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Por qué Trump se niega a ir a la cumbre del G20 en Sudáfrica

El senador Marco Rubio durante la convención republicana en Milwaukee, Wisconsin, el 16 de julio de 2024.
17 de febrero de 2025 22:30 h

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En la próxima reunión de ministros de Exteriores del G20 en Johannesburgo el día 20 de febrero no estará el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio. Rubio ha dicho que no irá a un país que favorece el “antiamericanismo”. La decisión viene días después de que el presidente Donald Trump confirmara a los pies del Air Force One la retirada de la ayuda directa al Gobierno sudafricano: “En Sudáfrica están sucediendo cosas terribles... están confiscando tierras y, en realidad, están haciendo cosas que quizá sean mucho peores que eso”, dijo el presidente.

El Gobierno estadounidense pagó 527,5 millones de dólares (510,6 millones de euros) en 2024 en ayuda al desarrollo en Sudáfrica, de los cuales la gran mayoría, 453 millones (438 millones de euros), fueron al programa contra el VIH conocido como PEPFAR. A eso se le suman más de 60 millones (58 millones de euros) de la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (USAID) —que ha prometido cerrar Trump— para programas de igualdad de género y principios democráticos, entre otros.

Su decisión de congelar la ayuda la vincula a la nueva ley de expropiación de tierras firmada por el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, una polémica medida que busca restituir las desigualdades económicas entre la población negra y la blanca. A pesar de haber pasado 30 años desde el fin del apartheid, la diferencia de riqueza ha aumentado entre blancos y negros y Sudáfrica es el país con mayor desigualdad de ingresos en el mundo, según el índice Gini. La población blanca, que representa menos del 10% del total, todavía tiene el 85% de la riqueza del país, además de un 72% de las tierras agrícolas y cultivables.

Ramaphosa ha defendido la ley, que sólo esgrime la expropiación en casos de interés público justificado, cuando no hacerlo suponga un riesgo público para las personas, o si el propietario no tiene interés de construir o explotar los terrenos, diciendo que son medidas de expropiación que tienen muchos países, incluido Estados Unidos, para “equilibrar la necesidad del uso público de la tierra y la protección de los derechos de los propietarios”.

Una crítica que ha venido encabezada por Elon Musk, el hombre más rico del mundo y director del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), que dijo en su red social X que era una ley “abiertamente racista”.

Musk nació en Sudáfrica en 1971 porque su abuelo, Joshua Hadelman, decidió mudar allí a la familia desde Canadá en los años 50 porque le gustó el proyecto del apartheid. El mismo abuelo que había liderado un proyecto en los años 30, Technocracy Incorporated, que buscaba colocar a tecnócratas en la cúspide del poder político estadounidense y abolir la democracia. Elon creció en un entorno de privilegio blanco. Su padre, Errol Musk, hizo negocio en la minería sudafricana a costa de la segregación. A pesar de que se consideraba liberal y contrario al Gobierno del apartheid, prefería separar a los negros de los blancos en dos parlamentos en lugar de aplicar el principio de una persona, un voto.

A pesar de que lo criticó en algunas ocasiones por su postura, Elon mantiene buena relación con su padre, que vive en Ciudad del Cabo. Tanta es su influencia que el presidente Ramaphosa intercedió para pedirle a Errol que le pusieran en contacto por teléfono con su hijo para explicarle la ley de expropiación. Ambos pudieron charlar durante unos minutos.

Aun así, el pasado sudafricano de Musk y la ley de expropiación de tierras no es el único motivo del enfado de Trump contra Sudáfrica. Detrás está también el hecho de que el Gobierno de Ramaphosa haya sido el país más beligerante contra Israel por su invasión de Gaza. En diciembre de 2023 llevó a la Corte Internacional de Justicia a Israel acusándola de genocidio, un caso que todavía está abierto. A ello se suma que Sudáfrica ha sido uno de los principales defensores de la independencia de la República Árabe Saharaui Democrática y fue Trump quien precisamente dio el paso contrario al reconocer la soberanía marroquí sobre el territorio en su primer mandato.

Influye también que Sudáfrica es el país que más tropas ha enviado a la República Democrática del Congo en defensa del Gobierno congoleño en su lucha contra el grupo rebelde M23. Trump, que no se ha pronunciado sobre la invasión ruandesa más que para decir que es un tema “muy grave”, mostró en campaña su rechazo al gobierno congoleño al propagar el bulo de que en el país estaban “vaciando sus cárceles y sus hospitales psiquiátricos para que sus internos vayan colándose en Estados Unidos”.

El pasado 18 de diciembre, el gobierno liderado por el presidente Félix Tshisekedi demandó oficialmente a Apple en Francia y Bélgica, acusando a la empresa de extraer ilegalmente de su territorio minerales clave para sus productos, una acusación que no sentó nada bien a Trump, quien invitó a su toma de posesión a los principales CEO de Silicon Valley, entre ellos Tim Cook. En su primer mandato, el dirigente ya suspendió la ley financiera Dodd-Frank, que obligaba a las empresas americanas a verificar que sus productos no espoleaban conflictos alrededor del mundo.

Por si fuera poco, Sudáfrica es la ese de los BRICS, esa que confundió con España en sus primeros días en el Despacho Oval. Trump ha amenazado con imponer un 100% de aranceles a los países de los BRICS ante la propuesta de estos de dejar de utilizar el dólar en las transacciones internacionales. En 2023, Sudáfrica además estuvo dispuesta a acoger a Vladímir Putin en la cumbre de los BRICS a pesar de haber una orden de arresto internacional contra él. Meses antes, Ramaphosa había autorizado a sus socios de Rusia y China a ejercer maniobras militares navales en sus aguas.

La causa contra Israel, el formar parte de los BRICS y la ley de expropiación son parte de la cruzada de la Administración Trump contra Sudáfrica. Si a todo eso se le añade que el Congreso Nacional Africano, el partido que fuera de Nelson Mandela y hoy lidera Ramaphosa, tiene fundamentos marxistas, se obtiene el caldo de cultivo perfecto para convertirse en enemigo público de los Estados Unidos de Trump y Musk.

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