España volvió a escuchar las “voces” de la WWE con Netflix: así se gestó y vivió un 'Smackdown' histórico

El 4 de noviembre de 2024, la WWE anunciaba una operación internacional sin precedentes: un tour por once ciudades europeas, empezando por Barcelona, durante el Road to WrestleMania, el prolegómeno al gran evento anual de dos noches donde se deciden los cinturones mundiales de la promoción ante una audiencia multitudinaria. La decisión de llevar a Europa la construcción de las tramas y rivalidades de cara a WrestleMania XLI no se antojaba extraña en el nuevo horizonte del prowrestling, tras la adquisición por parte de Netflix de los derechos de emisión de la “federación”, a nivel internacional y a largo plazo. Raw, el programa de los lunes, pasaría a tener a la plataforma como nueva casa en todo el mundo, mientras que Smackdown (los viernes), NXT (la marca de desarrollo, cada martes) y, por supuesto, los Premium Live Events (los sábados) tendrían en la streamer su acomodo fuera de Estados Unidos.
La fecha en que TKO, el conglomerado empresarial bajo cuyo paraguas se encuentra ahora la WWE, comunicó esta gira europea resulta significativa para el público español. Exactamente seis años antes, el 3 de noviembre de 2018, había tenido lugar la última visita de la compañía de lucha libre a estas coordenadas: el WiZink Center de Madrid albergó un house show (es decir, un show no estipulado para emitirse en televisión) en un momento en el que Atresmedia aún ofrecía el espectáculo a través de Neox. Solo dos años después, en 2020, el operador privado desestimó renovar los derechos de emisión. Pese a una tentativa de Gol de mantener fresco el terreno, la televisión española pasó a ser un erial para el aficionado. La WWE desaparecía del horizonte.
El golpe de Netflix, que tomó el prowrestling como punta de lanza de su ofensiva por el deporte y el contenido en vivo en su catálogo, retumbó rápidamente sobre la lona. Una cita se escribe en los anales del entretenimiento deportivo, la del lunes 6 de enero de 2025, día en el que RAW debuta en la plataforma a nivel global. Lo hizo con una cartelera con aura de pay per view: con The Rock inaugurando una velada repleta de estrellas de Hollywood en asientos VIP, con Roman Reigns recuperando el Ula Fala que lo reconoce como Jefe Tribal, y con el combate entre dos enemigos íntimos como CM Punk y Seth Rollins como evento principal. Con esta emisión, la WWE volvía a España tras una larga sequía. Además, y por primera vez, daba acceso a sus programas en riguroso directo. España había vuelto a ser un escenario activo para la WWE.
Y de ahí, al viernes 14 de marzo de 2025. 34 años después del primer evento en suelo peninsular de la promotora, seis años y medio después del último. El hecho de que esa gira del Road to WrestleMania se inaugurara en el Olimpic Arena de Badalona, suponía una prueba de fuego para determinar si España pasaba a ser un lugar de interés para la empresa que ahora cuenta con Paul “Triple H” Levesque como máximo responsable creativo. La importancia de la ocasión se acrecentaba por las circunstancias. España nunca había sido la sede de un programa en directo para el mundo de la WWE. A juzgar por la algarabía del público que atoró el estadio -a falta de números oficiales, se habla de cifras en torno a 11.000 personas, tras un buen repunte en las semanas previas- y que llevó en volandas a los luchadores, la apuesta salió bien a sus responsables.

