Pablo G. Batista, al frente del nuevo 'CQC': “Exige paciencia de Telecinco, que nos dé tiempo a definir quiénes somos”

Pablo González Batista, presentador del nuevo 'Caiga Quien Caiga'

Marcos Méndez

Caiga Quien Caiga está viviendo un retorno un tanto complicado a la televisión, quince años después. El programa de Telecinco ha emitido ya dos entregas en la noche de los domingos, con resultados poco llamativos (9% y 1.128.000; y 8.4% y 997.000), y este día 2 de febrero emite la tercera, en la que Pablo González Batista volverá a coger las riendas de su plató junto a Santi Millán y Lorena Castell.

Aprovechando la presentación del formato pudimos hablar con él, igual que con sus compañeros, y reconoce: “En mis mejores sueños húmedos soñaba con que se me llamara para ser reportero, nunca para estar en la mesa”. Así que agradece la oportunidad, y celebra la idoneidad del regreso del programa: “En una sociedad polarizada, el punto intermedio está donde está el humor”.

El también autor de los rótulos de Cachitos en sus exitosos especiales de Nochevieja, por lo que hablamos con él hace unas semanas, bromea con que le “gusta más un chiste malo que un buen titular”, y reconoce que el pasado del Caiga Quien Caiga “por supuesto que pesa, pero al mismo tiempo nos estimula”. Cada vez más presente en Mediaset, pero sin dejar otros trabajos, valora: “Hay algo ahí, que tendría que tratar con mi terapeuta, de una huida hacia adelante, de no darme cuenta de mis propios problemas y miserias y tapar todo en toneladas de trabajo”.

Y pese a todo, se muestra feliz de enfundarse el traje de CQC, y no sólo por ir por primera vez de uniforme: “Se vive la vida como uno es, y yo creo que esto se parece mucho a mí”.

¿Qué tal el traje? ¿Estás acostumbrado?

Es la primera vez en mi vida que me hago un traje a medida, con lo cual creo que ya he cumplido mi primer sueño. Y no diré la primera vez, pero no me pongo corbata muchas veces en mi vida diaria. Además, casi siempre he trabajado detrás de las cámaras. Estoy muy contento de que por fin se me valore por mi físico [ríe]. Quiero convertirme en un hombre florero y voy por el buen camino, creo que este es un buen paso.

Y el traje es espectacular, es un traje bueno. Mi madre está muy contenta de que por fin salga bien vestido en la tele. Y nunca he trabajado de uniforme. Ni a mi cole tampoco he ido de uniforme. Está bien no tener que pensar nada, no tener que ir a vestuario a probarme cosas. Es como los personajes de las series que van siempre vestidos igual. De hecho estoy pensando en hacerme, creo que nos han hecho dos, pues hacerme cinco más y ir así ya siempre, siete días a la semana.

¿Están personalizados?

Sí, están personalizados. Bueno, tienen el bordado del CQC por dentro. No se puede robar. Son todos trajes iguales. Esto ya es la historia del programa, pero tienen aquí nuestro nombre para que Patri, de vestuario, no se haga un lío. No es tanto por personalizarlos, sino para que ella pueda reconocerlos, porque son todos idénticos. Como en los campamentos infantiles.

¿Cuándo tardaste en decir que sí?

Ya lo había dicho antes de que me llamaran. Ya quería que pasara antes de que ocurriera, lo manifesté [ríe]. Además es curioso, porque llevaba meses de preproducción el programa. Me llamaron de Todo Es Mentira en junio o así, con muy poco lapso para incorporarme a sustituir a Risto. Y conocí a Luis [Fabra, el reportero], que ya estaba haciendo pruebas.Y yo decía: joder, qué suerte, qué guay. Pero yo pensaba para mí: ya estoy fuera, este programa ya está en preproducción, yo ya no tengo nada que ver con esto. Y un par de meses después, me llamaron. Y tan sorprendido como vosotros de que yo esté aquí, estoy yo [ríe]. Y agradecido, por supuesto.

Me gusta más un chiste malo que un buen titular

Pablo G. Batista

¿Y de reportero?

Pues a mí hacer la calle es algo que me gusta mucho. De hecho, en mis mejores sueños húmedos soñaba con que se me llamara para ser reportero, nunca para estar en la mesa, calentito, bien sentado, sin tener que hacer esperas, sin pasar frío en la calle.

¿Puedes echarlo de menos?

La verdad es que eso no lo sé, pero en los primeros Caiga Quien Caiga los copresentadores también salían a la calle. Entonces yo no descarto que haya alguna oportunidad en la que también hagamos reportajes. Por ahora creo que está bien, que además hay muchos reporteros, y está bien que cada uno estemos en nuestro sitio. En la tele, y también pasa en la radio, es muy importante construir “personajes”. Y esto también exige paciencia por parte de la cadena, que nos dé tiempo de definir quiénes somos, qué hemos venido a hacer en el programa, quiénes somos cada uno. Tener ese puesto y no mezclar los dos roles, creo que por lo menos al principio del programa, es una apuesta inteligente.

