En la Ciutat Vella-escaparate de Collboni, las vecinas molestan

En la reciente entrevista que El País publicó al concejal Albert Batlle, le preguntaron por sus políticas para el distrito de Ciutat Vella. Parecía una gran oportunidad para poner en valor los barrios que lo integran en un altavoz importante. Pero las expectativas, tal vez demasiado optimistas, no se cumplieron. La respuesta se limitó a dos prioridades: “el distrito necesita una intervención integral” y “mejorar la convivencia en el espacio público”. Un par de frases no muy concretas, que resumen su plan y su forma de entender el distrito.
Podríamos pensar que la brevedad conlleva una falta de proyecto, pero no es así. El PSC tiene un proyecto para Ciutat Vella, anclado entre los años 80 o 90 del siglo pasado, que se centra en las intervenciones urbanísticas a gran escala como motor de regeneración de los barrios (por cierto, hasta ahora desconocidas en este mandato) y la mejora de la convivencia como elemento que promueve la seguridad.
En múltiples ocasiones, el concejal ha insistido en describir el distrito como un territorio “problemático”, “difícil”, un lugar donde cuesta implementar políticas públicas. Es habitual que lo defina como el “contenedor social” donde se vierte todo lo que la ciudad no quiere, una caracterización que desplaza la centralidad y la capacidad de acción de los vecinos y las vecinas, convirtiéndolos en espectadores y receptores de lo que, en sus palabras, se echa en sus barrios.
De esta manera de entender Ciutat Vella y sus vecinas se deriva un plan que busca mostrar control de la situación y unos barrios ordenados para proyectar una imagen de orden y de un districto en calma, que es lo que quieren escuchar los operadores económicos que utilizan sus calles y su patrimonio para ganar dinero. Por el contrario, no entra en sus planes dar respuesta a las demandas vecinales, promover el espacio público como lugar de encuentro comunitario y generador de cohesión social, y garantizar la escucha activa con todos los colectivos que viven en la Barceloneta, el Raval, el Gòtic y el Casc Antic.
Ciutat Vella es el distrito más activo y diverso de Barcelona. El que vive más en el presente y donde se prefiguran muchas de las realidades que se darán en algún momento en la ciudad. Sus barrios cuentan con un vecindario que resiste y sobrevive las tensiones económicas y sociales provocadas por ser el centro de la ciudad y que reclama ser escuchado. Reducir Ciutat Vella a un problema es una excusa para no ofrecer soluciones reales.
En lugar de reducirlo, las vecinas necesitamos que quien lo gobierne abrace todas sus diversidades, sus alteridades y sus disidencias, las escuche y las reconozca, a todas, como sujetos válidos y con incidencia política. El objetivo debe ser incorporar las necesidades de la gente que vive allí, sus esperanzas y sus quejas, desarrollando políticas públicas que las pongan en el centro.
Cuando el gobierno de Batlle desmantela la pacificación de la calle Pelai para devolverla a los coches, lanza un claro mensaje contra la descarbonización de la ciudad. Cuando sustituye la “Comunitat Rambles”, un espacio de trabajo colectivo abierto a toda la ciudadanía, por un consejo asesor cerrado, y elegido a dedo a partir de experticias profesionales individuales, expresa su vocación elitista.
Cuando desalojan la Antigua Massana sin haberse sentado a hablar, aunque fuera para constatar las diferencias ideológicas con un proyecto comunitario, muestra su desprecio por las formas de autoorganización popular. Cuando amplía las horas de carga y descarga comercial muestra el desinterés por armonizar la difícil relación entre las necesidades económicas y el bienestar de las vecinas, sobre todo en los entornos escolares, priorizando las primeras. Cuando decide que el CAP del Casc Antic se ubicará en el Eixample o cuando cierra el expediente del autobús de barrio de la Barceloneta sin explicaciones, se constata que gobierna a pesar de las vecinas.
En Ciutat Vella tenemos un concejal que no tiene ningún interés en comprender la vida del distrito. Pero no confundamos su falta de interés con falta de intención. Batlle y Collboni desarrollan políticas que se sostienen sobre clichés y prejuicios que vienen de antiguo y que tratan a las personas que vivimos y queremos seguir viviendo aquí como si fuéramos una molestia.
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