Acoso a los científicos climáticos: “Me da miedo, al final la gente sabe dónde trabajo y cómo me llamo”

“Putos sicarios terroristas es lo que sois, malnacidos”. “¿Cómo podéis dormir por las noches después de tanto ocultar y mentir?”. “Psicópatas. Vientos huracanados y destructivos después de anegarnos de aguas torrenciales provocadas, dejar a cientos de personas sin hogar y muertes. Sois unos hijos de puta, unos criminales”. Podrían ser mensajes de odio vertidos a representantes políticos después de una catástrofe natural mal gestionada, o tal vez podrían haberse dirigido a empresas de la industria de los combustibles fósiles –principales responsables del calentamiento global–. Sin embargo, ninguno de estos supuestos es el caso de los mensajes reproducidos en este párrafo.
Estas frases estaban dirigidas a científicos. En concreto, a los que trabajan en la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), diana de negacionistas del cambio climático y de otros que cuestionan la autoridad de la comunidad científica para hablar sobre lo que está ocurriendo con la estabilidad climática del planeta.
El fenómeno ha cogido impulso en los últimos años en España, donde ha afectado al menos a la mitad de los científicos –y, sobre todo de científicas– encuestados por el Science Media Centre (SCM). Entre marzo de 2022 y julio de 2024, esta organización preguntó a un total de 1.405 personas expertas en diversas áreas de la ciencia y la tecnología. Respondió un 17% de los contactados; tasa de respuesta que, aseguran, es significativa si se compara con estudios de otros países. El 51,05 % de estos admitió haber sufrido algún ataque después de comunicar sobre ciencia, cifra que asciende al 53,33% en el caso de los científicos climáticos.
“Lo que estamos viendo ahora es que los mensajes van más allá del negacionismo y son ataques personales”, explica la doctora en sociología Gemma Teso, profesora en la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora del Observatorio de la Comunicación del Cambio Climático. Junto a la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes), el observatorio analiza la comunicación de la crisis climática y la transferencia social del conocimiento sobre la acción climática en los medios e Internet.
Los ataques a científicos no son un fenómeno nuevo, pero sí reciente en España, apunta Teso. “Hemos tardado varias décadas en importarlo, pero en Estados Unidos, en la década de 1990, ya se observaba un discurso negacionista ligado a la industria de los combustibles fósiles y vinculado con ciertas esferas del poder político conservador”, recuerda.
Parte de la estrategia para frenar la acción climática, sostiene esta socióloga, es desacreditar a la ciencia para hacerla pasar por ideología: “Si tú vendes algo como ideología, en lugar de como conocimiento, lo puedes utilizar como herramienta en el discurso político”.
La novedad es el empuje que han dado las redes sociales a estos discursos. “Las redes viven de la conversación y la polémica”, denuncia Teso. Critica que los algoritmos alimentan la polarización al dirigir el contenido hacia aquellos más propensos a interactuar con las publicaciones, que en muchos casos son los usuarios que no están de acuerdo. Y esto, para Teso, solo ha agravado el problema de los discursos de odio.
El odio es muy transversal. Se empieza desacreditando el mensaje de la ciencia y se termina con discursos que lo que hacen es culpabilizar a la persona
Para este reportaje se ha consultado a X (antes Twitter) por el criterio de la red social para dirigir su contenido, así como por los planes de la empresa para prevenir la desinformación climática, pero desde la compañía no han respondido a los correos.
Los insultos son solo una de las categorías estudiadas dentro de los discursos de odio. También lo son el descrédito profesional y el menosprecio por razones de género, identidad y orientación sexual, raza o edad, entre otras características.
“En el caso de los científicos, se trata sobre todo de desacreditarles a nivel personal, a nivel académico”, apunta la experta, pero luego el odio se entremezcla con esos otros factores como el género o el origen. “El odio es muy transversal. Se empieza desacreditando el mensaje de la ciencia y se termina con discursos que lo que hacen es culpabilizar a la persona”, agrega.
“Estafador, traidor, explica a tu pueblo el genocidio de guerra climática encubierto por vosotros mediante la geoingeniería. Espero que un día sufras de verdad las consecuencias de este genocidio en tu propia piel”, le dice un usuario de X a Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, en una publicación en la red social.

Es una de las muchas respuestas en ese tono que el meteorólogo ha recibido a título individual, y también de manera colectiva a través de la cuenta de la Aemet en X, pero asegura que el acoso ocurre además en Facebook y fuera del entorno digital.
“Algunos compañeros han llegado a recibir llamadas de teléfono”, denuncia Del Campo, y hace dos años la oficina de la Aemet de Extremadura amaneció con una pintada en la fachada en la que se les llamaba “asesinos”.
En todo caso, el principal campo de batalla donde los negacionistas se enfrentan a los meteorólogos de la agencia estatal es, sin duda, las redes sociales. Especialmente X: este es el escenario donde tiene lugar el 59,8% de los ataques sufridos por los científicos que participaron en la encuesta de SCM España. Seguían a esta vía los comentarios de los lectores o espectadores en los medios de comunicación online (21%) y los señalamientos en persona, más en público (11,9%) que en privado (7,4%).
