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Cómo recorrer Flandes a pedales: tranquilidad alrededor de Lovaina, con sus castillos, abadías y bosques

Dos rutas para conocer Flandes en bicicleta

Andar en bici / Julen Iturbe-Ormaetxe

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Proponemos dos rutas que nos han recomendado desde 'Flandes en bici': ambas son circulares, con inicio y fin en Lovaina. La primera de ellas, la ruta de Horst, nos conduce hacia el noreste de Lovaina. Cómo no, partimos de la Plaza de los Mártires, junto a la estación. Hasta allí nos vamos desde nuestro hotel, empleando la amplia oferta de carriles bici urbanos que dejan a las claras la cultura ciclista del lugar. Las bicis son clara mayoría para moverse por la ciudad. Nos esperan los amplios paisajes de Hageland y, en especial, una abadía y un castillo de cuento de hadas. O de fantasmas, que también los hay.

Eso sí, lo primero que encontramos es un parque familiar, destinado al ocio, el deporte y la educación: Kessel-Lo. Hacemos las primeras fotos junto a un idílico estanque. A través de un tranquilo carril bici que discurre en parte flanqueado por álamos llegamos a la Abadía de Vlierbeek. Hoy en día es la iglesia parroquial del pueblo. Su restauración se culminó en 2006. A sus espaldas una historia que comienza en 1125 cuando el conde de Lovaina y a la vez duque de Brabante decide donar unas tierras a la abadía. Se levantaron diversos edificios, pero en el siglo XVI las tropas de Guillermo de Orange la incendiaron. Vuelta a empezar. Así que lo que vemos hoy es un edificio de estilo neoclásico que se atribuye al arquitecto Laurent-Benoit Dewez. El entorno es verdaderamente agradable, con una brasería y amplios espacios para pasear y dejar pasar el tiempo.

Retomamos la marcha. Nos espera el castillo que da nombre a la ruta de hoy. Pero antes, aunque el track original no lo incluía, nos permitimos un pequeño capricho para añadir unos kilómetros a las piernas. ¿La razón? Pedalear por Bélgica, pedalear por Flandes: ¿un ciclista de referencia? Quizá el mejor de todos los tiempos. Edouard Louis Joseph Baron Merckx, o sea, Eddy Merckx. Nació un 17 de junio del año 1945 en el número 29 de la calle Tieltsestraat de Meensel-Kiezegem. Allá nos vamos, a ver el monumento de Eddy Merckx: una sencilla escultura con “el caníbal” agarrado a la parte baja del manillar mientras le jalean a su alrededor.

Hasta ahora eso era todo. Sin embargo, en marzo de este año se ha añadido un mural que forma parte de un proyecto de arte callejero. Es el primero de una serie prevista de diez murales y se ha pintado sobre la fachada del Café ‘t Klein Verlet, a apenas 50 metros de donde nació Merckx. La parte creativa del proyecto corresponde a Treepack1, un colectivo, especializado en la transformación del espacio público a través de un arte accesible e inspirador, que para esta ocasión colabora con artistas nacionales y extranjeros. El mismo Eddy Merckx, con motivo de la inauguración del mural, decía: “Es muy agradable ver que mi carrera sigue cautivando la imaginación después de tantos años. Quién sabe, este trabajo puede inspirar a jóvenes ciclistas para que puedan descubrir y desarrollar su talento en las numerosas rutas ciclistas del Brabante Flamenco”.

Como entenderéis, no podíamos dejar pasar la ocasión. Había que peregrinar hasta este lugar como humildes devotos que somos de la religión ciclista. No éramos los únicos que estábamos allí. 

Tras nuestro acto religioso del día, continuamos la ruta a través de pequeñas lomas. Por fin, una recta en descenso nos deja frente al castillo de Horst…¡en obras! Conste que luce hermoso junto a su lago este jovenzuelo del siglo XIII (aunque ya se cita, con otro nombre, allá por 1110). La torre cuadrada, tan característica, es posterior, del siglo XV. De su construcción original parece que solo le faltan los calabozos, que fueron incendiados en 1489, cosas del emperador Maximiliano de Austria en sus disputas con la gente de Lovaina. Con posterioridad ha sufrido las típicas transformaciones para que aguante en pie tal como lo vemos ahora. Si te interesa, puedes hacerle una oferta al Conde Cornet D’Elzius, que creo que es el propietario desde 1972. A ver si tienes suerte. Junto al castillo hay un restaurante y una zona acondicionada para las visitas. No sé si entrará en el paquete. A negociar.

