Irene y Ernest Heinemann, los “ángeles” judíos que se suicidaron en Mallorca para no ser deportados por la Gestapo
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Una madrugada de junio, después de ser reclamados y perseguidos por la Gestapo con ayuda del régimen franquista español, Irene y Ernest Heinemann decidieron quitarse la vida. Era un suicidio pactado. Sus días en el barrio del Terreno (Palma), donde el matrimonio judeoalemán se había asentado cuando accedió Hitler al poder, habían llegado a su fin.
La Gestapo y la policía franquista, secundando las decisiones del régimen nazi, les estuvieron persiguiendo durante años. Hasta que, en 1940, los Heinemann recibieron una carta de la Falange con las órdenes de abandonar la isla, no soportaron las presiones y tomaron una trágica decisión. En ese momento, Ernest tenía 62 años y su mujer Irene, 61.
Ella maestra y él un ingeniero que había perdido su empleo durante la crisis de 1929, ni siquiera eran practicantes, pero se vieron obligados a huir del nazismo con el ascenso de Hitler al poder. Con ellos, emigró una de sus dos hijas: Gisela Heinemann, que era modista de alta costura. Su hermana, la fotógrafa Lore Krüger (por el apellido que cogió de su marido), se instaló con ellos a los veinte años (año 1934), cuando perdió su empleo por su condición judía.
Partieron de una Alemania cada vez más gris y aterrizaron en la Mallorca de la II República, donde se instalaron en una casa del Terreno, en el límite en el que termina el barrio y empieza el torrente del Mal Pas. Pero el julio de 1936 trajo a España una sublevación militar. “Muchos de los refugiados durante la década de los 30 percibieron el golpe de Estado como una amenaza contra ellos y decidieron irse de la isla. Se marcharon, la mayoría de ellos, con la ayuda del cónsul británico, que les facilitaba los visados”, explica la doctora en Historia de la Universitat de les Illes Balears (UIB) Laura Miró.
“Muchos de los refugiados durante la década de los 30, percibieron el golpe de Estado como una amenaza contra ellos y decidieron irse de la isla. Se marcharon, la mayoría de ellos, con la ayuda del cónsul británico, que les facilitaba los visados
Lejos de huir, los Heinemann se implicaron en ayudar a los familiares de los represaliados, lo que les valió que los represaliados del nuevo régimen franquista que intentaba instalarse les bautizaran como 'Los Ángeles del Terreno'. Residieron en Mallorca, a diferencia de otras familias judías que habían llegado durante toda la Guerra Civil, que decidieron después marcharse, según recoge la tesis doctoral de Miró: ‘La contemporaneïtat xueta. Repercussions del discurs de l’odi antijueu i antisemita, por i reivindicació’. La Asociación Memoria de Mallorca ha registrado ahora una petición ante el Consell Insular para declararlos hijos adoptivos de la isla, coincidiendo con el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto (el día 27 de enero).
Una sucursal nazi en el barrio del Terreno
Krüger, una de las hijas del matrimonio, contó que en el año 1938 marcaron los pasaportes de sus padres con una letra ‘J’, de judío, según relata a elDiario.es Bárbara Galmés, ex consellera de Educación i Cultura del Govern, que investiga la historia mallorquina de los judíos para el libro ‘El Terreno Oscuro’. Ninguno de los dos Heinemann había perdido entonces la nacionalidad alemana, otra de las medidas que el nazismo aplicaba contra el judaísmo.
Se desconoce si fue el cónsul alemán quien les marcó durante uno de los registros de pasaportes o fueron agentes de la NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) de una sucursal que había abierto en el Terreno, ya que la llegada de refugiados del régimen nazi trajo consigo vigilantes.
Situado en la parte baja del castillo de Bellver, el Terreno era un barrio periférico muy libre, que escapaba a todo el control que había en el centro de Palma. En ese mundo alternativo, los judíos se mezclaban con artistas y con turistas. “Se vendió la idea de la isla de la calma. Luego, algunos, como Karl Otten (en su novela L'ombra de Torquemada), pacifista y opositor del régimen de Hitler, se encargaron de desmitificar esto a través de sus vivencias: una sociedad mallorquina anclada en el pasado y muy influenciada por la religión”, cuenta Miró.
