Bayrou corteja a los socialistas sin perder de vista a la derecha para aprobar los presupuestos (y salvar su Gobierno)
“Soy muy consciente del Himalaya que nos espera, de las dificultades de todo tipo, la primera de ellas la de los presupuestos”, afirmó el primer ministro francés, François Bayrou, en el discurso de toma de posesión el pasado 13 de diciembre. Para escalar esa montaña presupuestaria, Bayrou ha tomado un camino diferente al que siguió su predecesor Michel Barnier, que puso su futuro en manos de la extrema derecha y cayó cuando Marine Le Pen decidió unir sus votos a los de la izquierda en la moción de censura del pasado diciembre.
Bayrou ha optado por centrar sus esfuerzos en convencer al Partido Socialista (PS) y a sus 66 diputados para que no contribuyan a derribar su Gobierno, aunque sin dejar de mirar a su derecha e, incluso, hacer algunos guiños a Le Pen y sus aliados. “Miro a todos los que están en disposición de censurarnos o apoyarnos; no me interesa dirigirme a un solo un grupo o un solo bloque”, anunció esta semana en una intervención parlamentaria, antes de recordar a los socialistas las concesiones hechas por su Gobierno en las últimas semanas.
Con estas concesiones, Bayrou logró en enero la abstención de los socialistas, que se desmarcaron del resto de formaciones de izquierda en la moción de censura presentada por Francia Insumisa, tras el discurso de política general del primer ministro. La apertura de negociaciones con los actores sociales para modificar la reforma de las pensiones de 2023, la anulación de la supresión de 4.000 puestos de profesores y otras medidas sociales fueron entonces suficientes garantías para los dirigentes socialistas.
Tras ese primer balón de oxígeno, Bayrou y los miembros del Ejecutivo afrontan esta semana las laderas más empinadas del “himalaya” presupuestario. Este lunes, llega a la Asamblea la versión definitiva del primero de los textos para su examen final, tras su paso por el Senado y por una comisión parlamentaria mixta con un resultado final muy similar a los presupuestos presentados por Michel Barnier.
En las condiciones actuales, parece difícil que el Gobierno consiga convencer a suficientes grupos parlamentarios para que voten a favor. La opción más probable es que el Ejecutivo lo apruebe sin voto en virtud del artículo 49.3 de la Constitución, que le permite que las cuentas salgan adelante sin votación. Este procedimiento abre la posibilidad de que se presente una moción de censura en los días posteriores que, de prosperar, bloqueará la ley y obligará a dimitir al Gobierno. Es previsible que se vote una nueva moción de censura a finales de esta semana.
En diciembre la moción de censura que siguió al 49.3 supuso la caída de Barnier. Pero en este caso, Bayrou espera convencer a los diputados socialistas de que, aunque no apoyen activamente los presupuestos votando a favor, no hagan caer al Gobierno.
Negociaciones
En las delicadas negociaciones entre el Ejecutivo y los socialistas irrumpió la semana pasada la cuestión migratoria. Las conversaciones se interrumpieron el pasado martes después de que François Bayrou hablara en una entrevista televisiva de “la sensación de sumersión” que, dijo, sienten los franceses en materia de inmigración. “En cuanto se tiene la sensación de una sumersión, de que ya no reconoces tu país, de que ya no reconoces el modo de vida o la cultura, entonces se produce un rechazo”, dijo Bayrou. Y añadió que, a su juicio, a partir de cierta “proporción” de extranjeros, la inmigración deja de ser una contribución positiva.
Los partidos de izquierda reaccionaron criticando con dureza al primer ministro por adoptar la retórica de Le Pen y sus aliados. “Si gobierna con los prejuicios de la extrema derecha, acabaremos gobernados por la extrema derecha, y usted habrá sido su cómplice”, le dijo el diputado socialista Boris Vallaud. En los días posteriores, Bayrou trató de calmar los ánimos, sin dejar de defender los términos empleados, invitando a los diputados socialistas a “reconstruir juntos” un modelo de “integración” que, a su juicio, se ha “roto”.
