Una conquista económica: China expande su influencia por los cinco continentes
El gigante asiático dialoga con los talibán para ocupar el espacio que EE.UU. deja en Afganistán. En juego está la seguridad en la frontera de Xinjiang y el rico subsuelo afgano, donde se calcula que hay reservas minerales por un billón de dólares
Pablo M. DíezEmili J. BlascoEnrique SerbetoDentro del capitalismo de Estado que practica China, sus inversiones en el extranjero no son solo comerciales, sino también geoestratégicas. Como país más poblado del mundo y segunda potencia mundial tras cuatro décadas de imparable crecimiento, tiene un apetito insaciable de materias primas y recursos naturales para seguir alimentando su progreso. Además del consabido petróleo, gas natural y carbón, China necesita los minerales que se usan en las nuevas tecnologías , como el cobalto y el cobre, por su ambición de liderar las industrias del siglo XXI y no depender así de Occidente. Menos tierras raras, de las que atesora las mayores reservas del mundo con un 35 por ciento de las existencias, precisa de todo.
Absorbiendo más del 25 por ciento de la producción mundial, el gigante asiático importa cada año minerales por valor de 100.000 millones de euros (84.500 millones de euros). Entre ellos destaca el 30 por ciento de la producción mundial de cinc y el 25 por ciento de la de cobre. Con 95.000 toneladas, es el mayor importador de cobalto, utilizado en las baterías de litio que llevan los móviles, ordenadores portátiles y coches eléctricos, que ya se perfilan como la industria más floreciente del siglo.
Junto al manganeso, el platino y el mercurio, pero también el oro, la plata y la madera, todos estos recursos abundan en países en vías de desarrollo de África, Latinoamérica y Asia donde Pekín tiene ya amplios intereses económicos y geoestratégicos. Bajo el paraguas de su Nueva Ruta de la Seda (’La Franja y la Ruta’, según la denominación de la propaganda china), por todo el planeta se desarrollan cientos de proyectos multimillonarios de construcción de infraestructuras para fomentar el comercio. Desde principios de este siglo, cuando empezó la estrategia de las empresas chinas de salir al exterior, la fórmula es siempre la misma: a cambio de los recursos que tiene un país, Pekín le concede préstamos para infraestructuras, como carreteras, presas, aeropuertos, escuelas y hospitales, construidas por las propias empresas chinas.
«El motivo es que China no se fía del mercado para seguir alimentando su crecimiento económico, que se basa en su proceso de urbanización y en ser la ‘fábrica del mundo’, y prefiere acudir directamente a la fuente. Como los recursos naturales son estratégicos para garantizar el desarrollo de la economía china, sus empresas aseguran dichos proyectos y, además, así se convierten en jugadores globales y dan salida a su sobreproducción», analiza para ABC el periodista Juan Pablo Cardenal. Veterano corresponsal en Asia, Cardenal ha estudiado sobre el terreno la expansión internacional del coloso oriental en libros como ‘La silenciosa conquista china’.
Corrupción en África
Buena prueba de ello es su presencia en África, Latinoamérica y Asia, donde está desplazando a Estados Unidos y la Unión Europea (UE) en industrias clave. Aunque los datos sobre sus inversiones son siempre confusos, como todo en China, el Instituto Americano de Empresa (American Enterprise Institute, AEI) calcula que, desde 2005, Pekín ha destinado más de dos billones de dólares (1,6 billones de euros) a proyectos de construcción en el extranjero. En su archivo, denominado China Investment Global Tracker y accesible en internet, documenta desde ese año 4.000 grandes contratos en energía, transportes, tecnología y otros sectores, pero hay que aclarar que algunos de ellos no acabaron saliendo adelante. Solo en proyectos de minerales, una de sus prioridades, su inversión asciende a 155.300 millones de dólares (131.282 millones de euros) desde 2005.
Especialmente notables fueron sus operaciones en el África subsahariana, donde, según calcula el centro de investigación AidData, destinó entre 2000 y 2012 más de 16.000 millones de dólares (13.500 millones de euros) al sector de la energía. Con un 41 por ciento de los proyectos, se situó por delante de la UE (18 por ciento: 7.000 millones de dólares / 5.900 millones de euros) y EE.UU. (500 millones de dólares / 422 millones de euros).