Nos acusan de lanzar supuestas sustancias a través de aviones, que se manifiestan en forma de estelas de condensación, a las que llaman 'chemtrails', algo que no es físicamente posible. Además, no sé qué sentido tendría provocar una sequía
“Desde que Aemet está en las redes sociales –hace ya más de diez años– hemos recibido insultos, amenazas, sobre todo en X, relacionadas con el tema de la modificación artificial del tiempo”, precisa Del Campo. “Nos acusan de lanzar supuestas sustancias a través de aviones, que se manifiestan en forma de estelas de condensación, a las que llaman 'chemtrails'”. Algo que, dice, no es físicamente posible. “Pero además no sé qué sentido tiene provocar una sequía”, añade. Esta teoría de la conspiración es la que reúne en los chats de Telegram 'Aguaiuris' y 'Geoingeniería' a 24.000 y 12.000 personas, respectivamente.
En estos canales abundan las letras en mayúsculas, las exclamaciones, los emoticonos de indignación, caras de asco, de enfado, muestras de desaprobación. El tono general es la alerta. La alerta y la burla. “Traidor mentirólogo” es el apodo que recibe Del Campo cuando se cita una entrevista, publicada en el diario deportivo As, en la que el meteorólogo afirma que en dos o tres décadas todos los veranos serán como el tórrido de 2022, que batió todos los récords de calor y es por ahora el más cálido de la historia del país.
El comentario, que solo recoge esas dos palabras, en mayúsculas, acumula varias decenas de reacciones y respuestas que secundan el rechazo al experto con insultos sobre sus supuestas mentiras. No hay un llamado –no, por lo menos, en estos canales abiertos– al linchamiento colectivo en redes sociales. Pero sí una dinámica que se repite: alguien deja un enlace en el chat –un reportaje, una publicación en redes, una entrevista en un medio– que no tarda en recibir reacciones furiosas, y ese día o los posteriores aparecen mensajes de odio en X.
Es difícil determinar si las crecientes manifestaciones de odio hacia especialistas climáticos revelan que hay más negacionismo, más descrédito de la ciencia, o si simplemente estas voces han ganado espacio y visibilidad, si están más organizados.
Las redes como armas en EEUU
“Es una combinación de ambos factores”, opina el científico climático estadounidense Michael Mann, que lleva más de 20 años en la mira de negacionistas. “Malos actores –contaminadores, plutócratas– han convertido las redes sociales en armas para amplificar cualquier negacionismo del cambio climático que quede presente. Con los ejércitos de bots y las granjas de trolls que emplean, es muy difícil determinar qué es orgánico y qué es fabricado”, añade.

La primera oleada de acoso y desprestigio contra este reconocido climatólogo, profesor en la Universidad de Pensilvania y autor del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se produjo en 2001, tras la publicación de un informe del IPCC. El documento destacaba su trabajo de investigación sobre el aumento en la temperatura del planeta, ilustrada con una gráfica que representaba una curva de calentamiento con forma de palo de hockey, que se había dado a conocer ya en los años 90 y que hoy es considerada un icono de la representación visual del cambio climático.
Pero el fenómeno se agravó a finales de 2009, recapitula el científico, “a raíz del robo de correos electrónicos sobre el clima y la campaña de desinformación de la derecha que lo rodeó”.
Dejé caer la carta, contuve la respiración y salí por la puerta lo más rápidamente que pude, cerrándola tras de mí. Primero fui al baño a lavarme las manos. Luego llamé a la policía
Además de las decenas de investigaciones impulsadas por negacionistas climáticos –de las que salió bien parado, porque no había fraude alguno– Mann recibía mensajes violentos y amenazas contra él y su familia. Por correo electrónico le llegaban advertencias como “la opinión pública irá a por ti”. Algunos correos le sugerían que el científico estaría pronto “a dos metros bajo tierra” o aseguraban estar deseando leer que se había suicidado. En una ocasión, encontró entre su correspondencia un sobre del que cayó un polvillo blanco. “Dejé caer la carta, contuve la respiración y salí por la puerta lo más rápidamente que pude, cerrándola tras de mí. Primero fui al baño a lavarme las manos. Luego llamé a la policía”, contaría después en una columna en The Washington Post. Aquello, por suerte, no era ántrax, sino almidón de maíz. Pero sirvió para atemorizarle.
Odio redoblado a las mujeres
El miedo ha llegado también a la casa de la física y meteoróloga Isabel Moreno. Uno de los mensajes de odio –de los muchos que ha recibido últimamente en X y en TikTok– que más le ha inquietado hasta la fecha es uno de abril de 2024, donde un usuario decía: “Volvió la tipa esta… Es la Galeote del cambio climático. Si la anulamos a tiempo nos vamos a quitar muchas tonterías de encima. Los de mi tipo los denominamos Anti Origen. Son lo más peligroso que existe en la humanidad a día de hoy”. A esta publicación en X, otro contestaba: “Al final habrá que hacer lo que hay que hacer”.