Claro que lo que más nos interesa es la historia del fantasma. Como todo castillo que se precie, no nos iba a faltar la leyenda. Cada medianoche se supone que el Conde de Rode se viene para acá en un carro tirado por seis caballos salvajes. La culpa es suya porque asesinó a un sacerdote en el siglo XV. Ya le dura la condena al pobre hombre. Pasan los siglos y ahí sigue. Hay dos versiones para explicarlo. Una dice que el sacerdote comenzó una misa sin esperar al conde y, claro, la cosa no podía quedar así. Le rebanó la garganta y asunto arreglado. La segunda explicación es más delicada porque cuenta que el sacerdote se lió con la esposa del conde. Elige tu versión.

Volvemos al pedaleo tras dejarlo atrás con sus andamios. Volvemos a la ondulada tierra de Hageland. Nuestro siguiente destino es Beninksberg. ¿Vino o cerveza? Tienes para elegir: el centro de visitantes del vino de Hageland o, un poco más adelante, la cervecería De Vlier. Ya, que tú no estás por discriminar a nadie. O sea, vino y cerveza. Cómo eres.

Esta zona es de tradición vinícola y dicen que se remonta hasta la época romana. De todas formas, ha sido en la segunda mitad del siglo pasado cuando renació el interés. De hecho, la primera denominación de origen es de 1997. Hoy son ya cuatro. Cultivan, sobre todo, las variedades Chardonnay, Pinot Gris, Kerner, Optima, Muller-Thurgau, Pinot Noir y Dornfelder. El centro de visitantes ocupa un edificio neogótico del siglo XIX. Si te animas, se pueden concertar visitas guiadas.

En cuanto a la cerveza, eso son palabras mayores aquí en Bélgica. Además de la pequeña cervecería que comentábamos antes, siguiendo nuestra ruta, ya de vuelta hacia Lovaina, hacemos otra parada en un lugar emblemático: la fábrica de Stella Artois. Te esperan nada más y nada menos que seis siglos de experiencia en el arte de mezclar lúpulo, malta de cebada, maíz y agua. El dicho popular en Bélgica asegura que “mi casa está donde esté mi Stella”. Aunque salió al mercado como tal marca en 1926, los orígenes se remontan al año 1366. En la actualidad, la globalización la sitúa como parte de la multinacional belgo-brasileña InBev.

Ya en Lovaina, para volver al punto de partida, pasamos de nuevo por la Grote Markt. Esta vez el track nos ha dejado frente a la iglesia de San Pedro. Es del siglo XV y reemplazó a otra anterior, románica que, a su vez, reemplazó a otra anterior… bueno, lo habitual. Hoy la vemos construida principalmente en estilo gótico brabanzón y compartió en su día arquitectos con el vecino edificio del ayuntamiento. Lo que viene a ser un dos por uno, vaya. Hubo planes para que se la dotara de varias torres con una aguja central que alcanzaría los 170 metros. O sea, récord Guinness del siglo XV como edificio más alto del mundo. Una pena, porque no salió como lo planearon. Eso sí, hay una maqueta en el transepto meridional que da fe de la idea. Por cierto, vale, vale, ¿y a simple vista qué le falta? El campanario.

Por último, una curiosidad: es uno de los dos templos en el mundo que conserva el título de “iglesia magistral”. Eso supone que, además de disponer de cierta independencia respecto a su diócesis local, todos sus canónigos deben ser doctores en teología. El otro templo que ostenta esta distinción es la catedral de los Santos Niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares.

Nuestra tercera y última ruta cicloturista comparte tramos con la que hicimos el primer día. Son apenas algo más de 30 kilómetros por un terreno amable que invita al pedaleo tranquilo. La ruta siempre se puede acortar si vemos que es excesiva ya que su diseño, como decíamos, es circular.

Salimos esta vez en dirección suroeste y enseguida llegamos al castillo de Arenberg. Ya os lo presentamos en el número anterior: ahí se dan cita sesudas mentes que estudian e investigan en torno a las ciencias exactas y la ingeniería. Mira tú en qué ha acabado la que fuera fortaleza de los Señores de Haverlee en el siglo XII. Nosotros, mientras tanto, nos aprovechamos de unos conocimientos de ingeniería mecánica que han sido aplicados al artefacto que nos ha traído hasta aquí: la bici.

En esta ruta el agua está muy presente. De ahí que la presenten bajo este título: “Sumérgete en los estanques del bosque”. Ya en los primeros kilómetros vamos jugando con el río Dyle y con las zonas pantanosas que lo rodean. Al igual que el primer día, llegamos a Zoet Water, aunque esta vez accedemos por su lado oeste. Hoy es domingo y se ve animación. Estamos muy cerca de Lovaina y es evidente que es una zona de esparcimiento. De hecho, enseguida te das cuenta de que todo el complejo está muy orientado al turismo familiar, con un circuito de pump track, un skate park y un parque de juegos. Además, son numerosas las rutas que se ofrecen para el senderismo y la bicicleta.

