La crianza (o como no tener tiempo para nada)

Los intentos por explicar las caídas en el número de nacimientos, están generando debates apasionados en múltiples foros, y en casi todas las disciplinas. Los argumentos más comúnmente utilizados (el desempleo, el precio de la vivienda, la igualdad entre hombres y mujeres, etc.) no permiten explicar ni el alcance global de la baja fecundidad, ni la intensidad de algunas tendencias.

Hay varios argumentos que no tienen demasiada visibilidad en el debate público y que merecen una o más entradas en el blog. Por comenzar por algún lado, podemos hablar de los excesos de los modelos de crianza que predominan hoy. A grandes rasgos, la crianza es un proceso por el que doblegamos la miopía de los niños. Estos siempre quieren resultados inmediatos. Y a través de la crianza les hacemos pacientes y, sobre todo, conscientes de la importancia de diferir en el tiempo los retornos del esfuerzo presente. Este tipo de negociación no siempre se ha resuelto con diálogo. Diana Baumrinds en un trabajo clásico de los años sesenta ya detectaba que, además de las soluciones coercitivas o el laissez faire, emergía con fuerza una forma de crianza dialogante, paciente pero tenaz, que se suele llamar autoritativa a partir de un calco del inglés que en castellano no suena del todo bien. Se trata del modelo en el que los padres no imponen su autoridad por decreto, sino que convence a sus hijos de la idoneidad de sus preferencias utilizando una especie de mayéutica socrática.

La energía y el tiempo que requiere negociar con un crío la solución a todos (o a la mayor parte) de los desacuerdos que surgen a lo largo de un día entre padres e hijos… es ingente. En la actualidad, junto con estos recursos, los modelos más conscientes de crianza exigen muchas otras inversiones: actividades extraescolares, cuidados rutinarios, tiempo de estímulo, garantizar el contacto con otros niños en espacios seguros para facilitar el juego “libre”, etc. En ciertos casos, además, implica elegir un centro escolar respetuoso con la propia visión de la crianza autoritativa incluso aunque implique llevar a los niños a ese centro cruzando de punta a punta las grandes ciudades o cambiar de municipio. En resumen, la crianza a la que muchos aspiran es hoy en día mucho más intensiva en tiempo y otros recursos que en cualquier otro tiempo. Y esto tiene costes obvios en la forma en que planificamos la vida.

En una encuesta sobre familias hecha por el Ayuntamiento de Madrid en 2022, se puede comprobar que el 80% de los que tienen hijos les dedican más de 3 horas al día, y el 44% más de seis. Lo que sucede en las grandes ciudades puede no representar bien cómo se organiza la gente en otros territorios más rurales. Por dar un ejemplo más cercano a estos otros contextos: en el País Vasco, la EPT-2018 permite descomponer el tiempo que los padres pasan con los niños en sus dos componentes fundamentales: el cuidado rutinario y el tiempo activo de calidad, que podríamos llamar de juego e instrucción. Si mis cálculos no fallan, el 65% de las mujeres pasa 80 minutos al día de cuidados rutinarios y 100 más de juegos. Entre los hombres el mismo porcentaje hace 60 minutos de cuidados y otros sesenta de juegos.

Por suerte, en unos meses podremos actualizar toda esta información para el conjunto del país. El INE está preparando una nueva Encuesta de Uso del Tiempo. La última, increíble, es de 2010 y, por lo tanto, sus conclusiones podrían infraestimar el esfuerzo presente que hacen los padres hoy en día si se hubieran consolidado los modelos de crianza intensivos en tiempo a los que me refería arriba, y más si, como parece, se hubieran extendido más allá de las clases medias más educadas. Aun así, dado que es la fuente más fiable con la que contamos en España, podemos ofrecer algún dato para ilustrar estos argumentos. En el eje horizontal de este gráfico se presenta el tiempo que se dedica diariamente a realizar todas las tareas consideradas ineludibles (tiempo de trabajo fuera del hogar, trabajo doméstico, desplazamientos, cuidados personales…). En el eje vertical está la proporción de personas que contestaron a estas preguntas de la encuesta del INE en España. La línea roja indica que el 75% de las personas con hijos emplean 15 horas diarias en todo ello. Esto nos deja con 9 para cualquier otra actividad incluido el descanso.

Se podrá decir varias cosas ante todo ello. Naturalmente que subsisten modelos de crianza negligente, y que no todo el mundo ha adoptado patrones tan intensivos en tiempo y otros recursos para educar a sus hijos. También es cierto, que la sensación que falta tiempo la tendrán muchos de quienes no tengan hijos aún, o no los hayan tenido. Pero más allá de los datos discutidos en estas líneas, el tiempo que invertimos en los hijos ha crecido de forma significativa desde los años setenta en casi todos los países, para todos los tramos educativos y en todos los niveles de renta.

Muy posiblemente, la relación entre el predominio de una crianza tan intensiva en tiempo y la caída de los nacimientos es causal. Educar a los hijos y convertirlos en la persona a la que la mayoría aspira es una carrera de obstáculos, con altos costes directos e indirectos. Y esto exige planificación, cálculos y estrategias que pueden no ser compatibles con tener los hijos que idealmente se querría tener.