Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Si quieres paz, prepárate para la paz

“Todavía vivimos en la prehistoria, queremos arreglar la historia a base de guerras, una verdadera desgracia”. Así se ha manifestado en varias ocasiones Pepe Mujica cuando se le ha preguntado por los conflictos bélicos actuales, en particular por la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Una guerra cuyas consecuencias económicas no solo afectan a los países directamente involucrados, sino que todo apunta a que va a tener importantes implicaciones, un “keynesianismo militar”, como lo denomina Yanis Varoufakis, en particular en el seno de la UE.
Este es precisamente el recetario que nos pretenden vender desde los estados miembros de la UE, y desde la propia Comisión Europea. Una vez más, al igual que sucedió con las políticas de austeridad que la UE se autoimpuso tras la Gran Recesión, el argumento “there is no alternative” (TINA) resurge con fuerza. No hay alternativa al keynesianismo militar nos dicen ahora. Las exigencias de la OTAN para incrementar el gasto en defensa hasta el 2% del PIB, incluso el 5%, son anunciadas como inevitables bajo el pretexto de la amenaza imperialista rusa sobre el continente europeo. Si en 1919 el propio Keynes escribió el libro “Las consecuencias económicas de la paz” tras participar en las negociaciones del Tratado de Versalles que puso fin a la primera guerra mundial, hoy probablemente escribiría “Las consecuencias económicas de la guerra”. Si en aquel libro denunciaba la paz cartaginesa que se firmó y que pondría la semilla para un nuevo conflicto mundial, por la humillación a la que se sometía a Alemania, en este arrancaría con la torpeza de presionar a Ucrania para que entrase en la OTAN, algo que el orgullo de la Rusia de Putin nunca permitiría. Humillación en un caso, orgullo en el otro, las emociones, en definitiva, que guían la historia y cuyas consecuencias económicas y políticas nos afanamos luego en intentar comprender.
Sin embargo, afortunadamente, sí existen alternativas, alternativas además que se encuentran más alineadas con el ADN de la Unión Europea y que por lo tanto son más acordes con las señas de identidad del viejo continente, foco de tantas guerras como de procesos de paz. Alternativas además que juegan un papel democratizador y de progreso social, liderando procesos de transformación como el energético-ecológico con alto impacto geopolítico. Redoblando la apuesta por la descarbonización, por la digitalización, etc., iniciada tímidamente con la Iniciativa Next Generation, pero que debería multiplicarse hasta alcanzar el 5% del PIB europeo, tal y como proponía recientemente Mario Draghi. Una propuesta que Alemania rechazó de plano nada más anunciarse por el endeudamiento que supondría. Sin embargo, seis meses más tarde, con unas elecciones de por medio, está dispuesta a introducir cambios en su constitución, precisamente para posibilitar endeudamiento. Lástima que este endeudamiento parezca solo posible si y solo si se emplea para aplicar keynesianismo militar. Alemania, cuyo idioma oficial tiene una palabra polisémica para definir deuda y culpa (“schuld”), ha frenado su desarrollo y el de toda la UE por esta asociación de ideas entre culpa y deuda puesto que la renuncia a la misma ha impedido la inversión de los superávits públicos y de balanza comercial en su propia modernización, y con ella, la del conjunto de la UE.
Nuevamente, un elemento emocional, la culpa en este caso, con importantes consecuencias económicas y políticas que se encuentran en la base de la lenta agonía a la que está abocada la UE en el mundo por su irrelevancia galopante que el militarismo keynesiano terminaría de rematar.
Para escuchar voces europeístas que devuelvan a Europa el sentido de la justicia, de la democracia y de la paz, no hay que buscarlas en sus representantes institucionales, sino más bien de aquellos 'outsiders' que, conocedores de cómo es el sistema, se atreven a denunciarlo con conocimiento de causa a la vez que propugnan medidas concretas que rescatarían a Europa de su arrinconamiento.
Así, frente al keynesianismo militar que fervientes defensores como el próximo canciller alemán que ha pronunciado la célebre frase de Mario Draghi “whatever it takes” para anunciar la bula constitucional que introducirán en favor del gasto en defensa, frente a la parálisis de Europa para no denunciar alto y claro el genocidio que Israel está cometiendo impunemente en Gaza, nuevamente por esa “culpa” que Alemania en particular arrastra desde el holocausto nazi, frente al abandono de los valores que dieron origen a la UE, frente al resurgir del fascismo en una versión 2.0 fruto de políticas económicas que han abonado el descontento, el estancamiento y las crecientes desigualdades en el seno de los países, frente a todo ello, existen planteamientos que evidencian la falsedad de la doctrina TINA con la que quieren que comulguemos.
Es el caso de Yanis Varoufakis, a quien animo desde aquí a que escriba el libro “Las consecuencias económicas de la guerra”. Recientemente, Varoufakis explicaba cómo el “keynesianismo militar” agudizará los problemas que viene sufriendo la UE, mermará aún más el estado del bienestar, agudizará las desigualdades y exacerbará más los populismos de extrema derecha que están aprovechando el descontento popular para crecer. Arrastrar a Europa a este gasto militar supondría sin duda alguna un éxito para la Administración Trump así como para la Rusia de Putin. Añadiría un nuevo fracaso a la UE por su alto coste de oportunidad medido en términos de menor capacidad de inversión en las transiciones energético ecológica y digital tan necesarias para el progreso de la UE. Qué más querrían Trump y Putin, dos oligarcas que no tienen ningún tipo de conciencia democrática, que la UE siguiera las directrices impuestas desde otras latitudes como auténticos títeres.
En contraposición a todo esto, a quienes abogan por el rearme de Europa como elemento disuasorio, Yanis Varoufakis plantea una serie de medidas que resituarían a la UE como un espacio con voz propia, que actúa en coherencia con sus valores fundacionales y que trabaja por la paz en el mundo enterrando de una vez por todas esa nefasta frase de la prehistoria, “Si vis pacem, para bellum”. Un conjunto de medidas de corte político pero con importantes consecuencias económicas y que se sumarían a sus ya conocidas propuestas macroeconómicas:
1. Salir colectivamente de la OTAN y emanciparse de la dependencia militar de Estados Unidos para construir una defensa europea autónoma y pacífica.
2. Definir un estatus neutral para Ucrania, similar al que obtuvo Austria tras la Segunda Guerra Mundial.
3. Buscar un acuerdo como el de Viernes Santo en Irlanda para las zonas de Ucrania donde conviven población rusoparlante con población ucrania, promoviendo la coexistencia pacífica y la autonomía regional dentro de un marco de unidad nacional.
4. Imponer un boicot a Israel como el que permitió acabar con el apartheid de Suráfrica. El aislamiento internacional de Israel puede ser impulsado y liderado desde la propia UE.
Es necesario que la UE, fiel a los principios que la gestaron, busque la paz de forma activa, aportando soluciones que ya se han experimentado en suelo europeo y que pueden suponer vías para alcanzar la paz en los conflictos que se dan a sus puertas. La escalada militar lo único para lo que servirá es para seguir encerrados en la prehistoria, para alimentar el complejo militar-industrial de Estados Unidos y acelerar la lenta agonía que vaticinaba Mario Draghi. Solo falta que Europa se lo crea y que Alemania se levante del diván aparcando sus culpas, incluida su aversión a la deuda. De lo contrario, seguirá siendo motor de Europa, pero en la dirección equivocada, la de la irrelevancia.
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