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OPINIÓN | 'Hecha la ley, hecha la trampa', por Esther Palomera
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Abraham y Donald Trump

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Quince mil millones de años han transcurrido desde el origen del Universo  (Big Bang), para que los animales racionales y terrenales de nuestra época conozcamos al nuevo enviado-salvador de nuestro planeta y  que no ha caído del cielo, precisamente. Residuo de la historia de las religiones monoteístas, datadas hace unos 2.500  años, denominó Abraham, a sus acuerdos en el norte de África, en su anterior mandato, a cambio del reconocimiento de Israel y sus amplias prerrogativas. En el presente, elegido como adalid de la vuelta al Medievo: “El ENVIADO”, para señalar el camino de la hegemonía absolutista de los amos sobre los siervos.

A sus anchas. Como todo totalitario, dictador, fascista, nazista o dogmático que son y han sido: acomplejados, violentos, narcisistas, o idiotas; o todo junto. Necesitados de religiones que les cubra el vacío intelectual, les protejan y justifiquen.                                                      

Trump no es hombre de ciencia y tampoco religioso, aunque los cristianos-evangélicos estadounidenses, a través de su Pastor, Jackson Lahmeyer, afirmaran en un mitin de su  campaña electoral que fue  un “milagro divino” que sobreviviera al atentado y que ha sido “enviado por Dios a gobernar el país”. Las imágenes publicadas del evento se asemejan mucho a una parodia de los Monty Python sobre marketing, fe y poder: “ridícula”; pero, muy preocupante porque  esa parte tan importante del poder (las tres religiones monoteístas) esconden y amparan, para su propio cobijo y subsistencia, a las  otras dos partes, más potentes y determinantes para la hegemonía mundial: la fuerza militar (capacidad de exterminio) y la financiera-económica (la Globalización). ¿Nueva metafísica?, sí… ¿Nueva dictadura?… también, van de la mano.

Los tres poderes mundiales, el religioso, el militar y el financiero, confundidos y confundiendo, bajo la égida del nuevo enviado para Occidente, pretendiendo que eso es ciencia, avances científicos. Y, no. Eso no es ciencia; solo mercantilismo técnico y negocio puro y duro. Ambiciones atávicas y codicia que ninguna vacuna ha conseguido neutralizar.

“La ciencia es otra cosa”.

Ciencia frente a religión. El Big Bang, certificado científico, frente a la Religión y los dogmas, certificados  metafísicos. ¡Hay que elegir!, amigo, sin matar a nadie…“Trideidad”, muy presente y activa, en  simbiosis con  los poderes fácticos históricos y territoriales de  cada momento y, como consecuencia, enfrentados entre sí, en guerras inacabables. Simbiosis entre religión y poder, inseparables y con reparto de papeles; el Norte colonizador y evangelizador; el Sur africano, Sur americano y ¿ Sur Asiático? evangelizado y colonizado.

En este primer cuarto de siglo nuestro, al Norte se le ha quedado pequeña e  insuficiente la explotación del Sur para conservar su nivel de vida, muy superior a sus propios recursos y llegaron las diferencias; las formas no importan tanto. “La trideidad” y sus patronos comparten la vuelta al pasado, menos lejano pero común, el Medievo; se veía venir: fin a la cultura, al estudio y la investigación independiente, a la libertad del individuo, a su mismidad; fin a la “Democracia Liberal” que ellos mismos crearon (S.XVIII); ¿igual, con los Acuerdos de la Conferencia de Berlín (1885) y los Acuerdos y Tratados de la II Guerra Mundial? Se trata de imponer nuevas formas de dictaduras, necesarias e imprescindibles para la conservación del poder acumulado, adaptándolo con las nuevas tecnologías, antes de que se les escapen…  a los del fin de la historia y de la filosofía, la nueva metafísica occidental.                                              

Soy de donde soy y, a mí, ni los rusos ni los chinos me han hecho daño; tampoco los venezolanos, mejicanos, cubanos, nicaragüenses, brasileños…; ni los saharauis, mauritanos, senegaleses, sudafricanos…no, no lo siento así.

Decía Einstein que la palabra de Dios suponía para él, solo expresión y producto de la debilidad humana y con respecto a la Biblia que es una colección de leyendas honorables… Llegó a decir que creía en el Dios de Spinoza, físico y racional, no en uno que se ocupe de la suerte de los humanos. Lo suyo era la ciencia, no la metafísica; de no haber pensado así, no hubiéramos conocido la teoría de la relatividad, ni otras investigaciones de las que llegó a arrepentirse.