¿Los tres presentadores tenéis distintos roles? ¿Cuál es el tuyo?

De los tres, el bueno soy yo. Soy el tapado, claramente el desconocido. Me han puesto a Santi Millán, porque en Telecinco ya no saben qué hacer con él, lo tienen en todas partes. Y luego Lore, que me cae muy bien, pero claramente es una tía apagada, no tiene energía ninguna, está siempre de mal rollo... o sea que menos mal que me han puesto a mí [ríe].

Ahora más en serio, yo soy periodista. Y aunque me haya dedicado mucho al guión y la vida me ha llevado también por el campo un poco de la comedia, de formación soy periodista, y me gusta. Consumo información a diario, estoy razonablemente actualizado. En la mesa, de los tres quizás sea el que tiene el perfil más de “informativos”, por así decirlo. No sé si se va a acabar siendo mi rol, porque luego a mí me gusta más un chiste malo que un buen titular. Así que es muy probable que acabe saliendo esa parte de mí. Creo que eso también es guay, tener la libertad de construir el personaje desde cero. No nos han dado muchas directrices en ese aspecto, y creo que eso es positivo. Con lo cual, descubriremos juntos qué cojones hago yo aquí [ríe].

Empezaste el año con el éxito en audiencias de 'Cachitos'.

Hemos empezado el año con muy buena audiencia, con bastante buen resultado también en cuanto a crítica y público, que no suele ser habitual. Nos suelen meter mucha caña, sobre todo en un determinado espectro político. Pero como esta vez Lalachús se ha prestado a asumir todo ese odio, pues a nosotros nos ha quedado la parte buena [ríe]. La verdad es que ha sido un principio de año muy guay. Me da un poco de pena acostumbrarme y pensar que 2025 va a ser así todo el tiempo, porque probablemente no ocurra, los cuentos de hadas normalmente tienen un final. Pero mientras dure, pienso disfrutarlo mucho.

¿Cuánto hay de guion en este programa? ¿Tú como guionista incorporas mucho?

Es interesante eso. Yo tengo la suerte de que en todos los programas, y en este también, la percepción del equipo es como que no soy un “muñeco”, como lo llaman en la tele. No soy un presentador al uso, no porque no lo sea, sino porque no están muy acostumbrados a verme en ese rol. Entonces tengo una faceta, como una personalidad un poco híbrida, que me permite hablar muy de tú a tú con los equipos de guion. Enseguida voy a la redacción, busco a los guionistas, me siento con ellos. Y yo sé que hay una parte muy importante del trabajo de guion que consiste en saber cómo te gustaría que escribiera la persona para la que escribes. Escribir como él lo diría, pensar los chistes que él pensaría. Todo eso es un trabajo que va a conllevar seguramente meses. A mí me encantará sentarme con ellos para ayudarles a construir esa identidad.

De todas maneras, para mí, venir a un sitio a leer lo que me han escrito es un privilegio absoluto. Y además, el equipo de guion de este programa es muy bueno. Dicho esto, inevitablemente, y entiendo que todos lo hacemos, cuando a mí me llega el guion, me gusta incorporar alguna idea, me gusta adaptarlo. Hay muchos chistes que me encantan porque es que, joder, ojalá se me hubieran ocurrido a mí. Y cuando pasa esto, es maravilla. Pero a veces se me ocurren cosas que creo que van más naturalmente con mi identidad, con mi personalidad, y entonces sí que las incorporo. Y afortunadamente, como digo, son muy flexibles y muy variables. Dicho esto, ya sabéis cómo son los formatos de actualidad: aquí el guion igual llegará la última versión, con suerte, el sábado por la tarde o el mismo domingo por la mañana, con lo cual tampoco hay mucho margen de maniobra. Por eso os digo que confío mucho en conocernos y en que esa sinergia, que ellos sepan cómo hablo yo y cómo me gusta que escriban, y yo les vaya dando mis tips, al final no tenga que hacer absolutamente nada [ríe].

¿Es grande el equipo de guion?

Son tres personas [Miguel Ángel Jiménez, Sònia Lozano y Álvaro Velasco]. Luego hay un montón de redactores, está la gente que acompaña a los reporteros cuando salen por ahí... Es decir, es un equipo grande, pero de guion puramente son tres personas.

Me encontré con Arturo Valls y le dije: cabrón, vaya mochila pesada nos habéis dejado

Pablo G. Batista

¿Has hablado con algún presentador o colaborador de anteriores etapas?

