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ENTREVISTA

Wolfgang Münchau, analista: “El debate sobre migración en Alemania es una distracción para no hablar de un modelo económico que ya no funciona”

Wolfgang Münchau, periodista y analista económico.

Andreu Jerez Ríos

Berlín —
17 de febrero de 2025 22:30 h

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Wolfgang Münchau no hace prisioneros con su último libro. El excolumnista del Financial Times y analista es crítico desde hace tiempo con la economía y la política de su país de origen. La recesión que arrastra Alemania desde hace más de dos años parece dar la razón a la tesis de su último libro, Kaput. El fin del milagro alemán (recién publicado en español por Plataforma Editorial): esta crisis es diferente a las anteriores. Es una crisis estructural de un modelo anclado en tecnologías analógicas del siglo XX que ha perdido el tren de la revolución digital del siglo XXI. 

En su libro usted describe la decadencia del modelo económico alemán, que sufre una crisis estructural, más que coyuntural. ¿En qué momento exacto se percata de esa decadencia y decide escribir el libro? 

A principios de siglo ya escribí un libro que no tuvo éxito. Lo titulé El fin de la economía social de mercado (2006). Ya contenía muchos de los temas que ahora abordo en Kaput; es decir, un modelo económico muy estático, anclado en grandes y medianas empresas, industria, superávits exportadores, etcétera. En aquel momento, pareció que estaba equivocado porque 10 años después de su publicación, Alemania seguía siendo una economía exitosa.  

Las reformas del canciller Gerhard Schröder contribuyeron a aumentar la competitividad de Alemania, pero no resolvieron el problema de fondo. Y el problema de fondo es que la alemana es una economía demasiado estática, fijada en muy pocos sectores. Es decir, la industria automotriz, la química, la del acero. Para mí eso ya estaba claro entonces. Yo había argumentado en ese momento que la reforma de Schröder era errónea porque el problema no era la competitividad. El problema era saber posicionarse mejor a largo plazo y eso no significa posicionar mejor a la industria automovilística o la química, sino abrirse a las tecnologías del siglo XXI. Y Alemania no lo ha hecho.  

No lo ha hecho porque su sistema funciona de la siguiente manera: los bancos financian a las empresas, los políticos se sientan en los consejos directivos de los bancos y las empresas, y los sindicatos tienen representantes en ambos mundos. En otras palabras, todo está gestionado desde arriba. A nadie le pareció necesario abrir la economía a nuevos sectores. Hoy, las grandes empresas de EEUU son diferentes a las de hace 20 años. Mientras, en Alemania siguen siendo las mismas. 

En su libro define ese modelo económico como “neomercantilismo”. ¿Qué es y cuándo comienza? 

El neomercantislimo es un fenómeno del siglo XXI. El mercantilismo es la consecución de excedentes comerciales. Ese era el viejo modelo, el de Jean-Baptiste Colbert [primer ministro francés en el siglo XVII], según el cual el Estado conseguía los excedentes comerciales que suponían al mismo tiempo una acumulación de reservas de oro, porque las monedas estaban entonces ligadas al oro. De esta manera, los Estados con superávits comerciales se enriquecían y aquellos con déficits se empobrecían por la reducción de sus reservas de oro. 

En el neomercantilismo ya no hablamos de oro ni dinero para los Estados, sino que se trata de dinero para las empresas. Y el neomercantilismo de Alemania y también su política exterior estaban basados en que las empresas invirtieran esos excedentes de capital en el extranjero tras conseguir esos superávits a través de exportaciones de bienes. Las empresas alemanas hicieron muchos negocios en otros países con una política apoyada por Gerhard Schröder y Angela Merkel, entre otros, además de por primeros ministros de Estados federados. 

Los alemanes celebraban esos superávits comerciales como campeones del mundo de la exportación. Pero, en el fondo, representaban básicamente un gran desequilibrio, porque un superávit comercial es lo mismo que un superávit del ahorro frente a las inversiones en la economía de un Estado. Es decir, Alemania ha ido acumulando ahorro porque ha ido invirtiendo esos superávits en el extranjero y eso, en última instancia, va en detrimento de la inversión doméstica. Y ese es uno de los grandes problemas que tiene Alemania. Esconde una debilidad estructural. 

Los medios y políticos del país celebraban esos sucesivos superávits comerciales como si fueran copas del mundo de fútbol. ¿Tiene eso sentido para una economía del tamaño de Alemania? 