Moreno, que trabaja en el programa de TVE Aquí la Tierra, ha sido el blanco de insultos, comentarios misóginos y otros ataques en redes sociales, sobre todo, desde que se posicionó en contra de un debate que iba a alojar el youtuber Jordi Wild en su canal de streaming. El catalán –que amasa 12 millones de suscriptores en YouTube, 3,8 millones de seguidores en X, otros tres millones en Instagram y 1,7 millones en TikTok– anunció que preparaba un debate sobre cambio climático, y que buscaba para ello a alguien que pudiera explicar bien el calentamiento global. “El otro perfil”, decía, ya lo tenía. Prendió la polémica en redes, especialmente entre divulgadores y expertos climáticos, sobre el peligro de emitir en un canal con tanta visibilidad un debate en el que una postura negacionista y la de un especialista en cambio climático fueran puestas al mismo nivel. Moreno fue de las que se pronunciaron, y alegó que el debate, en esos términos, validaría la visión anticientífica. Ese fue el detonante. Un aluvión de mensajes de odio llenó sus redes sociales.
Me da miedo, porque hay decenas de miles de personas en esos grupos de Telegram y no puedes asegurar que a alguien no se le vaya a ir la pinza y decida realmente hacer algo
“Lo hablé con algunos amigos suyos que son policías, y todos me dijeron que no podía demandar a los usuarios de X porque yo al final era un personaje público. Pero eso a mí me da mucho más miedo, porque la gente sabe dónde trabajo y cómo me llamo, sabe cómo es mi cara”, arguye.
Ella, en cambio, no puede ver la cara de los usuarios que la amenazan, ni conocer los nombres que se esconden detrás de cada alias. “Me da miedo, porque hay decenas de miles de personas en esos grupos de Telegram y no puedes asegurar que a alguien no se le vaya a ir la pinza y decida realmente hacer algo”, admite Moreno.
Los mensajes de odio lanzados a las científicas tienen el componente añadido de incluir más comentarios sobre su aspecto físico, amenazas de violencia sexual o, simplemente, poner en duda su capacidad para hablar como especialistas por el mero hecho de ser mujeres. “Más de una de cada tres investigadoras expresa que ha recibido comentarios sobre su capacidad científica, con una diferencia porcentual de más de 10 puntos con respecto a los hombres”, destaca el SCM España. Esto es algo que también combate Isabel Moreno en su día a día. Incluso cuando la crítica no viene desde el sector negacionista o de la ultraderecha, ella se siente menos legitimada para hablar sobre un tema, aunque lo haya estudiado en profundidad durante años, que otros perfiles —hombres que ni siquiera cuentan con formación científica.

Es lo que ocurrió cuando un grupo de medios españoles malinterpretó una publicación en X del científico Stefan Rahmstorf, catedrático de física oceánica en la Universidad de Potsdam y uno de los mayores expertos sobre la Circulación Meridional de vuelco del Atlántico (AMOC). En junio de 2024, algunos medios publicaron noticias que advertían de un colapso de la AMOC, algo que podía ocurrir “tan pronto como en 2025” y que generaría potencialmente una glaciación en Europa.
Moreno, que en su día centró su tesis de máster en la AMOC y que desde entonces ha seguido con preocupación el estado de esta corriente oceánica, quiso corregir esos titulares incorrectos en X, como terminó haciendo el propio Rahmstorf, autor del estudio y del post. Pero la meteoróloga se encontró con usuarios que la atacaban: “Venían hacia mí como si yo no tuviese ni idea de lo que estaba hablando, dando más prioridad a lo que decían otras personas, algunas de las cuales no tienen ni siquiera formación en física. Pero eran hombres, claro”. Al final, el miedo y la frustración han hecho que ella deje de publicar en algunas redes sociales. “Yo siempre había defendido que me iba a mantener ahí, pero finalmente sí tuve que dar un paso a un lado. En X, por ejemplo, no publico casi nada porque no me apetece seguir mirando ese tipo de contenidos, y eso es algo que me ha afectado en el trabajo”, lamenta.
Del Campo cuenta que algunos de sus compañeros que eran antes muy activos en redes sociales también dejaron de publicar durante un tiempo; explica que X se ha convertido en un espacio hostil para la Aemet y juzga que es la red social que más desinformación promueve. Pero insiste en que es mejor estar, precisamente para luchar contra esa amenaza. “Hay que hacer contrapeso. X se utiliza mucho todavía, mucha gente la usa para informarse y tenemos que estar ahí. Si encima lo dejamos, abonamos el terreno a las personas que se dedican a lanzar bulos”, abunda.
También Michael Mann ha resistido a la campaña de negación y odio, que no le ha disuadido de expresar sus pensamientos o los resultados de sus estudios en las redes sociales. Al contrario, alega el científico: “En todo caso, me ha envalentonado”.
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