Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Felipe González, el socialista que no sabe criticar a la derecha

Felipe González, en un acto reciente.

José Enrique Monrosi

1 de marzo de 2025 22:40 h

442

Un acto de Felipe González suele ser garantía de éxito para los pescadores de agravios a Pedro Sánchez. El de este jueves en el Ateneo de Madrid para presentar la novela gráfica Jorge Semprún, el hombre que arriesgó (Desfiladero Ediciones, 2025), poco tenía que ver con la actualidad política de la que el expresidente suele ejercer de comentarista. Sin embargo, como el caladero ha consolidado su fama con el paso de los años, allí se apostaron varias cámaras y micrófonos para lanzar sus redes. “¿Quién es más dañino para España, Pedro Sánchez o Donald Trump?”, le preguntó, en tono irónico, un reportero. Pero donde mucha gente pueda apreciar un chiste o una hipérbole, González solo ve oportunidades perfectas para dejar al presidente del Gobierno y secretario general del PSOE a la altura del betún. “Bueno, es que Trump es el mundo”, contestó. 

Que el juego de palabras estuviese mejor o peor hilado no difumina la conclusión de fondo: ni siquiera ante la figura de un presidente americano que ha delinquido, que ha instado al asalto de las instituciones, que se rodea de magnates que hacen el saludo nazi o que quiere imponer un nuevo orden mundial sin reglas y con Europa en el punto de mira, Felipe González es capaz de decantarse por el presidente de su país y líder de su partido. Una postura que, en realidad, es coherente con la deriva ideológica que lo ha llevado a convertirse en uno de los principales 'popes' de la derecha española. 

González no solo hace de sus intervenciones públicas una crítica sistemática de cualquier paso que se disponga a dar el Gobierno –esta misma semana ha ridiculizado la condonación de la deuda autonómica–, sino que acompasa esa permanente acometida a una ausencia total de reproches a la derecha. Y no solo a la derecha, porque el puño de hierro que emplea de manera obcecada con el PSOE o con fuerzas progresistas como Sumar o Podemos se convierte en guante de seda cuando alguna vez es cuestionado por el ascenso de liderazgos como el de Javier Milei, en Argentina, el de Giorgia Meloni, en Italia, o por la deriva de la propia ultraderecha española.

“Meloni ha hecho muchos gestos para alinearse con principios básicos de la política exterior de la Unión Europea, le está dando a Italia una estabilidad que yo no recuerdo y ha matizado muchas de sus posiciones”, le dijo a Carlos Alsina en una entrevista en Onda Cero el pasado verano. Más recientemente, en un foro sobre liderazgo organizado por la exdirigente del PP María Dolores de Cospedal, González también prefirió poner el foco en las habilidades estratégicas del presidente argentino por encima del riesgo a las democracias liberales que supone que hombres como él alcancen el poder. “No es que le tenga mucho aprecio, pero fue elegido, no como Maduro. Y creo que, con su motosierra y todo su rollo, ha acertado en hacerse cargo del estado de ánimo de una sociedad harta. Y los demás no se dieron cuenta de que rompió la baraja y le metió la motosierra a todo”, ensalzó.

En realidad, el hombre que un día se llamó 'Isidoro' para dirigir al PSOE en el exilio durante el franquismo y que lideró a la izquierda durante dos décadas nunca ha expresado una excesiva preocupación por el ascenso de la ultraderecha española. Cuando es preguntado por Abascal, su respuesta más recurrente es aludir siempre a EH Bildu. “Yo no pactaría con Vox, pero tampoco con Bildu ni aunque me lo ordenara la Guardia Civil”, contestó, a colación de los pactos del PP con la extrema derecha, cuyo auge, admite, nunca le quitó el sueño. “Le hemos regalado unas cuantas anomalías a Europa y esa no la teníamos. Bueno, ya estamos homologados en una anomalía más. Tampoco hay que preocuparse tanto”, dijo en 2018, cuando Abascal comenzaba a despuntar en las encuestas.

Esa amabilidad ha llegado incluso a ser recíproca. Porque entre los giros de guion más sonados de la política española de los últimos años se encuentra el que se produjo en una sesión parlamentaria de hace cinco años. Desde la tribuna de oradores, la portavoz de una ultraderecha española que aún a día de hoy reivindica el legado del dictador Francisco Franco, ensalzó la figura del hombre que un día representó justo lo contrario. “Felipe González, desde aquí le doy las gracias, nosotros sí le reconocemos”, gritó Macarena Olona ante el aplauso de la bancada ultra.