Evidentemente no, es una estupidez. Quien celebra eso es un idiota, no tengo otra palabra para definirlo. Quien celebra un desequilibrio comercial con frases futbolísticas típicas de una copa del mundo no tiene ni idea de economía. En el comercio internacional, si tu economía siempre registra superávits comerciales no es porque tus productos sean mejores, sino porque consumes e inviertes muy poco. Es decir, el Estado ha invertido muy poco y el sector privado ha consumido muy poco. Y uno de los factores que ha contribuido a ello es el llamado freno de la deuda: el Estado ha invertido menos y los impuestos relativamente altos han hecho que los consumidores compraran menos. Alemania debería haber invertido esos superávits dentro del país. Esa debería haber sido la respuesta correcta. La solución a un superávit de exportación no es exportar menos, sino consumir e invertir más.

Uno de los pilares de ese “neomercantilismo” alemán era la energía barata, que ofrecía una ventaja competitiva a su industria. Y esa energía barata llegó durante décadas desde Rusia a través de gasoductos, lo que generó una gran dependencia. ¿Cree que los políticos alemanes fueron estúpidos o simplemente vagos para buscar alternativas?  

Posiblemente, las dos cosas. Alemania es un país dominado por el consenso, no es un país bueno para los disensos o las alternativas. Casi nadie criticó esa política energética, casi todos la apoyaron. No creo que todos sean estúpidos, pero Alemania no tiene una cultura que acepte la expresión del disenso. Tampoco la hubo entre los partidos políticos. Creo que Los Verdes fueron los únicos que lo rechazaron, pero no porque tuvieran un problema con Rusia, sino porque tenían un problema con el gas.  

Ocurrió lo mismo con la dependencia de China. Hay empresas alemanas que tienen el 40% de sus ventas en el mercado chino y ni siquiera se han preguntado cuán peligroso puede ser eso. Son consideraciones que la gente no hizo en Alemania, porque simplemente hubo muy pocos debates internos y porque, por regla general, las opiniones minoritarias se contienen. Una integrante del consejo de administración de BASF [gigante alemán de la industria química] alertó en su momento sobre una excesiva dependencia de China. Poco después, dejó de formar parte del consejo. Tal vez fue por otras razones, pero es algo muy extraño.  

Esa cultura del consenso es un problema que veo más en Alemania que en otros países. Echemos un vistazo a lo sucedido en el siglo XXI: la Inteligencia Artificial no fue un producto del consenso, tampoco lo fue el iPhone, por ejemplo. Steve Jobs hizo cosas que estaban mal vistas en la industria informática. Las computadoras no estaban diseñadas para ser simples. Fue simplemente un empresario que lo hizo por su cuenta, a contracorriente. Las empresas más innovadoras de la era moderna no son grandes empresas de los siglos XIX y XX. Son nuevos empresarios que hacen las cosas de manera diferente y Alemania prácticamente no está representada en ese mundo. 

¿Está Alemania sumida en un proceso de desindustrialización? 

Sí. El mundo occidental está en un proceso de desindustrialización desde hace tiempo. Alemania ha resistido, pero ya ha entrado también en ese proceso. No es inusual. Se puede vivir bien sin ese alto grado de industria pesada. El peso de la industria en la economía de Alemania es el doble que en Francia, Inglaterra y Estados Unidos. E incluso quiere aumentarlo. Pero hace tiempo que Alemania perdió su posición de ventaja y liderazgo. Lo que ha pasado con el gas ruso es un ejemplo: la mayoría de piezas de un automóvil alemán ya no se fabrica en Alemania, sino en terceros países. Lo que hizo Alemania es ensamblarlos gracias al gas ruso barato, refinarlo y ponerle el sello de Made in Germany. Ese ha sido su modelo de negocio, pero ya no tiene energía barata y China también lo está haciendo muy bien. El segmento de mercado que tiene Alemania es cada vez menor.  

Mire lo que pasa con los teléfonos inteligentes. Antes había aparatos analógicos como máquinas de escribir, teléfonos, brújulas, cámaras. Ahora todo eso está totalmente digitalizado, ya no hay una sola parte mecánica. Con los coches no ocurrirá exactamente lo mismo, porque seguirán teniendo un eje, ruedas, etcétera, pero el valor añadido de un automóvil estará sobre todo en la electrónica y la batería. Eso significa que la necesidad de una producción mecánica costosa se ha reducido. Alemania ha desarrollado máquinas que aumentan la eficiencia y eso era necesario porque la vida era fundamentalmente mecánica. Pero a medida que avanza la digitalización, esas cosas ya no serán necesarias. Creo que eso es algo que se subestima en Alemania. Fue un error que el país se especializara tanto en esas viejas tecnologías. Cada vez van a ganar menos dinero. 

En medio de esa creciente economía digital que usted describe, ¿qué puede salvar Alemania de su actual modelo económico y qué alternativas tiene? ¿Podría tal vez aprender algo de España ahora que es una economía que ahora crece? 

