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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Canibalismo en el Paleolítico: un misterio en la cueva de Maszycka

Dibujo antiguo de las excavaciones de finales del siglo XIX de la cueva de Maszycka. Gotfryd Ossowski, Museo de Arqueología de Cracovia.
21 de febrero de 2025 09:57 h

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Es invierno en Cracovia y la nieve cae bajo un cielo plomizo. Caminamos con prisa por las calles del casco viejo en dirección al Museo Arqueológico, donde descansan los restos óseos de individuos que vivieron hace 600 generaciones. Allí nos esperan Marta Połtowicz-Bobak y su esposo Darius Bobak, arqueólogos responsables de custodiar estos vestigios prehistóricos y de dirigir las excavaciones en la Cueva de Maszycka.

Nuestro objetivo es claro: contrastar una antigua hipótesis. Somos un equipo de investigación reducido, apenas tres personas, pero nuestra experiencia y el uso de nuevas tecnologías nos permitirán desentrañar un misterio que ha permanecido sin respuesta durante más de un siglo.

Una cueva en el límite del mundo

Hace 15.000 años, Europa emergía lentamente del letargo de la última Gran Glaciación. Los hielos retrocedían y los bosques avanzaban, recuperando el territorio perdido. Los grupos humanos que habían permanecido en refugios al sur comenzaban a desplazarse hacia el norte, explorando nuevas tierras y asentándose en ellas.

En lo que hoy es Polonia, cerca del nacimiento del río Vístula, grupos humanos provenientes de Aquitania y Cantabria establecieron su hogar en la cueva de Maszycka. Para ellos, aquel refugio marcaba los límites de su mundo conocido. Pero allí, en un episodio violento digno de una película de terror, encontraron la muerte.

Un hallazgo olvidado

A finales del siglo XIX, el geólogo y anticuario Gotfryd Ossowski excavó la cueva de Maszycka. Entre sus descubrimientos se encontraban herramientas de piedra, hueso y marfil de mamut pertenecientes a la cultura magdaleniense, una sociedad de cazadores-recolectores que se extendió por Europa entre hace 17.000 y 12.000 años. Esta cultura nos dejó obras maestras como las pinturas de Altamira.

Sin embargo, lo más inquietante fueron los restos humanos esparcidos por el suelo de la cueva. Ossowski trasladó los huesos al Museo Arqueológico de Cracovia, donde permanecieron olvidados en cajas de cartón durante más de un siglo, hasta que en la década de 1990 dos antropólogos polacos los analizaron nuevamente.

Lo que encontraron fue perturbador: cortes y fracturas en los huesos, marcas que sugieren el uso de herramientas de piedra para descarnar cuerpos y abrirlos. Su conclusión fue clara: canibalismo. Pero no todos estuvieron de acuerdo. Años después, un investigador alemán rebatió esta idea, argumentando que las marcas podían deberse a rituales funerarios.

Un nuevo enfoque y una gran sorpresa

En 2021, Palmira Saladié, investigadora del Institut de Paleoecologia Humana i Evolució Social, y yo diseñábamos la tesis doctoral de Francesc Marginedas, un brillante estudiante con interés en el canibalismo prehistórico. Revisamos casos documentados y encontramos referencias a la cueva de Maszycka.

Para la tesis de Marginedas nos proponíamos aplicar nuevos métodos y técnicas avanzadas a algunos casos controvertidos. Nos preguntamos: ¿eran realmente signos de canibalismo o una práctica ritual? Con los permisos en orden, en 2022 viajamos a Cracovia.

Como en la serie Bones, donde una antropóloga forense desentraña crímenes con el método científico, pasamos días analizando minuciosamente cada hueso con microscopios digitales. Descubrimos más marcas de las que se habían documentado antes. Además, un análisis estadístico de la distribución de los cortes en los cráneos descartó la hipótesis de un ritual funerario. Todo indicaba un caso claro de canibalismo. Pero algo no cuadraba: la mayoría de los restos eran fragmentos de cráneo… y los caníbales no dejan solo cráneos.

Antes de terminar nuestra visita, pedimos examinar las cajas de huesos de fauna, considerados desechos prehistóricos. Apenas abrimos la primera caja, la cara de Marginedas se iluminó: ¡un fragmento de brazo humano! Entre los huesos de animales había pequeñas esquirlas de restos humanos que habían pasado desapercibidas debido a su alta fragmentación.

El análisis reveló lo que temíamos: huesos del tórax, brazos y piernas con marcas inconfundibles de desollado, descarnación y fracturación para extraer la médula ósea. No cabía duda: se trataba de canibalismo.

Canibalismo de guerra en el Paleolítico

De vuelta en España, nos llevó más de un año analizar los datos con tecnología avanzada: digitalización 3D, microscopía confocal y análisis estadístico. El resultado fue impactante. Las marcas en los huesos humanos coincidían con las de modelos experimentales. Seis adultos y cuatro niños fueron descuartizados y procesados como si estuvieran en un matadero.

La pregunta era: ¿por qué?

Aunque pueda sorprendernos, el canibalismo de guerra ha sido practicado por multitud de culturas en todos los continentes hasta el siglo XX. Y no se trata de algo que ocurriese en un pasado remoto. Por lo que sabemos, la antropofagia fue mucho más común en época histórica que en la prehistoria.

Al revisar casos de canibalismo en el Paleolítico Superior, encontramos un patrón. La población prehistórica europea aumentó y se expandió hacia los nuevos territorios de caza que habían quedado libres de hielo.

Nuestra hipótesis, publicada ahora en la prestigiosa revista Scientific Reports, es que la colonización de estos nuevos territorios libres de hielo y el aumento demográfico pudo haber generado un escenario propicio para el conflicto entre grupos. La expansión hacia nuevas tierras suele estar asociada a enfrentamientos, ya sea entre los colonizadores y grupos nativos o entre distintos grupos de colonizadores que compiten por el control del territorio y sus recursos.

En la cueva de Maszycka, hace 15.000 años, el destino de un grupo de humanos quedó sellado en un episodio de violencia extrema. Hoy, gracias a la ciencia, estamos un paso más cerca de entenderlo.

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