, si continuas frecuentando ese barrio vas a tener que calzarte y vestirte con esa papel moneda”, le avisa un compatriota.

En el “infierno sobre la arena”, como lo describió el fotógrafo Robert Capa, los cántabros del campo número 10 celebraron el 14 de abril con una fiesta en 'La Tierruca', “la residencia más vistosa y atractiva de la ciudad” -ironiza Ferrer- levantada sobre la arena con una lona casi impermeable y una barrera de tupidas cañas. A la reunión fueron llegando los “montañeses” refugiados en el campo acompañados de plato, cuchara y un bote vacío de leche condensada a modo de taza.

Los “exquisitos” platos que se sirvieron allí, según puede leerse en el periódico: “lentejas con garbanzos, garbanzos con lentejas y garbanzos y lentejas con agua”, que fueron saboreados “con inmenso placer”. Incluso Lalio, el repostero de la confitería Varona, “elaboró unos buñuelos ennegrecidos que nadie, para su fortuna, se sirvió tocar”. La lluvia interrumpió la fiesta -ya lo avanzaba el pronóstico del tiempo: “inestable, como el ánimo”- y hubo que aplicarse en sellar las goteras mientras se cantaban canciones montañesas.

Anuncios por palabras

El periódico, además, publicaba anuncios de venta de sellos “según se entra a la derecha”-“si no estoy es que me he marchado a la playa”, ironizaba el texto- y de cortes de pelo en Barbería La Elegancia -“precios a voluntad. En el mismo centro de Las Ramblas junto a la churrería de Manoli”, decían las indicaciones-. En la primera barraca a la derecha de la avenida de la Libertad se cambiaban chaquetas por pantalones y se reconstruían trajes “con hechuras modernas”. Gracias a este número de 'El descamisao' también conocemos que se desarrolló el negocio de la cría de ratones. Los franceses pagaban en cigarrillos la entrega de animales.

El trueque era habitual. “¡Cambio tabaco por libro!”, gritaba un soldado barbudo. Eulalio Ferrer buscó en su macuto un paquete de cigarrillos y se quedó con un ejemplar de 'El Quijote', una edición de Calleja de 1906. Esta fue además una lectura que influyó de forma decisiva en su vida. En su exilio en México, cuando logró cruzar el Atlántico, acabó haciendo fortuna como empresario publicista, el gran mecenas cultural y bibliófilo abrió el museo cervantino más importante del mundo.  

“Este periódico es el diario de tu tragedia”, escribe Eulalio Ferrer en la crónica de sucesos. En Las Ramblas, que es el corredor central de la playa, “un hombre ha caído con el corazón destrozado por una bala de pistola”, reflejó. Sobre la arena de Argelès-sur-Mer quedó una negra mancha de sangre. El arma se encontró enterrada cerca pero el asesino no pudo ser identificado. Al parecer, fue el resultado de una pelea en el cabaret del campo a cuenta de los favores de “una agraciada camarera catalana”. 

“Hace dos días se descubrió el cadáver de otro hombre a la orilla del mar para robarle las joyas que poseía”, refiere el diario. En el campo eran frecuenten los atracos nocturnos “y otro género de robos”.

El peso del encierro

La lectura de 'El descamisao' narra otros sucesos especialmente perturbadores. Más allá de la ironía y el humor con el que se describe la escasez de alimentos y la precariedad de los barracones, el periódico de Eulalio Ferrer retrató los efectos que dejaba en los refugiados la incertidumbre de habitar esta prisión de arena: “Todas las noches un hombre alto, delgado y de frente estrecha que habita el campo 7 se viste elegantemente con abrigo y sombrero y, mientras todos duermen, pasea por la playa recitando poemas. Al amanecer acude al jefe de su campo y le reclama lechugas y ajos, alegando que si no se lo facilitan morirá pronto”, escribe.

Hay otro hombre que madruga más que el sol. Todos los días saca de la maleta su mejor traje con chaleco, se afeita y sale del barracón. Nadie sabe dónde pasa las horas hasta que puntualmente regresa a la hora de comer. Se sienta en la arena y estruja la corbata con furia, coloca la cabeza entre las manos y en un gesto de profundo desconsuelo exclama: “¡Todavía no ha llegado!”. “¿El qué?”, pregunta alguno. “¿Qué ha de ser? El avión que me trae los pasaportes de México”.

Competiciones deportivas

La vida en el campo tenía su dosis de entretenida alegría en busca de un consuelo o de una fórmula para matar las horas. La información deportiva de 'El descamisao' da cuenta de competiciones de fútbol, dominó, boxeo y ajedrez, una partida entre dos aragoneses que llevaba disputándose ocho días. La ciudad alambrada tenía un campo de balompié en el que se enfrentaban la selección de los gendarmes franceses y la hispana. “Resulta obvio informar que la selección española apabulló por el crecido score de siete a uno a los rollizos galos”, concluye la somera crónica del partido.

La competición de dominó causó “un abatimiento terrible” en el derrotado en semifinales que, terminada la partida, “lloroso casi y con los nervios crispados”, tomó las fichas de dominó, las arrojó lejos de sí y mordió y pateó dos que quedaron sobre la mesa. En el cuarto round del boxeo, uno de los púgiles cubano se quitó las alpargatas: “Me voy, chico, ya bailé bastante rumba”, dio por única explicación.

Ingenio y resistencia

Por último, el periódico relata un suceso en la periferia de la alambrada. Desde el campo de Le Barcarès -otro centro de refugiados- llegó la noticia de un republicano madrileño a quien un alto jefe francés empleó como chófer. El compatriota de Eulalio Ferrer, con su simpatía, se ganó el afecto de su jefe... y el de su mujer. Así que un día apretó el acelerador y se fugaron juntos. El coche apareció en Perpiñán “pero se dice que ellos no han parado hasta la Costa Azul”, informa el periódico.

El ingenio y la resistencia de los refugiados españoles pasmaba de asombro de los centinelas. El periódico 'El descamisao' refiere como cierre que a un oficial francés se le escuchó decir: “Si tuviéramos que vigilar durante mucho tiempo a esta gente, me parece que los internados habríamos de ser nosotros y ellos los cuidadores”.