España está creciendo por la llegada de fuerza laboral. Lo que Alemania puede aprender de España es que la migración es buena y que la necesitamos. Necesitamos inmigrantes. Por otra parte, creo que el neomercantilismo no se puede salvar, simplemente porque para ello necesita a socios como EEUU y Reino Unido, que eran los países que absorbían los superávits comerciales alemanes. Es decir, cuando sumas superávits y déficits comerciales de los países el resultado es cero. Si Alemania tiene superávit y China tiene superávit, entonces otros países tendrán que registrar déficits porque no comerciamos con otros planetas como Marte. Si EEUU no absorbe esos superávits comerciales, entonces ese modelo basado en excedentes comerciales es insalvable.  

Alemania puede ahora comprar armas a EEUU para reducir ese desequilibrio comercial. Tiene un superávit comercial con EEUU de unos 60.000 o 70.000 millones de euros. Ese dinero significa muchas armas. Ahora, hay que preguntarse si esa sería una inversión sensata o tal vez habría tenido más sentido tener una industria de defensa propia en Europa para no comprar armas a Estados Unidos, haber coordinado todo nuestro gasto en defensa y no tener sistemas de defensa diferentes. 

Hay algunas voces alemanas que también lo ven así y espero que, cuando mi libro se publique en Alemania el próximo julio, contribuya al debate. Pero en este momento no veo ningún partido alemán que se ocupe realmente de estos temas. Todavía están en el viejo debate de derecha e izquierda, más impuestos o menos Impuestos, reducción de la burocracia… Son todos debates superficiales que no abordan la causa del problema. No vamos a solucionarlo si mejoramos nuestra competitividad. Esta vez no lo lograremos. 

La ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) se ha colocado segunda en las encuestas electorales con una oferta claramente antimigratoria. Atendiendo al análisis que hace usted del modelo alemán, ¿cree que buscamos demasiadas respuestas en la migración y demasiadas pocas en la economía para entender esa fortaleza de AfD? 

AfD se alimenta claramente de la actual situación económica y creo que los conservadores de la CDU cometen el gran error de hablar demasiado de migración. Y esa es también una de las razones por las que AfD es tan fuerte. La CDU podría centrarse más en la economía, pero no lo hace porque quiere formar una coalición con el SPD y en esa coalición no podrá imponer su política económica. Y eso significará que Alemania no hará ninguna reforma política, sino que aplicará medidas más bien superficiales. Tal vez levanten un poco el freno a la deuda, recorten algunos impuestos, aumenten el gasto en defensa y eso incluso suponga que finalmente no puedan permitirse bajar impuestos. Es decir, con el futuro gobierno no veremos una verdadera renovación del modelo económico alemán.  

AfD no tiene política económica, simplemente quiere volver al viejo modelo, por tanto, no podemos esperar soluciones de ese partido. Por todo ello soy muy escéptico. El debate sobre migración es básicamente una maniobra de distracción para evitar abordar los problemas reales. Sirve para culpar a los extranjeros y evitar abordar el verdadero problema, que es un modelo económico que ya no funciona. Si Alemania tuviese una economía que funcionase, seguramente hablaría de migración, pero de una manera diferente a como lo hace ahora. 

Alemania celebra el próximo domingo unas elecciones federales anticipadas fruto de la inestabilidad política y económica. ¿Qué Gobierno espera usted tras las elecciones y qué Gobierno cree que necesitaría para encontrar soluciones?

Políticamente, soy apátrida en Alemania. No prefiero a ninguno de los partidos que existen. No conozco ningún partido en Alemania que aborde todos estos asuntos de forma inteligente. Los liberales del FDP siempre tienen un discurso muy favorable al libre mercado durante la campaña electoral y, cuando llegan al Gobierno, acaban haciendo cosas como lobby a favor de Porsche o la defensa del freno a la deuda pública. El FDP no fue nunca un partido renovador. Debería haber dado prioridad a la renovación del modelo económico, pero no lo hizo. Friedrich Merz [candidato a canciller de la unión conservadora CDU-CSU] entiende esto, pero no está centrado en la economía. En principio, [un acuerdo entre] CDU y FDP sería tal vez la mejor solución, pero en la práctica no creo que consigan mayoría para ello.  

La formación de Gobierno depende casi exclusivamente de qué ocurra con los tres partidos más pequeños, de si entran el parlamento o no. Me refiero a La Izquierda, la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) y el FDP. Si lo consiguen, Merz necesitará probablemente dos socios para formar gobierno. Si no lo consiguen, Merz podrá elegir socio de coalición, y los conservadores y Los Verdes probablemente tengan mayoría. Es muy posible que Merz necesite un tripartito y eso sería una situación muy difícil. Si necesita dos partidos de izquierda para gobernar, entonces es probable que el Gobierno no aguante hasta final de legislatura y que no resuelva los problemas económicos. Y ello alimentará el descontento. También podríamos ver un Gobierno en minoría o de nuevo elecciones anticipadas. Y tal vez eso significaría también la caída del llamado “cordón sanitario” en Alemania.

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