Zoetwater es una palabra neerlandesa y se traduce simplemente como “agua dulce”. La zona se compone de cinco estanques que fueron excavados en el siglo XVII por orden del duque de Arenberg. Cada cual tiene su nombre: Molenvijver, Huisvijver, Hertsvijver y Geertsvijver. Vale, ya vemos que leías con atención, enhorabuena: solo son cuatro nombres para cinco lagos. El quinto parece que se ha quedado sin nombre. Pobrecillo. Ah, y toma nota: como quiera que la capilla de Steenbergen queda cerca, cada 15 de agosto se lleva a cabo una procesión por los alrededores de los estanques en homenaje a la Virgen. Y, además, cada 1 de mayo hay otra procesión, la de las velas, en clara contraprogramación frente a las manifestaciones del Día Internacional de los Trabajadores.

Seguimos ruta de nuevo a través del bosque. A pie, en bicis de todo tipo o a caballo, se ve que el domingo saca a mucha gente de paseo. Llegamos hasta otra zona de juegos para niños. Ángel, estamos en edad, ¿no? Hemos llegado a Everzwijnbad, en mitad del bosque de Meerdaal. Trepar, escalar, jugar al mikado o columpiarnos como Tarzán. Bueno, y disfrutar de una preciosa escultura de Ad Wouters, un artista reconocido sobre todo por sus trabajos con la madera de roble y muy implicado en causas sociales. Como curiosidad, cuenta, además, con una ruta ciclista de 26,5 kilómetros para conocer sus obras, repartidas por esta zona. Tomamos nota para una próxima visita.

Dejamos por un momento nuestro permanente espíritu infantil para continuar rodando por los caminos que nos ofrece este fantástico bosque caducifolio de Meerdaal. Llegamos así a uno de los accesos al bosque: la zona de recepción de Torenvalk. Vaya, vaya, nos siguen tentando. Otra vez más divertimento para las niñas y los niños. Se hace de nuevo evidente que son bienvenidos.

En la ruta del Mundial de Gravel de la que escribimos en el número anterior de la revista pasamos junto al arboreto de Tervuren. Pues bien, en la de hoy podemos disfrutar del arboreto de Heverlee. De esta forma nos lo presentan en el folleto que editan desde Turismo de Flandes: “Deja tu bicicleta en el cobertizo para bicicletas y camina a través de este arboreto tan especial, con hasta 350 especies diferentes de árboles y arbustos, tanto foráneas como no foráneas. Primero revisa el mapa y respira profundamente por el camino, échate sobre el brezal o escóndete en la cabaña del bosque de barro”.

Pedaleamos por fin los últimos kilómetros de esta tranquila ruta. Nos espera la Abadía del Parque antes de devolver nuestras bicis de gravel. Estamos ante un conjunto de imponentes edificios del siglo XII en el que han habitado siempre monjes premonstratenses. Se les conoce como “canónigos blancos” porque visten siempre con hábito de ese color. Para conocer la historia de la abadía desde su fundación hasta nuestros días nada como visitar su web. Una infografía nos ayuda a comprender sus nueve siglos de historia. 

En la actualidad, además del monasterio como tal, con su abadía, su iglesia parroquial y el museo PARCUM, el complejo cuenta con servicio de alojamiento, zona de huerto y granero, e incluso son sede de la Fundación Alamire, un renombrado centro de investigación de música polifónica. No hay que olvidar su estupenda biblioteca con un archivo histórico de primer nivel. Si a esto le añades una brasería, una tienda e incluso la posibilidad de hacer una visita a la meticulosa reconstrucción de la histórica cervecería con que contaban, entonces la oferta es ya irrechazable, ¿no te parece? 

Así pues, pedaleamos hacia la tienda en la que alquilamos nuestras bicis de gravel. Hemos tenido una buena experiencia con ellas. Toca devolverlas. Venga, Ángel, que hay que volverse para el hotel, esto se nos acaba. Geert, de Gravel Bike-rent, tiene el detalle de acercarnos en su coche porque no es fácil conseguir un taxi. 

Ya por la tarde nos queda una visita muy especial a la biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina. Es un edificio con larga historia cuya realidad actual tiene mucho que ver con los fondos aportados por los americanos tras la Segunda Guerra Mundial. ¡Vaya preciosidad de sala de lectura! Y, ojo, tampoco te puedes perder las vistas desde la torre, con su carillón. Poco a poco fuimos ascendiendo por unas escaleras de caracol a este puerto hors categorie. Una buena manera de concluir nuestro itinerario por Lovaina y sus alrededores.

Tenemos que ir diciéndole a Ángeles a ver por dónde pedaleamos el año que viene, ¿no? Bueno, en serio, ha sido un placer venir a Flandes a andar en bici. Es de esos lugares que no pueden faltar entre tus destinos cicloturistas.

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