Me encontré con Arturo Valls y le dije: cabrón, vaya mochila pesada nos habéis dejado. Obviamente llegamos a este trayecto con una mochila previa, que al mismo tiempo es una responsabilidad. Pero joder, qué guay, que llegamos a un sitio, empiezas un formato, y no le tienes que explicar a nadie qué es el Caiga Quien Caiga, no le tienes que explicar qué somos. También es un impulso, es como volar con el viento de cola. Ese pasado, por supuesto, pesa y al mismo tiempo nos estimula.Yo estoy con mucha responsabilidad de hacer la cosa muy bien. Quiero que la gente, cuando haya una nueva remesa del Caiga dentro de 10 ó 20 años, diga: joder, me gustaría parecerme a aquel Caiga Quien Caiga.

¿Cómo os vais a asomar a la política? ¿Vais a jugar con la equidistancia?

Yo cuando estudiaba periodismo siempre tenía el miedo de tener que trabajar en un sitio donde me dijeran qué tenía que pensar, o qué tenía que escribir, o qué tenía que decir. Esto ocurre. Yo, personalmente, he tenido la suerte de que eso jamás me ha pasado. En todos los sitios donde he estado, y he estado ya en muchos sitios porque no me aguantan mucho tiempo en ninguna parte, entonces he dado muchos tumbos; he podido decir exactamente lo que quería. Y aquí siento exactamente la misma libertad que siento en Cachitos, que es absoluta, la misma libertad que siento en Todo Es Mentira, con el añadido de que encima Todo Es Mentira es un programa en directo, con lo cual lo que dices se queda; y la misma libertad con la que he hecho satira política en mi vida, o he escrito siempre y he trabajado en todas las fórmulas.

Así que sí, me siento totalmente libre y creo que Cachitos tiene una identidad que es diferente a la del Caiga, pero que es reconocible. El Caiga también va a tener su identidad, también va a ser reconocible. Esto tiene una magia, que es que en un segundo has identificado el formato y casi sin apuros has identificado también de qué va, cómo piensa este formato.

Con Todo Es Mentira tiene muchas diferencias, pero también comparte el concepto de política con humor, ¿qué crees que se va a diferenciar?

Hay una diferencia básica, que es muy obvia, que es que es un programa que se hace en un 80% en la calle. Todo Es Mentira es un programa de plató, con invitados políticos, es otro formato aunque efectivamente utiliza los mismos ingredientes. Es como decir paella y 'arroz con cosas', o sea, sí se parecen, son dos recetas que comparten ingredientes, pero cuyo resultado es verdaderamente distinto. Creo que aquí el reporterismo de calle es muy importante, y es una seña de identidad del programa, casi te diría que más que la mesa. Y luego, digamos que esos ingredientes que sí que compartimos, sí que los usamos de forma parecida.

En una sociedad polarizada, que lo está en todo, hasta culturalmente, o eres de reggaetón o odias el reggaetón, o eres del Madrid o eres del Barça, o eres de izquierda o eres de derecha; yo sí que creo, y Cachitos es una buena demostración de eso, que el punto intermedio está donde está el humor. Es muy difícil llevarse mal en un entorno de humor bien intencionado. Y creo que el Caiga Quien Caiga es eso, humor bien intencionado con colmillo. Y que mira en todas las direcciones.

En una sociedad polarizada, el punto intermedio está donde está el humor

Pablo G. Batista

Wyoming acabó muy señalado políticamente por ser el líder del formato, a ti ya te han señalado por ser el de Cachitos... ¿tienes miedo a eso?

Creo que Wyoming no necesitó el Caiga Quien Caiga para ser señalado ideológicamente, ya se bastaba él solo [ríe]. Ya se ha encargado él de repetirlo y de reforzarlo luego. Y creo que en mi caso va a ser un poco igual. En realidad creo que los formatos no te manchan, depende también de cómo pases por ellos. La verdad es que no tengo ese miedo, de hecho también vengo significado de casa... Y me gusta mucho, porque en Cachitos yo lo digo mucho: se nos ven los plumeros, porque nos meten caña de todos lados, que si somos sicarios o lacayos del Gobierno, o que si nos hemos metido mucho con Pedro Sánchez este año. Esa es la prueba del algodón de que estamos haciendo bien nuestro curro, y ojalá esto pase aquí también.

Tú que vives mucho la viralidad en Nochevieja con Cachitos, que como ya nos dijiste es cuando más fotos a la tele se hacen, ¿cómo crees que os puede sentar en CQC?