El de “sumersión migratoria” es, en efecto, un término utilizado desde hace décadas por los dirigentes de la extrema derecha francesa, desde Jean-Marie Le Pen a Jordan Bardella. Se trata de una expresión alarmista y deshumanizadora que los especialistas en inmigración desmienten regularmente –en 2020 Francia ocupaba el puesto 77º a nivel mundial en proporción de inmigrantes en la población total–.
Si el objetivo de Bayrou era un acercamiento con la extrema derecha, no parece haber surtido efecto. “El primer ministro no es ni psiquiatra ni sacerdote, así que sus palabras no curan”, comentó Marine Le Pen, antes de matizar que la sumersión no es “sentimiento” sino una “realidad” y pedir “acción” en lugar de “observaciones”. Los diputados de extrema derecha no han confirmado aún cuál sería su postura ante una nueva moción de censura.
Garantías
Después de la polémica, el PS sumó a sus peticiones un compromiso de parte del Gobierno de que no se reducirá el acceso a la ayuda médica estatal, que permite recibir tratamiento a las personas inmigrantes sin permiso de residencia, y que no habrá una nueva ley sobre la materia, como desea el ministro del Interior.
Estas exigencias se añaden a otras reivindicaciones sociales que ya estaban sobre la mesa, como el aumento del salario mínimo y de una prestación por actividad para completar los sueldos más bajos, además de más dinero para que las autoridades locales puedan financiar la transición ecológica, y una ampliación del tipo del impuesto sobre las transacciones financieras hasta el 0,6%. De la respuesta final a estas peticiones debería depender la decisión final del PS.
Las negociaciones con los socialistas, necesarias para la continuidad del Ejecutivo, han generado intranquilidad en las filas de los aliados de Bayrou. Macronistas y conservadores temen que las concesiones hechas al Partido Socialista pongan en peligro el objetivo de reducción de la deuda y que supongan cargas fiscales adicionales para las empresas.
En este sentido, Bayrou ha confirmado que quiere mantener dos de las medidas ya anunciadas por su predecesor: una contribución especial para las rentas más altas y un impuesto temporal (durante un año) de las grandes empresas con un volumen de negocio superior a 1.000 millones de euros. Dos medidas criticadas por los macronistas que, además, dudan de que los dirigentes socialistas puedan garantizar la disciplina de voto de sus diputados: en enero, ocho socialistas se desmarcaron de las consignas y votaron con el resto de diputados de izquierda.
Si la extrema derecha decide votar la moción de censura esta semana con Francia Insumisa, además de los ecologistas y los comunistas, en ese caso 23 votos socialistas bastarían para derribar al Gobierno.
Macron y Arnault
En las últimas semanas el presidente Emmanuel Macron se había distanciado de la política nacional, pero el pasado miércoles, durante una visita a las instalaciones de una fábrica de la filial nuclear, lanzó una crítica velada a las subidas de la fiscalidad defendidas por Bayrou. Macron aboga por el mantenimiento de su “política de la oferta”, puesta en práctica desde 2017 y que consiste en una fiscalidad constante para las empresas, con el objetivo de estimular la inversión y el crecimiento. “Hay futuro para la industria francesa si somos coherentes en nuestra política nacional, si mantenemos lo que funciona, si seguimos queriendo atraer talento e inversiones de todo el mundo y si nos atenemos a la estrategia que nos hemos fijado”, añadió Macron.
Esa defensa de su política fiscal por parte del presidente llegó sólo un día después de los comentarios de Bernard Arnault, presidente del grupo de artículos de lujo LVMH, y mayor fortuna de Francia. Recién llegado de EEUU, donde acudió como invitado a la toma de posesión de Donald Trump, Arnault cargó contra la contribución excepcional solicitada a las grandes empresas y la revisión de otros gravámenes. “Cuando vuelves a Francia y ves que nos disponemos a subir los impuestos un 40% a las empresas que fabrican aquí, es algo increíble. (...) Es la forma ideal de animar a las empresas a deslocalizarse”, añadió.
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