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Arqueología del fascismo

9 de marzo de 2025 22:05 h

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Cuando la humanidad haya evolucionado bastante o quizá desaparecido, los arqueólogos de la civilización que nos suceda tendrán ante sí un enorme reto científico: la arqueología del fascismo. El reto será desenterrar lo que supuso la mayor plaga antidemocrática; en los yacimientos, entre todo lo encontrado, brillarán como estelares los hallazgos de artefactos judiciales.  

No sé exactamente lo que encontrarán, la ciencia de entonces estará muy avanzada pero más acá de la IA, las catas estarán bien surtidas de mazos de corte, malletes, campanillas, más frecuentes por ser de metal, difícilmente pelucas, puñetas y togas porque los textiles resisten peor el paso del tiempo, pero habrá restos y restos, calaveras, grabaciones en soportes sin destruir, figuritas de milicias togadas al completo en formación como los soldados chinos de terracota, maletines, maletas con ruedas… Me creo que incluso con métodos menos acreditados, esotéricos, en las sicofonías del fascismo, entre los escombros de los edificios judiciales se oirán frufrús de togas, no me cabe ninguna duda. 

La arqueología dará cuenta y confirmará que en todo fascismo, en su nacimiento y continuidad, aparecen artefactos judiciales. En todo caso, la arqueología del futuro será más valiente que la historia contemporánea porque, como decía Jorge Luis Borges, la historiografía es una ciencia discontinua y, con frecuencia -esto es mío-, sus lagunas forman parte de esa misma peste antidemocrática. 

Por su abundancia y proximidad histórica, las excavaciones tal vez empiecen en la Alemania actual; allí aparecerán los restos de jueces, muchos procedentes de la milicia del Reich imperial, alistados en la judicatura de la República de Weimar, antirrepublicanos y nada demócratas, para hacerla imposible y allanar su descomposición; saldrán a la luz los restos de la toga parda milagrosamente conservada casi intacta del juez Georg Neithardt que dejó sin apenas un roce y embravecido a Adolf Hitler, protagonista del golpe de Estado de la cervecería, el Putsch de Múnich, y una caja de latón sellada con los carnés de la totalidad de los jueces afiliados a los pocos años de aquello a la Federación de juristas alemanes nacionalsocialistas. 

El escándalo de lo descubierto fortalecerá la memoria democrática y esos que vengan tendrán muy en cuenta cómo desde el Código de Hammurabi que aventuraba civilizaciones democráticas hemos retrocedido cada tiempo y época por jueces degenerados

En España, una excavación algo menor, encontrarán los restos acumulados del TOP, indistinguibles de los del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, sobre un estrato inferior de vestigios de aquellos jueces de la república que la boicotearon y golpearon; y en una capa superior, un amasijo compacto de restos de los tribunales antedichos, tripas revueltas como un garum pero de muy ínfima calidad; en el estrato más reciente los detritos procedentes de los que se sintieron sus herederos en el Tribunal Supremo, una puerta ceremonial trasera casi intacta, exvotos; quizá un misterioso CGPJ que cuando los arqueólogos descubran, podrán constatar la verosimilitud de su existencia con asombro por el olvido de la historia de las mayores infamias acontecidas en el poder judicial. 

En EEUU, los restos del vitalicio Tribunal Supremo confirmarán que el auge del totalitarismo de Donald Trump hubiera sido imposible sin la condescendencia de aquellos jueces que le concedieron una inmunidad regia. Con tiempo lo habría impedido la No King Act -EEUU no tiene rey, así clamaba el desesperado intento de un usurpado poder legislativo-, proyecto de ley de infeliz trayectoria en el Congreso estadounidense; se demostrará que pasó, si aparece algún resto escrito de ese intento de resistencia en el yacimiento, aunque lo dudo, viendo de la manera como la intelectualidad aposentada y apacentada está siendo controlada. 

Un retraso para la humanidad, así lo verán los que vengan; gracias al civilizatorio trabajo de sus arqueólogos, el escándalo de lo descubierto fortalecerá la memoria democrática y esos que vengan tendrán muy en cuenta cómo desde el Código de Hammurabi que aventuraba civilizaciones democráticas hemos retrocedido cada tiempo y época por jueces degenerados que, disfrazados de justos, abrieron las puertas desde el lugar privilegiado que les ha brindado el pueblo a los partidarios de la tiranía y el totalitarismo.  

Cuando la humanidad haya evolucionado bastante o quizá desaparecido, los arqueólogos de la civilización que nos suceda tendrán ante sí un enorme reto científico: la arqueología del fascismo. El reto será desenterrar lo que supuso la mayor plaga antidemocrática; en los yacimientos, entre todo lo encontrado, brillarán como estelares los hallazgos de artefactos judiciales.  

No sé exactamente lo que encontrarán, la ciencia de entonces estará muy avanzada pero más acá de la IA, las catas estarán bien surtidas de mazos de corte, malletes, campanillas, más frecuentes por ser de metal, difícilmente pelucas, puñetas y togas porque los textiles resisten peor el paso del tiempo, pero habrá restos y restos, calaveras, grabaciones en soportes sin destruir, figuritas de milicias togadas al completo en formación como los soldados chinos de terracota, maletines, maletas con ruedas… Me creo que incluso con métodos menos acreditados, esotéricos, en las sicofonías del fascismo, entre los escombros de los edificios judiciales se oirán frufrús de togas, no me cabe ninguna duda.