Axiom, la (más)cara de Netflix para traer a España la WWE
Si bien el término “histórico” tiende a usarse con demasiada ligereza, lo acontecido en el estadio supuso un hito para el prowrestling en España, un país que ha sido cantera de uno de los actuales campeones de la WWE, Axiom. El highflyer de Madrid, forjado en la White Wolf Wresting madrileña (más conocida como la Triple W) bajo el alter ego A-Kid, y actual campeón por parejas de NXT junto a Nathan Frazer, fue la cara que escogió Netflix España para acercar el evento a la audiencia. O debiéramos decir la máscara: la particularidad del personaje que Carlos Ruiz asumió en 2022 es su condición de enmascarado, escondiendo su identidad bajo un antifaz cuyo diseño se aleja de la idiosincrasia del luchador mexicano (de leyendas Santo y Blue Demon a iconos actuales como Rey Mysterio, Dragon Lee o Penta) y lo acerca a un superhéroe fantástico: su atleticismo y agilidad, no en vano, lo acercan a un émulo de Spider-Man, alguien capaz de expresarse y conectar con el público aun cuando no puede reconocérsele.
Eso dio pie al gran momento de la noche en el Olimpic Arena: una lucha titular contra Gunther, actual campeón mundial de peso pesado de RAW. Una sorpresa para unos aficionados que, gracias a los medios y periodistas especializados y a las dirt sheets, suelen conocer de antemano los movimientos que se ejecutarán con mallas puestas. Durante las semanas previas trascendió que el imbatible austríaco participaría en el dark match posterior a la emisión del Smackdown barcelonés, enfrentándose a A.J. Styles. De ahí la sorpresa cuando, en la última de las tres horas de programa, el Ring General aparecía en el cuadrilátero para ofrecer un desafío al ídolo español, que salió en olor de multitudes. El combate fue el más satisfactorio de un ya de por sí notable show en lo que concierne al in-ring. Axiom pudo lucirse en la upper card ante uno de los más dominantes luchadores del mundo (ya habían demostrado química en el pasado, cuando Gunther aún estaba en NXT), e hizo soñar al estadio con la machada de una victoria imposible cada vez que se salía de una cuenta de tres.

Por supuesto, Gunther terminó llevándose la victoria. Tal y como advirtió en un segmento antes del main event de la noche, con este lance quería probar su superioridad de cara al choque en WrestleMania XLI contra Jey Uso, ganador de la Royal Rumble 2025: “Igual que Jey, [Axiom] se dejó la piel ahí fuera, pero al final lo machaqué y dejé tirado como una toalla mojada”, comentaba entre bambalinas. Así se justificó en términos narrativos este aparente desvío creativo sobre el plan con el campeón mundial de RAW. Aunque si algo se ha podido comprobar en las últimas semanas a este Smackdown es el interés de la WWE por sacudir las previsiones de unos fans, acostumbrados a los motivos recurrentes en las historias que se relatan: ahí queda el inesperado turn heel (para el neófito, conversión a villano) de John Cena, el héroe por antonomasia de la compañía en el siglo XXI, en su tour de despedida de los cuadriláteros, convertido en un evento en sí mismo.
Si hablamos de planes, los de Axiom parecen implicar un salto al elenco principal de la WWE en un plazo relativamente corto junto a Nathan Frazer, con quien acumula más de seis meses de segundo reinado en la división tag de NXT. Al menos eso se rumia ya en los mentideros desde hace semanas. La de este viernes 14 había sido su segunda intervención en Smackdown; la primera tuvo lugar el 18 de noviembre de 2023, en un combate de exhibición contra Dragon Lee. En esta ocasión, su intervención dependió de la circunstancia, pues Netflix requería un embajador en nuestro país, pero la categoría actual en la escena lo encamina al siguiente nivel: en su ranking anual de 2024, la Pro Wrestling Illustrated calificó a Fraxiom como el segundo mejor tag team del mundo, solo por detrás del formado por Bianca Belair y Jade Cargill; tres días antes de comparecer ante Gunther, Axiom y Frazier tuvieron un combate de ensueño contra otro dúo incombustible, Jeff y Matt Hardy, en el Madison Square Garden.

