La “rabia” de las familias que denunciaron agresión sexual a sus hijas por parte de un profesor en Getxo tras archivarse la causa

Las calles de Getxo, en Bizkaia, están repletas de carteles en los que se lee el mensaje “Las niñas no se tocan” junto al anuncio de una concentración este viernes, 14 de febrero a las 19.00 en la plaza de La Estación, en Algorta. Los han colocado las familias y amigos de las cinco niñas de cuatro años que denunciaron agresiones sexuales por parte de uno de sus profesores tras conocer que el juzgado de Instrucción de Getxo ha acordado archivar provisionalmente el procedimiento al considerar que no habían quedado “suficientemente acreditados” los hechos que se denuncian.
Jon y Manuel –nombres ficticios– son padres de dos de las menores que tras lo ocurrido se han visto obligadas a cambiar de colegio. Fueron conscientes de que sus hijas estaban entre las afectadas cuando una madre denunció que su hija regresaba del colegio sin bragas y le hablaba de “juegos” con uno de los profesores. “En un primer momento no quieres creerlo. Esa madre aseguraba que su hija le decía que el profesor le enseñaba el pito en el baño y que realizan un juego grupal en el que él también participa para experimentar situaciones. Él les hace ver que solo era un juego. En mi caso, mi hija también hablaba de los juegos de ese profesor. Mi mujer le preguntó a mi hija por él y al principio evadía las preguntas, pero luego le dijo exactamente 'me ha hecho kili kili en la pocholina'. Eran las 22.30 de la noche pero tuve claro que había que llevarla al hospital”, relata Manuel, visiblemente emocionado.
Una vez en el hospital, al relatar lo ocurrido, activaron el protocolo de agresión sexual y además de la pediatra atendió a la menor un psicólogo forense y dos ginecólogas. Este periódico ha tenido acceso al informe médico escrito por la pediatra esa noche en Urgencias. “La menor se muestra abierta y colaboradora en la entrevista. Me habla de varios amigos del colegio y de profesores, incluyendo a X. Habla de juegos a los que juega con sus amigos, aunque no menciona juegos con profesores. Al interrogarle si alguien del cole le había hecho daño responde directamente que sí y el nombre de este profesor. Refiere que le ha hecho daño porque 'le ha metido el dedo en la pocholina' ayer y en otras tres ocasiones que no ha sabido precisar. Dice también que le ha hecho kili kili [cosquillas] (asocia el gesto con las manos) en la potxolina [genitales]. Durante la entrevista menciona que X también se hizo kili kili aunque ella no le tocó y le dijo que no quería. Dice enfadarse con X por lo acontecido y confirma no comentarlo con profesores o compañeros de clase a excepción de sus padres esta noche”, recoge el informe.
En ese momento, Manuel decidió alertar a los demás padres y madres de la clase y comenzar un proceso de denuncia conjunta con el resto de las familias cuyas hijas relataban cuestiones similares y siempre con el mismo profesor. Jon se percató más tarde que Manuel de que algo le ocurría también a su hija. “Yo tenía dos hijas en ese colegio y las dos iban a clase con ese profesor. Les hice preguntas generales sobre qué tal les iba o qué les parecían los profesores y en concreto pronuncié el nombre de él. La mayor respondió con normalidad, pero la pequeña miró hacia abajo y dijo que no le gustaban los juegos de X. Me contó que le hacía subir a una especie de caja y que tenía que estar sentada y callada mientras se abría de piernas y él le acercaba 'la cosa esa negra'. Se hizo gestos como que se frotaba y se lo introducía en sus partes. Cuando le pregunto por 'la cosa negra' se puso nerviosa, repitió varias veces que no le gusta y me cambió de tema. De ahí directamente fuimos a la Ertzaintza”, confiesa el padre.
En el caso de la hija de Jon, en lugar de ir al hospital decidieron directamente acudir a la Ertzaintza a interponer una denuncia. “Decidimos que fuera con mi mujer porque, aunque me lo había contado a mí, estaba más tranquila con ella. Pensamos que tendría que contarle lo mismo al policía, pero una vez allí, les dijeron que no. Mi mujer le preguntó si era necesario acudir al hospital y el ertzaina le dijo que ya había pasado tiempo, que en el hospital no le encontrarían nada y que no era necesario. Nos fiamos de ellos, por desgracia”, sostiene Jon.
Ahí empiezó la pesadilla de estas familias que, por falta de formación e información, realizaron la primera declaración sin un abogado especializado que les asesorase. Una vez abierto el proceso y las menores declararon, sostienen que el trato recibido fue “hostil e invasivo”. “Más que una toma de declaración parecía un interrogatorio hacia las niñas. En uno de los casos, una de las menores tiene un trastorno de espectro autista y no es capaz de declarar”, reconoce Jon. El resto de niñas lo hace, pero solo es la hija de Manuel la que consigue a través de un dibujo, decir en qué parte del cuerpo le hacía kili kili el profesor. Al parecer no fue suficiente“, lamenta Manuel.
La jueza determinó que las menores “no es que no realizaran un relato pormenorizado es que no realizaron, en absoluto, un relato incriminatorio, lo cual es sumamente relevante”. “Normalmente, en ausencia de este relato por parte del testigo directo, lo que pueda decir el testigo de referencia carece de relevancia, y no tiene por qué variarse este criterio en supuesto de menores de edad, incluso de la edad a la que nos referimos, más cuando no existe ningún otro dato incriminatorio objetivo de entidad. El criterio contrario vendría a sancionar la irrelevancia de la exploración, lo que no es de recibo”, recoge el auto que niega la petición de la acusación de que las pediatras que atendieron a las menores testifiquen en el juicio.
En el juicio testificaron, además de las menores y el acusado y profesoras compañeras del acusado. “No dejaron que las pediatras testificasen, tampoco pudimos hablar todos los padres y madres. Las declaraciones de los profesores están totalmente condicionadas porque no quieren perder su puesto de trabajo. Aseguran que el profesor nunca se quedaba a solas con las niñas, pero no aportan los registros horarios para demostrarlo. Sabemos que él se encargaba de vigilar los patios, muchas veces solo, y que acompañaba a las menores al baño. No entendemos cómo no pueden encontrar pruebas suficientes para condenarlo o, al menos para que el procedimiento siga abierto. Lo único que podría reabrir el caso es un nuevo testimonio o el testimonio de la menor con TEA, pero lo vemos complciado. Ojalá se pruebe que es mentira, que nuestras hijas no han pasado por esto, que ese hombre no les ha hecho nada, nada nos haría más felices, pero no nos lo estamos inventando, las niñas dicen eso, todas cosas parecidas y sobre ese mismo profesor, con cuatro años que tienen. No tiene ningún sentido. Estamos muy decepcionados con las instituciones, pero no pararemos hasta que se haga justicia”, concluye Jon.
Cuando salió a la luz la denuncia y la Ertzaintza abrió, en mayo del pasado año, una investigación al profesor por varios presuntos delitos contra la libertad sexual, el colegio apartó al profesor de sus clases. “El colegio ha actuado con la máxima diligencia, en coordinación con los servicios de Inspección Educativa y Policía, desde el primer momento en el que se ha tenido conocimiento de cualquier indicio. La persona involucrada fue inmediatamente apartada del centro”, informan desde el centro. Sin embargo, las familias de las menores alertan de que el profesor cuenta con una academia privada en la que sigue dando clase y en “continuo contacto con menores de edad”.
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