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Chimamanda Ngozi Adichie: “Los hombres necesitan leer más sobre las vidas de las mujeres”

La escritora Chimamanda Ngozi Adichie

María Ramírez

Londres —
3 de marzo de 2025 21:47 h

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En el auditorio a rebosar del Royal Festival Hall, en la orilla sur del Támesis, este domingo Chimamanda Ngozi Adichie habla de los bolsillos, de la regla, de Winston Churchill, de los matices y de la verdad. Lo hace entre carcajadas de ella y de la audiencia entusiasmada. Mujeres africanas, americanas y europeas, algunas en grupos de amigas y clubes de lectura, ocupan gran parte de los más de 2.000 asientos de la sala. También hay lectores masculinos para una cita muy esperada: la primera novela de la escritora y activista feminista nigeriana en más de una década.

Después del éxito de Americanah, publicado en Estados Unidos en 2013 y en España en 2014, Adichie ha escrito ensayos, artículos y cuentos, pero ahora vuelve a su género favorito, la novela. El libro recién publicado en inglés, Dream Count, cuenta la historia de cuatro mujeres entre Estados Unidos y Nigeria —los dos países donde vive la autora— y, según el británico Sunday Times, es “como Guerra y Paz en versión feminista”.

Adichie ríe, hace una pausa y dice con tono algo incrédulo “sinceramente…” cuando la escritora que la entrevista en el escenario, Elizabeth Day, le repite la comparación. Después se ríe un poco más y confiesa que, aunque le gustó el libro de Tolstoi, se saltó “algunas páginas”. 

Los sueños

El título es una variación de la expresión en inglés “body count” que se refiere al número de bajas en un conflicto, pero también al número de personas con las que alguien ha tenido relaciones sexuales. La protagonista de la novela, sola en su casa en Maryland durante la pandemia, piensa en su vida y sus amores pasados, y cuando su prima le pregunta si está haciendo el “recuento de cuerpos”, ella dice que está haciendo el “recuento de sueños”. Y, en un sentido más amplio pensando en las mujeres protagonistas, explica Adichie, la novela trata “sobre quién puede soñar en realidad, qué sueños se consideran valiosos en la sociedad, cómo se piensa en los sueños de las mujeres, cómo piensan los hombres en sus sueños, cuántos de los sueños de las mujeres son suyos o producto de la sociedad”. “¿Qué pasaría si no tuviéramos ese espectro de las consecuencias? Si fuéramos libres de verdad... ¿Cómo soñaríamos?”, dice Adichie, que cuenta que el título le vino como una inspiración de sus ancestros en un momento especialmente emocional para ella tras la muerte de su padre y de su madre con pocos meses de diferencia. 

Su primera idea de título era más irónica, For Men Only (“sólo para los hombres”), pero, aunque la novela te hace reír, le parecía que el sarcasmo no pegaba. Ahora bien, el libro en cierto sentido sí está dedicado a los hombres.

En el turno de preguntas, una lectora en la audiencia le da las gracias por ser “la portavoz de las mujeres y, en especial, las mujeres de color”. Una vez más, Adichie ríe y dice que no merece ese título, pero se contenta con “ser útil para las mujeres”. “Soy una mujer a la que le gustan las mujeres. Estoy interesada en las vidas de las mujeres y quiero escribir sobre las mujeres de manera que refleje la verdad”, contesta. Pero sus lectores hombres también le importan, como menciona más de una vez en la charla, y añade: “Espero que los hombres lean este libro. Los hombres necesitan de verdad leer más sobre las vidas de las mujeres. Eso mejoraría las cosas más rápido”. 

Se trata, según Adichie, de retratar la verdad de las mujeres que en muchas culturas se ha cubierto de “vergüenza”, en especial en relación al cuerpo femenino y sus cambios normales como el embarazo, al parto, la regla o la menopausia. “Muchas de las cosas que les pasan a las mujeres están envueltas en vergüenza… Debemos ser más sinceras, más directas. Porque cuando nuestra cultura esté más cómoda con estas cosas, eso significará que las mujeres tendrán más probabilidades de progresar”.

El caso de Nafissatou

Una de las protagonistas del libro está inspirada en Nafissatou Diallo, la mujer originaria de Guinea que acusó en 2011 a Dominique Strauss-Kahn, el ex director general del FMI y candidato presidencial francés, de asalto sexual en un hotel de Nueva York donde él era huésped y ella, camarera de piso. El proceso penal por violación se interrumpió porque, según los fiscales, Diallo tenía problemas de “credibilidad” al haber mentido en su solicitud de asilo, es decir, un asunto no relacionado. Ella siguió con la denuncia civil, y Strauss-Kahn aceptó indemnizarla en un acuerdo extrajudicial

“Me pareció tan indignante. Y no solo por ella, sino por lo que les pasa a tantas mujeres cuando sufren un asalto sexual y no se les hace justicia. Porque parece que se asume que si quieres justicia, mejor que seas perfecta, mejor que estés completamente libre de pecado. ¿Y quién de nosotros lo está?”, dice Adichie. La historia en la novela es distinta de lo que le pasó a la mujer que la inspira, pero de alguna manera quiere darle poder a su voz, que su historia termine de otra manera. 