“Es un sueño hecho realidad. ¿Qué niño que creció con la época de Cuatro no ha soñado con estar en el ring con los Hardy Boyz, con estar recibiendo un Twist of Face o una Swanton Bomb?”, comenta Ruiz a verTele. A sus 27 años, este joven que estudió la carrera de Matemáticas antes de dar el salto transoceánico y firmar por la WWE en 2019 afronta la exposición mediática que posibilita el nuevo acomodo televisivo de la firma. “Es una recompensa al trabajo duro, ya no solo para mí como luchador sino para todo ese fan que ha seguido ahí”, afirma y pone precisamente el ejemplo de su lucha en el Roadblock de NXT contra los Hardy Boyz: “Muchísimos amigos con los que no había hablado en años me han escrito diciendo: 'Oye, te he visto luchar en Netflix contra Jeff y Matt Hardy. ¿Qué está pasando?' Esto supone Netflix. Es alcanzable para muchísima gente. Es una recompensa para ese fan que ha estado en los momentos más bajos”.
Netflix y el impacto para la lucha libre mundial
Algo muy similar cuenta Damian Priest, que llegó hace escasas semanas al elenco de Smackdown tras cerrar un excelente 2024 en RAW: en uno de los puntos álgidos de WrestleMania XL, el por entonces líder de la facción Judgement Day canjeó su maletín de ganador del Money in the Bank 2023 y le arrebató a Drew McIntyre el cinturón de campeón del mundo que acababa de llevarse apenas cinco minutos antes. Este año, todo se ha encaminado a que el face portorriqueño vuelva a medirse al heel escocés en WrestleMania XLI, esta vez sin título de por medio: de hecho, este último interrumpió el combate que Priest tenía abierto con Shinsuke Nakamura en Barcelona, para sellar la línea narrativa a golpe de claymore.
Por un lado, repetir rivalidad estimula a “El Campeón”, pues tendrá la oportunidad de reivindicar su personalidad ya alejado del Judgement Day. Por otro, le permitirá hacerlo ante una audiencia aún mayor: “Tanta gente en el mundo entero no podía vernos a ritmo semanal fácil. Era difícil. Ahora la cantidad de ojos que están enfocados en nosotros es un sueño”, recalca. El heredero del Undertaker no engaña: durante los últimos años en los que la WWE estaba sin cadena en España, la única manera de acceder a sus contenidos de forma legal era a través de su propia plataforma, WWE Network. Con ella sí podía disfrutarse de sus pay per views en directo, pero no de los programas semanales: cada episodio de RAW, Smackdown y NXT llegaba con unas tres semanas de retraso, lo que dificultaba tener control sobre todas las historias que se cuentan. Historias, además, sin pausa.
El paradigma establecido por la WWE plantea unas narrativas en río que se desarrollan y avanzan programa a programa, sin descanso ni detenimiento. Así pues, el interés depende del contacto continuado con el producto. El propio Priest pone en duda que la WWE hubiera vuelto a España de no estar Netflix en la ecuación. Con ella, en cambio, la expansión internacional es mayor y permite desembarcos a gran escala como el que está teniendo lugar en Europa durante esta segunda mitad de marzo. “Esta era va a ser bien importante para el futuro de la lucha libre”, agrega el luchador latino, orgulloso de formar parte de una compañía que ya no tiene denominación norteamericana sino mundial.

Eso quedó de manifiesto nada más comenzar este Smackdown: LA Knight, que solo una semana antes de viajar a Barcelona había recuperado el campeonato de los Estados Unidos ante Nakamura y que fue el encargado de abrir el programa, no pudo esconder la emoción por el recibimiento. “Puede que sea el campeón estadounidense, pero, por dios, ¡soy global!”, acababa exclamando la “Megaestrella” en su promo. Escoger a este luchador, cuyo auge en los últimos tres años ha sido, cabe decir, incluso difícil de gestionar para la propia empresa, permitía atestiguar el compromiso del público internacional. Los cánticos fueron continuados y no bajaron de intensidad en ninguno de los lances de la noche, con mención especial a la entrada de un veterano como Randy Orton, a quien se coreó su icónico tema de entrada, Voices, con la misma fuerza con la que se desgañitaban entonando el Kingdom de Cody Rhodes, a punto de cumplir un año como campeón universal. Incluso se tarareó el I Came to Play de The Miz, otro de esos profesionales incansables siempre al servicio de la compañía, pero no siempre reconocidos por su labor. La dinámica se mantuvo durante el main event, que sirvió igualmente como muestra de fe ante esta hinchada. La WWE programó un cambio titular, el de los campeones por parejas de la marca, y los Street Profits, Montez Ford y Angelo Dawkins, acabaron batiendo a DIY, Tomasso Ciampa y Johnny Gargano. Los cánticos acompañaron todo el combate, con algunos tan espontáneos y chocantes como el “¡calvo!” o el “¡cero pelo!” dirigidos al heel Ciampa. Todo ello queda audible también en Netflix.
Pero también hubo un empeño en sentido opuesto, en la retroalimentación: durante el segundo segmento de la noche, centrado en la pelea encarnizada entre Charlotte Flair y Tiffany Stratton, contendiente y actual campeona femenina de Smackdown, el equipo de seguridad que entró al escenario a contener -sin éxito- a las luchadoras estuvo compuesto por los actuales protagonistas de la escena española. Entre ellos, Zozaya, que durante los últimos meses ha iniciado su prometedora carrera internacional (ha estado en la británica RevPro y ha sido el primer español en competencia en la mexicana CMLL); Pol Badía, otrora concursante de Gran Hermano que ahora tiene una lustrosa carrera y detenta el título absoluto de la Triple W; o Carlos Romo, quien llegó a combatir junto con Axiom (entonces aún A-Kid) en sus primeras pruebas para la WWE en 2019. De hecho, el impacto de la llegada de la empresa a Barcelona se notó también más allá del recinto escogido. Durante los días previos y posteriores, Lucha Libre Rebelión organizó sendos eventos que sirvieron como punto de encuentro para los fans y que incluso contaron con asistentes de altos vuelos. Así fue en la Copa Niño Anónimo, celebrada en honor a Carlos Ruiz el jueves 13, a la que acudieron Kevin Owens, Carmelo Hayes y Braun Strowman.