Stephen Hawking manifestó que “la filosofía está muerta porque los filósofos no se han mantenido al día de los avances modernos de la ciencia, en particular de la física”. Su objetivo, el de la física, es simple: “un completo conocimiento del  Universo; por qué es cómo es  y por qué existe”. También, con ironía, se manifestó sobre la existencia de un posible Dios: “La raza humana necesita  un desafío intelectual. Debe ser aburrido ser Dios y no tener nada que descubrir”. Perdió una apuesta con su colega, Gordon Kane (autor reconocido por  sus publicaciones sobre la  fenomenología de cuerdas y el estudio de la materia oscura),  porque Hawking negaba la existencia del “Bosón de Higgs” y perdió, claro; luego lo reconoció. Racionalidad, inteligencia y compromiso de un científico.

Las religiones aprovecharon el viaje y transmitieron a sus  creyentes que son “Partículas Divinas”, nombre otorgado por el Premio Nobel de Física,1988, León M. Lederman, en tono humorístico.

No me escondo para posicionarme a favor de la ciencia. Y entre muchos científicos, desde Einstein hasta Hawking, he decidido tomar como modelo a Carl Sagan, científico estadounidense de ascendencia judía, de gran prestigio como investigador y divulgador en el campo de la física, por considerar que reúne cualidades como exponente; siempre  independiente, por lo que sufrió ácidas críticas, se declaraba no creyente y agnóstico porque reconocía que la ciencia no había demostrado que  Dios no existe, ni lo contrario. Las religiones tampoco han sido capaces  de aportar una sola prueba de su existencia y,  como tales productos  “exentos” de certificaciones“, lo refieren como Partícula de Dios…

Sagan, murió hace casi 30 años, pero su pensamiento sigue muy vigente, hoy: “La visión tradicional del Universo ya no es aceptable, decía, preocupado por medir la materia existente, pues según sea,  puede expandirlo o contraerlo”. El descubrimiento del “bosón de Higgs” ha contribuido en buena parte a satisfacer su preocupación.  Afirmaba que “la explosión demográfica  y la industrialización generalizada del siglo XX ha modificado, radicalmente, nuestra forma de habitar el planeta”. Una importante máxima suya, defendía: “SALVAR LA TIERRA; NO COLONIZAR EL ESPACIO”.

Le indignaba y, por tanto, señalaba como  fuerzas oscurantistas a las religiones monoteístas responsables de silenciar los grandes descubrimientos realizados hace 2500 años, en Jonia, encrucijada de las civilizaciones Persa, Fenicia, Griega y Egipcia, donde confluyeron grandes sabios como Hipócrates que creó la medicina; Pitágoras fundó la aritmética; Tales, la geometría y Demócrito tuvo la intuición de la estructura atómica de la materia; Empédocles presintió la evolución de las especies. Ganaron la batalla esas fuerzas oscurantistas con el incendio de la Biblioteca de Alejandría y el proceso de Galileo, decía. Indicaba, Sagan, que han tenido que pasar dos mil años para volver a encontrar el primer inicio de la ciencia moderna.

“Estamos, decía poco antes de su fallecimiento, en uno de esos períodos en que la humanidad vacila, entre las aportaciones de la ciencia y la búsqueda de mentores que nos descarguen de nuestra responsabilidad”, otorgando a ello la razón del resurgir actual de los integrismos, los oscurantismos religiosos y los totalitarismos que estarían dispuestos a unirse bajo una misma divisa: “Prohibido pensar y cuestionar”.

Señalaba que “el invierno nuclear es el peligro más inmediato”, defendiendo con fuerza y convicción  el desarme nuclear, a la vista de los resultados de las pruebas nucleares realizadas por las distintas potencias; solo Francia dispone de un arsenal para acabar con la vida humana en el planeta, ponía como ejemplo.

Pensaba que “sólo la Utopía es hoy razonable”. “Habría que quitarle el poder a la clase política para dárselo a los sabios. La ciencia tiene respuestas que deben ser escuchadas”.