A través de sus grandes empresas estatales, el autoritario régimen de Pekín no tiene reparos en firmar contratos que no pasarían las auditorías occidentales , lo que en ocasiones acaba en denuncias por corrupción, impacto medioambiental y explotación laboral o infantil. «En lugares donde las compañías occidentales no se atreven a invertir por ser peligrosos, China entra con todo su capitalismo de Estado porque se trata de operaciones estratégicas», señala Cardenal.
Créditos a América
China comenzó su nueva relación con Latinoamérica a través del comercio y de los créditos públicos. En la actualidad es el primer socio comercial de casi toda Sudamérica, así como de Panamá y Cuba. Estados Unidos mantiene aún la primacía comercial en la mayor parte de su entorno más inmediato (Centroamérica y el Caribe), pero el hecho de que en los últimos años varios países de la zona hayan roto sus relaciones con Taiwán para abrir embajada en Pekín presagia su intensificación de relaciones con China.
Desde 2005, los principales bancos estatales chinos han prestado a los gobiernos latinoamericanos cerca de 140.000 millones de dólares, muy por encima de los créditos de las organizaciones internacionales. Casi la mitad, 62.200 millones de dólares, fueron para Venezuela; en la lista de principales beneficiarios siguen Brasil, Ecuador y Argentina.
Esos créditos fueron para la compra de petróleo a futuro, facilitar la entrada de las grandes petroleras chinas en los países productores de hidrocarburos, construir infraestructuras viarias y ampliar puertos. Obras realizadas por empresas chinas y muchas veces con empleados chinos. El aumento del comercio y las infraestructuras portuarias llevaron a que China se haya hecho también con la gestión de puertos enteros o de terminales. Así, gestiona las portuarias en Panamá (en las dos bocas del Canal), Brasil, Perú, Cuba, Jamaica y Bahamas.
Desde 2017, China ha dejado de poner el acento en la concesión de créditos a los gobiernos y en la presencia directa de sus grandes empresas para intentar una mayor penetración mediante la inversión en la adquisición de compañías locales y así acceder a más concesiones mineras o entrar en servicios como la distribución de electricidad, gas y agua. De esta forma, ha adquirido varias centrales hidroeléctricas en Brasil y comercializadoras de electricidad en Chile y Perú. También ha comprado empresas mineras de niobio, fosfato y hierro en Brasil, de cobre en Perú y de oro y plata en Argentina, y en Chile ha entrado en el negocio del litio.
La explotación china de las materias primas en Latinoamérica ha levantado críticas por su daño al medioambiente, como en el caso de la explotación de petróleo en la zona amazónica de Ecuador o la pesca ilegal que flotas de pesqueros chinos realizan en el área de las Galápagos y frente a las aguas de Argentina en busca del calamar gigante.
Puertos europeos
En los países europeos, China se ha interesado sobre todo por el control de los mares. Su principal infraestructura es el puerto griego de El Pireo, comprado en 2016 por la supernaviera Cosco, que a su vez pertenece a Pekín. También posee el 90 por ciento del único gestor de contenedores del puerto belga de Zeebrugge, que se encuentra estratégicamente situado al lado de los megapuertos de Amberes y Róterdam. Allí, las navieras chinas poseen a su vez participaciones en la propiedad de los operadores principales -25 por ciento en Amberes y 35 por ciento en Róterdam-, además de ser accionistas minoritarios en los de Bilbao, Valencia o Las Palmas, entre otros.
Sin embargo, en los últimos años las inversiones chinas en Europa han sufrido un brusco frenazo y han vuelto a los niveles de hace diez años, de alrededor de 6.500 millones. Los temores a que sus empresas aprovecharían la pandemia para comprar las europeas en dificultades no se han materializado. Sobre todo, por dos motivos: la situación sanitaria también ha afectado a las empresas chinas y las inversiones del gigante asiático están sujetas a un escrutinio mucho mayor de los gobiernos europeos. De hecho, la Comisión Europea llegó a aprobar una directiva que limita la entrada de capital no europeo en activos críticos. Además, al menos catorce de los veintisiete estados miembros de la UE aumentaron sus mecanismos de discriminación sobre las inversiones chinas, lo que ha bloqueado varias adquisiciones importantes.