En todos estos años en que la política española ha evolucionado de un sistema eminentemente bipartidista a uno de fragmentación parlamentaria, a Felipe González se le ha escuchado criticar que su partido acceda al Gobierno sin ser la primera fuerza política, que pacte con los independentistas vascos y catalanes o que gobierne en coalición con Podemos, de quien llegó a deslizar sentirse más preocupado que de Vox.

“Vox está en contra de la descentralización, que es tan constitucional como lo que ellos reclaman. Eso me perturba menos”, afirmó en 2020 tras alertar de los posicionamientos al margen de la Constitución de “otras fuerzas políticas”, en referencia al socio de coalición de Pedro Sánchez. Y, mientras, resulta misión titánica encontrar en los archivos de medios de comunicación críticas explícitas del expresidente socialista ni al PP de Feijóo, ni al de Casado, ni al de Rajoy, ni al de Isabel Díaz Ayuso.

“Hay algunos fallos y se lo he dicho a él”, confiesa sobre Feijóo en una entrevista reciente en Vanity Fair, tras ser cuestionado por su ausencia de críticas al PP, al que reconoce tratar con más cuidado en público que a su propio partido. “No los critico duramente porque por lo menos tienen una confederación autónoma de derechas españolas, pero no hay proyecto de país”, reflexiona para, automáticamente y sin necesidad de que le repregunten, girar el foco de nuevo a Pedro Sánchez. “Por la otra parte tampoco hay proyecto de país, porque para saber qué va a ser del Gobierno hay que preguntar primero a Puigdemont”.

El alineamiento con las tesis políticas de la derecha y su crítica unidireccional a la izquierda le llevan incluso a aferrarse a equidistancias inverosímiles que le incapacitan para criticar abiertamente incluso a la, probablemente, figura pública más denostada hoy día en este país. Mientras la calle Génova y los principales cuadros territoriales del PP bullen en privado contra un Carlos Mazón atrincherado en mentiras sobre su gestión de la DANA y admiten como insostenible su situación política, Felipe González se resiste y solo lanza al respecto una enmienda a la totalidad de la clase política. “La DANA es un fracaso de la política en general”, se limitó a decir esta semana durante un acto en València ante el propio president. Meses antes, obviamente, sí había encontrado ocasión de atizarle a Pedro Sánchez. “No, no habría dicho que quien quisiera ayuda, la pidiera”, criticó sobre una frase del presidente del Gobierno sacada de contexto y que la derecha utilizó para defender a Mazón.

El de Felipe González resulta un tema espinoso en el seno del PSOE. “Es una parte muy importante, importantísima de la historia de la democracia de este país. Y sí, nos gustaría a mí y a muchos militantes que fuera más amable con el Gobierno, un poco más amable. Dicho esto, nosotros le vamos a mantener el respeto y la consideración que merece”, dijo durante una entrevista en este periódico José Luis Rodríguez Zapatero. Después de varios intentos de acercamiento, con la invitación al Congreso de Valencia en 2021 y con la conmemoración de los 40 años de la primera victoria de González en 1982, en la actual cúpula del partido han arrojado definitivamente la toalla sobre el caso y admiten su dolor.

“Creo que lo que más nos duele en el partido, a la militancia, es su falta de empatía. No entendemos la lealtad como un alineamiento de las opiniones y nos parece perfecto que esté en contra de la amnistía o de cualquier medida. Nos merece todo el respeto su opinión. Pero este partido, sus militantes y sus casas del pueblo llevan acosados meses por la extrema derecha de este país, a menudo con acciones violentas, y jamás hemos encontrado una palabra de afecto o de condena a esas actitudes”, resume un alto dirigente socialista.

La pregunta es qué hace a estas alturas Felipe González en el PSOE mientras defiende tesis cada vez más parecidas a la derecha y muestra menos apego a su propio partido. Sobre su salida, responde él mismo en la entrevista en Vainity Fair. “Pensar, piensa uno de todo”, contesta a la pregunta de si ha meditado darse de baja o dejar de votar a su partido. “Lo que digo es que no me representan, eso es seguro”, apostilla. En otro acto reciente en Sevilla, el expresidente solventó esa fractura en tono de chascarrillo. “Los míos dicen que trabajo para el PP. Y me duele, pero no mucho”.

Etiquetas
stats