Un lector le pregunta sobre si existe “la feminidad tóxica” equiparable a la “masculinidad tóxica” y Adichie contesta sin dudarlo que son expresiones que ella no utiliza. No le gusta el término “masculinidad tóxica” porque es “un tipo de etiqueta preparada, fácil, y que no crea espacio para en realidad hablar de lo que estás hablando”. “Si la pregunta es si hay versiones no sanas de feminidad, por supuesto que sí”, explica la autora de Todos deberíamos ser feministas. “Nunca he sentido que hablar de feminismo e igualdad vaya de tener razón o de ganar. El feminismo es una cuestión de justicia e igualdad. No va de ganarle al otro algo. Pero siempre va a haber malas versiones de cualquier cosa”, explica.  

Matices para desayunar

En las múltiples batallas sobre la libertad de expresión y la protección de las minorías en Estados Unidos, Adichie a menudo habla de la importancia de “la intención” antes de juzgar en los peores términos posibles a cualquiera. Es una defensora de “los matices”.

En el Royal Festival Hall, recomienda “matices para desayunar”, una vez más entre risas en el escenario y en el auditorio. Adichie no menciona al presidente del país donde vive gran parte del tiempo, pero su nombre sí sale en las preguntas.

Una lectora en la audiencia pregunta cómo se consigue “en la práctica” eso de los “matices para desayunar” en un espacio público con un ambiente tan hostil al debate y propenso a las etiquetas simplistas, la brocha gorda para dividir a las personas en grupos, y los insultos y amenazas en redes. 

“Tenemos que seguir intentándolo. El mundo parece muy oscuro ahora y en nuestro futuro próximo. No vemos ninguna promesa de luz. Pero creo que es importante recordar que esto pasará. Siempre he pensado, y es así si miramos a la historia, que el autoritarismo nunca gana”, dice, entre más aplausos. La escritora habla de cultivar “la imaginación humana, el valor, la integridad” y “tratar a las personas con respeto y defenderlas”. También de “negarse a participar” en conversaciones que no se hacen “de buena fe” en el espacio público. “Y, si eres estadounidense, sinceramente no te quedes en casa y vota”, añade. 

Chimamanda Ngozi Adichie at the Royal Festival Hall tonight. A great evening. Let's keep having conversations full of nuance...

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— Clarissa Aykroyd (@stoneandthestar.bsky.social) 3 de marzo de 2025, 0:15

La oscuridad del momento planea este domingo en Londres pese a la alegría en este auditorio. En la misma ciudad, unas horas antes, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y los líderes europeos debaten qué hacer para parar la guerra y cómo proteger Europa ante la creciente hostilidad no sólo de Rusia, sino de Estados Unidos. En la charla de Adichie, un pequeño momento revela los nervios de fondo. 

En una respuesta sobre cómo elige los libros que leer, Adichie menciona que a veces la mueve la curiosidad y otras saber más de algo que piensa es relevante y no sabe lo suficiente. “Estoy leyendo otra biografía de Winston Churchill”, dice, entre risas del público de nuevo. Pero añade: “Mirando a lo que está pasando ahora en el mundo, estoy leyendo más para entender qué pasó entre 1939 y 1945”. La escritora baja la voz y la audiencia guarda silencio por unos instantes, en una especie de un “glups” colectivo.

Una de las preguntas es cómo escribir sobre la guerra y su consejo es centrarse en las historias “pequeñas”, en los detalles de las personas, como los que le contaba a ella un tío que vivió la guerra y le hablaba de las fotografías que quería recuperar entras ruinas o de lo que comía, y así la escritora trataba de “entender las pérdidas de la guerra”. “La historia nos dice qué pasó, las novelas nos cuentan cómo nos sentimos”, dice.

La velada termina como empezó, con más risas, cuando una lectora le pregunta a Adichie, que suele llevar ropa llamativa, si lucirá un traje de una diseñadora nigeriana a la gala del Museo Metropolitan de Nueva York a la que está invitada. En realidad, depende de los organizadores de la gala, pero ya de paso nos cuenta que el vestido que lleva esta noche, metálico brillante y con un enorme volante, es de una diseñadora africana y, lo más importante, tiene bolsillos. La charla termina con una ovación a ella, a sus libros y a los vestidos con bolsillos. 

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