Sobre la Bajada de La Virgen

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Me piden amigos y enemigos que opine sobre este asunto. Unos para darles la razón a quienes creen tenerla; otros para tener constancia de mi postura ante determinados asuntos de la poli y descargar sobre hombros ajenos lo que ellos opinan en corralas y guachinches y no tienen el valor de decir en voz alta. Para todos hay respuestas. Para todos tengo argumentos, pero debo aclarar que ambos bandos se equivocan. No hay verdades absolutas ni razones exactas. Hay verdades a medias y razonamientos que dependen del cuándo y el dónde. No tengo la solución para tantas interrogaciones, sólo opiniones diversas y en ocasiones opuestas como le sucede a cualquier vecino. Hasta ahí imagino que todos estaremos de acuerdo. Lo que no podemos consentir es llegar a las manos, ideológicamente hablando, por una estúpida posición inalterable y fanática respecto a ciertos temas que tienen que ver con una fiesta popular de carácter religioso en la que se trata de hacer feliz a mucha gente que cree en ella y ha vivido para ella durante muchos años. ¿Vamos a pelearnos ahora que podemos recuperar la pureza y el regocijo con esa fiesta? ¿Vamos a renunciar a la inocencia porque se enzarcen algunos en discusiones peregrinas motivadas por la soberbia, el rencor o la envidia?

A la mayoría de los palmeros les importa bien poco quién canta o dirige las canciones, quién recita la loa y quién es su dueño, quién diseña los mascarones y quiénes escribieron el diálogo entre el castillo y la nave. A los palmeros lo que les gusta es saber que Ella, “su” Virgen de Las Nieves, regresa de nuevo a las calles y lo hace con celebraciones de diversa índole, unas sagradas y otras profanas, pero dedicadas a su nombre y a su memoria. El palmero lo que quiere es regresar una y otra vez a la infancia y la alegría. Dos motivos más que suficientes para ser respetados. No es el quién sí o quién no se encarga de organizarlo, representarlo y llevarlo a cabo. No es de recibo enfrentarnos por algo tan nimio como una celebración o un recital o un carro o un desfile de gigantes y cabezudos. No es necesario comprometer a los ciudadanos de la isla en desafíos dialécticos sobre si merecemos o no tener una orquesta propia o ajena cuando lo que importa es lo que se toca o recita o dramatiza o baila y cuando lo que importa no es quién lo escribió o diseñó o musicó sino para quién se hizo cómo y cuándo se hizo y en qué contexto.

No me vengan doctores de la iglesia a decirnos ahora qué vale o no vale, qué sirve y a quién sirve. No me gusta ese tono que se gastan algunos para defender sus criterios personales. No me gustan esos discursos en los que se proclama que la isla tiene una orquesta propia y no deben venir de fuera a tocar una música determinada ni esos otros en que se ofende a quien desea conservar la esencia de una partitura compuesta para un acto concreto por una persona concreta con el rigor y la genialidad de un músico extraordinario como lo era Luis Cobiella; como tampoco me gustan quienes opinan que una isla como La Palma no es la apropiada para tener su propia orquesta. Puede tenerla, claro que puede, pero no a pocos meses de empezar a ensayar. Una orquesta no es algo que pueda improvisarse de la noche a la mañana. Por otra parte, es necesario decir para que lo entiendan algunos que no hay orquestas de aquí o de allá. Sólo hay orquestas. Y si alguna es capaz de interpretar una partitura como es debido, esa es nuestra orquesta, me da igual que sea la orquesta de Gran Canaria o la Sinfónica de Berlín. Y si alguien canta mejor que nadie, ese es nuestro cantor. Y si alguien de Senegal compone una loa digna de ser representada, esa loa ya es la nuestra.

Ni la música debe entrar en discusiones políticas de bajo nivel, ni los dramaturgos deben opinar sobre obras ya hechas y que han crecido con nosotros como han crecido a nuestro lado enanos y pandorgas. ¿Qué es eso de yo no canto si la canción no es mía, yo no recito si el poema no es mío, yo no toco si la orquesta es de otro? No hay propiedades en una fiesta de esa categoría. Nada es de nadie porque desde 1676 esa fiesta no le pertenece a nadie. Ni nosotros somos sus dueños ni quienes dicen gestionarla y llevarla a cabo lo son. Es de todos por igual porque a todos nos corresponde celebrarla y disfrutarla lo mejor que podamos. Y si hoy escribo unos versos para honrar su Bajada por la Cuesta del Planto esos versos son de Ella y para Ella y para quienes la celebran a Ella. Y así con todos los actos a proclamar en su nombre.

 

Elsa López

8 de enero de 2025

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