Palma era por entonces un sitio atractivo porque era un camino en medio de la ruta hacia Israel y hacia Palestina. “De hecho, muchos de los judíos buscaban certificados para viajar luego hasta esa tierra santa”, añade la ex consellera. Otros habían abierto sus propios comercios y formado colonias, lo que provocó que los que estaban todavía atrapados en Alemania se vieran atraídos por la buena vida de Mallorca.
Sin embargo, no era el caso de los Heinemann, que tenían la intención de quedarse. Siete años después de su llegada, no concibieron la idea de retornar a la represión. En 1940, tras ser reclamados, amenazados con ser deportados y perseguidos por la Gestapo con la colaboración de la Falange, decidieron ejecutar el suicidio que habían pactado.
Las dos hijas del matrimonio, el mismo año, fueron detenidas en Francia, donde estaban viviendo, y reclutadas en el campo de concentración de Gurs. Finalmente, fueron liberadas tras un armisticio entre Francia y Alemania y consiguieron huir con documentación falsa, como recoge la tesis doctoral de Miró a la que ha accedido elDiario.es.
Muchos judíos buscaban certificados para viajar luego a Tierra Santa, pero los Heinemann querían quedarse. En 1940, tras ser reclamados, amenazados con ser deportados y perseguidos por la Gestapo con la colaboración de la Falange, decidieron ejecutar el suicidio que habían pactado. Las hijas acabaron en un campo de concentración, pero salvaron su vida
Una treta para intimidar
La especulación ahora es que la notificación recibida por los Heinemann y enviada también al resto de judíos asentados no fue más que una estrategia. “Era una forma de presionar y, quizá también, uno de los modos que tenía el régimen franquista de quedar bien frente a Hitler y su persecución”, apunta Galmés.
La investigadora mantiene esta sospecha porque ni siquiera se pasaron las listas con los nombres de los judíos que había en la capital mallorquina. Una conjetura respaldada por la doctora de la UIB: “Hay muchos rumores de que el nazismo hubiera pedido al régimen de Franco una lista de personas no puras, que no eran de raza aria, pero no hay documentación que lo fundamente”.
Los Heinemann vieron que no tenían salida, que no podían escaparse de la isla, que se convirtió en una especie de ratonera. Tras su muerte, la criada del matrimonio, Mercedes Coll, heredó la vivienda de los dos ‘ángeles’, un perro que tenían de mascota, dinero y sus efectos personales.
Fue la trabajadora quien empezó a hablar de ellos así, como ‘Los Ángeles del Terreno’, un apodo que les siguen atribuyendo los familiares de los represaliados del franquismo a los que ayudaron y también la última persona que la vio a ella con vida. “Cuando fue a verles a la clínica, él ya estaba muerto, pero Irene todavía respiraba”, cuenta Galmés. El testimonio obtenido por la ex consellera son en realidad declaraciones que proporcionó a la periodista Margalida Capellà una niña adoptada por la doncella y que acogió durante una temporada en una casa comprada con el dinero heredado de los Heinemann.
La historia viva en la memoria
Durante la pasada legislatura, en marzo de 2021, el Gobierno progresista de Francina Armengol (2019-2023), en aplicación de las leyes autonómicas de memoria y reconocimientos democráticos, instaló unos Adoquines de Memoria ante la casa donde vivió la pareja judeoalemana.
Desde entonces, la ciudad suma esta conmemoración a las que ya tenía en los antiguos calls, los barrios judíos durante la época de la Inquisición. “Esta es la larga historia de los chuetas en Palma, que se mezcla con la de los judíos que se vinieron a refugiar aquí cuando Hitler alcanzó el poder”, subraya Galmés.
Miró añade que el estigma contra los chuetas en el siglo XVI, durante la Inquisición, perduró sin duda hasta el siglo XX. “No porque fuesen judíos en sí, sino porque tenían una especie de mancha en sus apellidos y la gente era reticente relacionarse con ellos, incluso les lanzaba discursos de odio”, continúa.
Durante el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto, la Associació per la Memòria de Mallorca limpió, un año más, los Adoquines de la Memoria instalados en Palma en señal de reconocimiento. Entre ellos, los de Irene y Ernest Heinemann. “Estoy totalmente de acuerdo con la decisión de convertirlos en hijos ilustres de la ciudad porque representan el grupo de refugiados que vinieron en los años 30. Su historia es la más simbólica porque terminó de la manera más dramática: suicidándose viendo lo que se les venía encima, siendo perseguidos por el nazismo, lo que es bastante nefasto”, lamenta la doctora Miró.
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