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Las primeras palabras del nuevo obispo de Córdoba: “Nuestra iglesia, para ser creíble, necesita ser transparente”

Jesús Fernández.

Redacción Cordópolis

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Este jueves, el Papa Francisco ha nombrado a Jesús Fernández González como nuevo obispo de Córdoba. Hasta ahora obispo de Astorga y anteriormente obispo auxiliar de Santiago de Compostela, Fernández González tomará posesión de su nueva sede el próximo 24 de mayo. En sus primeras palabras dirigidas a la diócesis que le ha sido encomendada, el nuevo obispo se presenta con humildad y propone la corresponsabilidad de todos para profundizar en el camino sinodal de la Iglesia Universal.

En una entrevista concedida a los periodistas de la propia Diócesis, el nuevo obispo de Córdoba compartió cómo recibió la noticia: “Bueno, como suele ser habitual a través del Nuncio Apostólico en España, ese momento monseñor Bernadito Auza. Mi reacción personal fue de sorpresa, porque realmente yo pensaba ya que mi ministerio en Astorga sería ya el definitivo, también de gratitud al Santo Padre, el Papa Francisco, de cuya mejoría me alegro, evidentemente, como todos los católicos. Gratitud a él por la confianza que ha puesto en mi persona y en mi ministerio”. También expresó sentimientos agridulces por tener que dejar Astorga, una diócesis cercana a su lugar de nacimiento, pero manifestó alegría por la diócesis de Córdoba, de la que siempre ha oído hablar maravillas, incluyendo a su actual obispo, Demetrio Fernández, a quien le une amistad. Recordó una anécdota de cuando comenzó en la Conferencia Episcopal Española en 2014, donde el obispo le dio un abrazo y le llamó hermano, sorprendiéndole al compartir el mismo apellido: Fernández González. También mencionó haber oído hablar de los “sacerdotes magníficos de Córdoba, de la vida de muchos jóvenes, de las vocaciones y los muchos seminaristas”, destacando la “vitalidad muy grande de una diócesis que contrasta con la que ahora mismo pastoreo, rural y despoblada”.

Fernández González llega a la populosa Andalucía desde la “España vaciada”. Su experiencia como obispo de Astorga, una diócesis despoblada que abarca territorio en las provincias de León, Zamora y Orense, ha sido “muy enriquecedora”. Anteriormente, en la diócesis de Santiago, aprendió a ser obispo junto al arzobispo Julián Barrio y otros miembros de la archidiócesis. Describió su estancia en Santiago como una “luna de miel” y su trabajo en Astorga como “intenso, aunque muy familiar”.

Conocimiento “más bien escaso” de Córdoba

Su conocimiento de la Diócesis de Córdoba es “más bien escaso”. Sin embargo, ha estado en Córdoba hablando con miembros de la Cáritas Diocesana, cuyos centros y proyectos le dejaron “muy impresionado”. También visitó Córdoba para hablar sobre Pastoral de la Salud hace un año. Las referencias que tiene de la diócesis son “inmejorables”.

Como obispo responsable de Cáritas Española y con un lema episcopal que implica su predilección por los pobres, explicó que para él, como discípulo de Jesucristo, los pobres eran sus preferidos en un sentido integral, abarcando la pobreza económica, social, cultural y religiosa, siendo esta última, el olvido de Dios, la mayor pobreza según el Papa Francisco. En la Conferencia Episcopal Española, es presidente de la Comisión de Pastoral Social y Formación Humana, que incluye Cáritas, justicia y paz, ecología integral, pastoral penitenciaria, pastoral de la salud, inmigraciones y movilidad humana. También es responsable de Cáritas Española, que se sitúa en la subcomisión de Acción Caritativa.

Refiriéndose al camino sinodal en el que está inmersa la Iglesia Universal, Fernández González destacó la necesidad de “testimonio, cercanía y transparencia”. Subrayó que el Sínodo ha intentado ahondar en la esencia de la Iglesia como “Comunión para la misión”. Enfatizó la necesidad de una iglesia renovada y fiel a su esencia, que dé testimonio de comunión, recordando el mandato del Señor de amarse los unos a los otros. Lamentó que “estamos en una sociedad muy polarizada y cuyo disenso está llegando incluso a la propia Iglesia”. Advirtió que “la división y el enfrentamiento en ella producen escándalo y neutraliza en cierto modo la mediación salvadora de la Iglesia”. Respecto a la cercanía, la considera otra característica de una Iglesia renovada que prolonga la encarnación de Jesucristo. Finalmente, sobre la transparencia, afirmó que “en un mundo proclive a la apariencia y la mentira... nuestra iglesia, para ser creíble, necesita ser transparente. No tenemos nada que ocultar. En realidad, nuestra acción es siempre abierta a la verdad, a la belleza y al bien”.

Sobre el problema vocacional, reconoció que la Iglesia en Occidente sufre una crisis importante. Aunque Córdoba cuenta con un número considerable de seminaristas, advirtió contra la complacencia y abogó por fortalecer la conciencia de los fieles sobre la llamada de Dios en todos los aspectos de la vida. Insistió en que todos los bautizados, incluyendo los laicos, son llamados, y que los laicos tienen la misión principal de transformar el mundo desde el Evangelio.

En cuanto a la dimensión social de su episcopado y la mitigación de la pobreza, especialmente entre los niños, Monseñor Fernández González señaló la complejidad del problema, que abarca la falta de recursos económicos, la pobreza laboral, la soledad, la pobreza cultural y la pobreza religiosa. Ante ello, prioriza la prevención y la solidaridad. Destacó la importancia de crear empleo digno y el papel de empresarios, políticos y sindicalistas en esta lucha. También resaltó la importancia de una educación integral y la evangelización para promover la vida espiritual. Abogó por la “inserción comunitaria” como forma de crear redes de apoyo.

Para crear contextos donde resuene la llamada de Dios en un ambiente de polarización, propuso facilitar espacios de oración y encuentro con Dios en el silencio, recordando el retiro de Jesús al desierto. También considera oportuno promover pequeñas comunidades que compartan fe, oración y vida, abiertas a la Palabra de Dios y alimentadas por la Eucaristía, convencido de que “el futuro de la fe y de la humanidad pasa por vivir la fraternidad”.

Su experiencia como vice auxiliar en Santiago de Compostela, con su cátedra en un templo declarado Patrimonio de la Humanidad como la Mezquita-Catedral, que recibe millones de visitantes al año, supone para él un reto. Desde esa cátedra resonará la Palabra de Dios, un tesoro que desvela el misterio de Dios y del hombre. Ser fiel transmisor de esa palabra es un reto, al igual que suceder a Don Demetrio. También destacó el valor y el reto del cuidado y la conservación del patrimonio religioso, fundamental para su uso religioso y evangelizador.

En cuanto a sus planes para la Diócesis de Córdoba, afirmó que “Mi plan es el Evangelio”. En una primera etapa, se dedicará a escuchar y empaparse de la realidad diocesana para, con los consejos y la participación de pastores, consagrados y laicos, diseñar un plan de futuro.

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