La cuenta le sale a Netflix, y también a España
Como se cuenta en la docuserie Mr. McMahon de Netflix, WWE cambió la forma de consumir la lucha libre en Estados Unidos, con su planteamiento monopolístico sobre las numerosas promociones regionales que definían el mapa estadounidense. El contenido pasó a enfocarse a su explotación televisiva, y de ahí su progresión con las décadas. El producto se fue moldeando y modelando a las nuevas generaciones, también en España, primero en Telecinco, que popularizó el nombre Pressing Catch a principios de los noventa, más tarde en Cuatro, que hizo de la WWE uno de sus contenidos juveniles clave en sus primeros años de vida; y, tras una breve etapa en Marca TV, en Atresmedia, donde el interés fue decayendo conforme pasaba la década.
Los últimos cambios emprendidos sobre el producto, en términos formales, han tenido que ver con la realización, tras la salida de Kevin Dunn (implicado en los escándalos sexuales de Vince McMahon) y la entrada de Lee Fitting como nuevo jefe de producción, tras una larga carrera en ESPN (y de la que salió, hay que señalar, tras las acusaciones de comportamiento inapropiado hacia las mujeres), que ha dado pie a una aproximación más cercana a otras retransmisiones deportivas. Se aprecia en el uso de los rótulos e información sobreimpresionada, así como en determinadas soluciones visuales y planos, con el uso de planos cenitales generales y drones. Se busca añadir espectacularidad a un contenido que, en sí, se configura como una suerte de realidad aumentada, de gran teatro de corte casi homérico, en cuyo cuadrilátero se construyen héroes y villanos.
El debate entre realidad y ficción, o deporte y entretenimiento, da pie a enfoques diferenciados: la principal competencia de la Federación, la AEW, insiste en primar la faceta deportiva, mientras que primeras espadas de la WWE como el comentarista Michael Cole enfatizan en el componente del entretenimiento como la clave del interés de Netflix. En el fondo, los matices entre los respectivos programas son mucho más difusos de lo que puede esperarse. Lo que importa es lo que aporta a una plataforma de streaming un producto así, que parece no terminar nunca, donde no hay descanso, ni temporadas, pero donde la emoción y el resultado está preestablecido.

Acaso la clave será esa posición a medio camino. Si revisamos los planes de Netflix para 2025, el deporte y el directo ya forman parte de las prioridades de una compañía que prevé gastar 18.000 millones de dólares en dicho ejercicio para producción de contenido. Esta cifra, defendía su director financiero Spencer Neumann, no supone el techo de gasto de la plataforma, que terminó 2024 superando los 300 millones de suscriptores por primera vez en su historia. La WWE ofrece una maquinaria engrasada donde todo funciona desde hace tanto que parece que siempre ha sido así. Trending Topics acumulados en cada emisión, vídeos de gran viralidad en redes y altos consumos en YouTube, contenidos que se retroalimentan sin descanso. La eficacia está más que probada y justifica esa apuesta por 10 años, los que estipula el acuerdo alcanzado a comienzos de 2024 con Netflix. Quedaba que esa apuesta saliese en nuestro territorio, que estuviese a la altura de mantenerse en esa órbita que no se detiene nunca. Al fin y al cabo, el wrestling aún está lejos de tener un engarce con el público masivo en España.
Al concluir el evento, Cody Rhodes salía de nuevo a escena para un dark match contra The Miz y, tras torearlo -literalmente, el tópico cultural prevaleció- y someterlo en la cuenta de tres, aseguraba al público: “Sin duda volveremos”. Triple H agregó en X que la audiencia fue “increíble”. España se llevó el combate.