Espacio de opinión de Canarias Ahora
Acerca del estudio de la ULL
Cuando un estudio se presenta con la intención de analizar la viabilidad de un sistema energético 100% renovable y autosuficiente para Tenerife, uno esperaría entusiasmo y audacia. Pero no. En su lugar, nos encontramos con un ejercicio de precaución extrema que, en lugar de abrir puertas, parece diseñado para alimentar dudas. La pregunta es: ¿qué teme este estudio? ¿Que la transición energética sea demasiado real y posible?
El estudio nos dice que para convertir a Tenerife en un sistema energético autosuficiente se necesitaría aumentar la capacidad renovable hasta los 6 GW y disponer de 12 GWh en almacenamiento. ¡Oh, qué sorpresa! Parece que nadie les avisó de que las transiciones tecnológicas requieren cambios de escala. Es curioso que este mismo tipo de afirmaciones nunca ha detenido la expansión de infraestructuras de combustibles fósiles, autopistas o redes de telecomunicaciones. Pero cuando se trata de energía renovable, de repente la magnitud del reto se convierte en un argumento en su contra.
Lo que el estudio no enfatiza es que 6 GW no es una cifra disparatada cuando se compara con otras transiciones similares. Alemania ha instalado más de 10 GW de renovables en un solo año, y países con menor irradiación solar han multiplicado su capacidad fotovoltaica sin problemas. ¿Realmente es inalcanzable instalar unos pocos gigavatios adicionales en una isla con condiciones climáticas privilegiadas y donde el precio de los combustibles fósiles importados no hará sino aumentar?
Uno de los grandes olvidados en este estudio es el almacenamiento hidráulico, una de las herramientas estratégicas más efectivas para gestionar excedentes de energía renovable. La realidad es que Tenerife ya tiene planes para incorporar almacenamiento por bombeo en el sistema eléctrico. El proyecto de bombeo de Güímar permitiría almacenar excedentes renovables en forma de energía potencial y liberarlos en momentos de baja generación. Este tipo de tecnología no solo es fiable y eficiente, sino que ya se ha demostrado su éxito en otros territorios aislados, como El Hierro, donde la central de Gorona del Viento ha logrado altos niveles de penetración renovable.
Nos advierten de que un 30% de la energía renovable generada podría ser “desperdiciada”. Una afirmación tan dramática como irrelevante. Desde hace décadas, los sistemas eléctricos han operado con márgenes de seguridad y “exceso” de generación en términos de reserva fría. Pero ahora, cuando ese exceso viene de fuentes renovables y no de ciclos combinados, parece ser un problema.
La solución de almacenamiento se menciona, pero con una dosis de escepticismo, a pesar de que el costo de la electrólisis ha caído en picado y continuará haciéndolo. La eficiencia de conversión de la electricidad a hidrógeno está en el 75%, y con mejoras tecnológicas y economías de escala, se espera que alcance el 80% en la próxima década. La integración de hidrógeno verde en el sistema energético ya es una realidad en otros sistemas aislados como el de las Islas Orkney en Escocia. ¿Por qué en Tenerife habría de ser imposible?
El estudio nos quiere hacer creer que electrificar el transporte ligero y usar hidrógeno para el pesado es un desafío casi insalvable. ¿De verdad? En un mundo donde la industria del automóvil ha sido capaz de llevar vehículos eléctricos al mercado masivo en menos de una década, parece ridículo argumentar que una isla con menos de un millón de habitantes no podrá adaptarse.
El plan para la movilidad eléctrica se reduce a algo bastante simple: desplegar infraestructura de carga y fomentar la gestión inteligente de baterías. La tecnología *Vehicle-to-Grid* (V2G) ya ha sido probada en países como Dinamarca y Japón, y ha demostrado que puede reducir la necesidad de almacenamiento estático en un 20%. La electrificación de la flota pesada con hidrógeno es viable y ya está en marcha en países como Suiza y Alemania, donde los camiones de pila de combustible están en operación comercial.
Históricamente, la universidad ha sido la punta de lanza de las grandes conquistas sociales y económicas, el motor del progreso y la innovación. Sin embargo, parece que la Universidad de La Laguna (ULL) no está dispuesta a asumir ese rol en la transición energética. En lugar de liderar con audacia el camino hacia un sistema energético sostenible, parece más cómoda con estudios que enfatizan las barreras y las dificultades, en lugar de aportar soluciones viables y estrategias ambiciosas. Es una oportunidad perdida para que la institución se posicione como un actor clave en la transformación del modelo energético de Canarias, impulsando investigaciones que no solo analicen la viabilidad, sino que también propongan rutas claras para hacerla realidad.
Tenerife tiene un potencial renovable envidiable. El viento sopla con fuerza, el sol brilla sin interrupciones durante todo el año y las tecnologías de almacenamiento están listas para integrarse. Pero si seguimos esperando estudios que garanticen que la transición será tan fácil como encender un interruptor, nos quedaremos atrapados en una eterna parálisis por análisis.
Lo más irónico de todo es que, mientras este estudio titubea en torno a la “posibilidad” de la transición, el resto del mundo ya la está haciendo. Así que, en lugar de plantearnos si esto es posible, quizá deberíamos preguntarnos cuánto tiempo más estamos dispuestos a retrasarlo.
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