Carl Sagan tuvo mucho que ver con las expediciones científicas de las naves espaciales Viking y Voyager, también tuvo mucho que ver con la puesta en órbita del telescopio espacial Hubble Space…“No era el primo de Rajoy”.

Sin embargo, esa trideidad-abrahámica necesita seguir enfrentándose a la ciencia para mantener sus respectivos estatus metafísicos para la pervivencia de sus formas de vida, bajo la protección de los otros dos poderes. Me permito denominarla simbiosis mutualista; cada cual con sus propias leyes; pero mismos intereses. Se necesitan, imperativamente, como complementos de supervivencia.

Ya, en su  toma de posesión del día 20 enero pasado, Él, el Sr. Trump, marcó la ruta a seguir a sus predicadores-guerreros y apóstoles. Dejó bien claro que desde la Guerra de la Independencia contra los ingleses y las conquistas y exterminio de los indios, los estadounidenses han hecho de la colonización un derecho consuetudinario, su derecho, impuesto por la fuerza y que pretende expandir al planeta Marte.

Él, Trump, no está para exponer su pensamiento sobre el Big Bang, origen del Universo, ni de los agujeros negros, causa de la posible desaparición del planeta. Él, el enviado, tiene sus propios sabios-apóstoles, los dueños de las empresas tecnológicas, de los fondos de inversión, su máquina de guerra y su trideidad. Supongo que, en lo espiritual, estará más inclinado por asistir a las viudas, en sus aflicciones, que a los huérfanos de Gaza, Líbano, Cisjordania, Siria, Ucrania, Yemen… las religiones dan opciones.

Representación de la ambición y codicia sin escrúpulos y cínica, de la globalización plutocrática: sí, Él, Trump.

Como creo que la ciencia y la sabiduría van de la mano  me llevan a situar sobre el mismo  plano, Sagan con  Rousseau, dos siglos de diferencia. 

El autor del Contrato Social, creyente, indicaba el camino a los gobernantes para que se alejaran de las religiones porque ellos, los gobernantes, no tienen ninguna competencia en el otro mundo, ni en la suerte postrera de sus súbditos (capítulo VIII, libro tercero sobre “De la Religión Civil”). Señaló varios dogmas positivos y, también, otros negativos, reduciéndolos a uno sólo: “la intolerancia”.

Fue vilipendiado, a pesar de haber aportado a la humanidad  su obra “El Emilio”, o “De la Educación”. Le contrapusieron a John Locke.

Cuando la ciencia recobró protagonismo y reputación en su autoridad sobre las deidades, estas se han ido apagando y, necesitadas de un golpe de efecto, han encontrado la mano tendida de Él, Trump, quien ha puesto al servicio sus propios predicadores: los que niegan el cambio climático; los que demonizan las vacunas; los que demonizan la homosexualidad y el cambio de sexo; los que le niegan los derechos de igualdad a las mujeres; los que consideran que la raza blanca es superior al resto…Él, Trump, también, con sus apóstoles: Bolsonaro, Meloni, Urban, Milei, Le Pen, Abascal, Morawiecki, Chikli, Vilimsky, Wilders, Weidel y los tapados del PPE (¿ Nueva Revolución Conservadora? ). Voluntad no les falta; “manos limpias”, ¿porque se lavan con agua bendita?

Nada nuevo en la historia de la lucha por el poder sobre la humanidad. Historia contada la mayoría de las veces por los vencedores. Ahora, nos ha tocado vivir la historia contada por los “teóricos vencedores” de la Guerra Fría, Occidente, aunque esta no haya acabado. 

La ONU no es de Él y su pueblo, pero llevamos a nuestros representantes a su territorio para que nos conozcan bien; devolvámosle el favor y busquemos otro territorio para su ubicación. Hollywood vende bien: no conocemos geografía, ni la nuestra inmediata, pero viajamos a tierras lejanas de forma mucho más cara que una postal  para contarlo.                

La humanidad, siempre, hemos vivido y alimentado con lo que nos ha dado nuestro entorno natural del campo, el mar y el cielo físico.  Las ambiciones que el Siglo de las Luces propició nos llevó a una parte de la humanidad hacia el comercio, como filosofía y  forma predominante de vida y, a la otra, hacia  la igualdad, la fraternidad   y  la solidaridad, como forma predominante:   EEUU. y Europa; lo definían como democracia, aunque distintas, hasta que llegó Octubre de 1917. Aún lo “arrostramos”.

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