De hecho en el elenco de reporteros, que ya digo de verdad que es la hostia, hay un montón de gente que viene de ese universo. Hay gente que viene del universo de las redes sociales, y que va a ser la primera vez que haga tele lineal, o tele de primera división, lo cual creo que es una apuesta inteligentísima por parte de la productora, porque el reto ahora está en integrar esas nuevas maneras de contar las cosas, esos nuevos lenguajes, formatos, caras, talentos... y utilizar esa novedad de las redes como una ola a la que subirnos. Yo creo que Caiga Quien Caiga es un formato muy viralizable, sobre todo pequeños fragmentos de lo que ocurra en piezas, momentos de plató quizá también, pero sobre todo esas cosas que tenía el Caiga, que eran inesperadas, sorprendentes, fuera del tiesto, de lo que estabas acostumbrado a ver. Eso tiene todos los ingredientes para ser viral en el momento de redes en el que estamos ahora.

¿El traje abre, o cierra puertas?

A mí ya he dicho que me encanta venir a trabajar de uniforme, pero para los que entrevistan, creo que es ambivalente, tiene ambos efectos: creo que quien ha visto el Caiga Quien Caiga en el pasado, cuando ve un traje dice 'Coño, el Caiga', y le gusta, es un elemento de atractivo, se acercan... De hecho, pensad que aquí estáis todos vestidos, algunos bien y otros no tanto, como os ha apetecido, pero si aquí viene un tío con traje, de alguna manera estaría llamando mi atención, dirías: bueno, es un tipo muy elegante, o está como una puta cabra, ¿qué cojones hace de traje?

Berlusconi obligaba a todos los hombres a ir afeitados y en traje.

Pues ahí lo tenéis, a mí no me han hecho afeitarme, pero por lo demás estoy en un régimen berlusconiano absoluto [ríe]. Con lo cual, abre y cierra puertas, claro. Hay políticos que, bueno, temen ser expuestos, o que les hagan una pregunta que no sepan responder. Los que recordamos el Caiga viejo, sabemos que había políticos que no siempre salían bien parados, aunque había siempre una pátina de cariño, yo tengo la sensación de que nunca era como hacer sangre. Creo recordar, de hecho he recuperado Caigas viejos, con preguntas de Pablo Carbonell a Esperanza Aguirre, y era mordaz, era distinto, pero había como cierto cariño, había un poco de ternura, que es algo que falta un montón en la tele actual.

Había personalidades que ya conocíamos de antes, y otras que no y se construyeron allí, pero si pensamos en todos, en Sergio, en Mario, en Pablo, en Arturo... como que cada uno tiene su personalidad. Es como en las películas de los 80, que montaban un equipo de hockey, y entonces cogían al que corría mucho, al que pegaba unas hostias brutales, al chino que era malabarista... eso es Somos los mejores, pero en general todas las películas de los 80 eran un poco así. Pues creo que este equipo de reporteros cumple un poco eso también: cada cual tiene su personalidad, su habilidad, su talento; y nuestro trabajo, y por supuesto el suyo, es sacarle partido a ese superpoder.

Hay algo ahí, que tendría que tratar con mi terapeuta, de una huida hacia adelante, de no darme cuenta de mis propios problemas y miserias y tapar todo en toneladas de trabajo

Pablo G. Batista

Estás el sábado con Julia Otero y Raquel Martos, y el domingo aquí, ¿cómo vas a hacer para vivir?

Pues mal [ríe]. Es una buena pregunta. Mi madre cada vez que nos vemos, que desafortunadamente es poco porque ella vive en Canarias y yo aquí, todo el rato me dice: 'Pablo, descansa'. Porque tengo todo el tiempo el motor encendido, no puedo bajar la guardia porque no tengo tiempo. Por eso antes me preguntaban: '¿Estás nervioso?'. Y yo digo: es que no he tenido tiempo de ponerme nervioso. Creo que hay algo ahí, que tendría que tratar con mi terapeuta, de una huida hacia adelante, de no darme cuenta de mis propios problemas y miserias y tapar todo en toneladas de trabajo.

Lo bueno es que vienes muy engrasado, porque también haces un poco esto, política y humor.

Sí, es verdad. Y por eso decía que desde el periodismo, pero de forma poco planificada, la vida me ha llevado hacia la sátira política, y esto es un poco la última parada de un trayecto. En nuestras vidas profesionales nunca piensas muy bien cuál es el siguiente paso que das, pero cuando ya llevas 20 años currando, miras atrás y dices: hostia. Pues parece que es como cuando unes las líneas de puntos en los pasatiempos y dices: coño, aquí hay un dibujo que tiene sentido. Y es verdad, yo hace 15 años hacía un informativo satírico en Radio 3 a las 7 de la mañana. Luego lo hice en Radio 5, luego lo hice en Radio Nacional, luego pasé a Onda Cero, luego estuve en la SER, y en Hoy por hoy haciendo también una mirada un poco diferente de las cosas a partir de las 10 de la mañana. Al final es que se vive la vida como uno es, y yo creo que esto se parece mucho a mí, y se parece mucho a las cosas que yo hago y a lo que me gustaría hacer de mayor.

.

Etiquetas
stats