La historia del último ajusticiado por garrote vil en Asturias se hace novela negra
![Antón García con su novela 'Crónica de la luz y de la sombra'.](https://static.eldiario.es/clip/0eb35f1b-f2ab-4374-80ed-77a068886fd1_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Antón García rondaba los diez u once años cuando su padre le contó que a unos diez kilómetros río arriba de su pueblo, Tuña, en el concejo asturiano de Tineo, y a unos 15 kilómetros en la dirección contraria hacia la aldea de La Zorera, en la parroquia de Genestaza (Xinestaza, en asturiano), se había producido un doble crimen. El asesino, Rafael González Gancedo, había matado a su mujer, Manuela Martínez de Llano, y a su bebé recién nacido con la idea de huir con su amante. En un juicio con jurado lo habían condenado a la pena capital y la sentencia se había cumplido: su verdugo, Gregorio Mayoral, con 14 ejecuciones a su espalda, le aplicó el garrote vil. Fue el último ajusticiamiento en la braña asturiana, en 1899, en tiempos de paz.
Esta historia real, que se remonta al siglo XIX, se quedó retenida para siempre en su memoria. Antón creció y se convirtió en escritor, traductor y editor. Con los ingredientes de ese episodio trágico y una ingente labor de investigación y documentación se convirtió en una novela titulada “Crónica de la luz y de la sombra”, escrita en asturiano y que ganó el premio Xosefa Xovellanos en 2014.
Once años después, la novela llegará a las librerías el próximo 17 de febrero, bajo el paraguas de la editorial Pez de Plata en la traducción al castellano de Marta López.
El editor, Jorge Salvador, prepara una presentación por todo lo alto en la Librería Matadero Uno, en Oviedo, donde esta novela con alma de crónica negra trasladará a los asistentes a un territorio mítico y hostil donde reinan las tradiciones, los silencios, la superstición y el poder implacable de la naturaleza, imperturbable a las hazañas de los hombres.
La faceta creativa y literaria de Antón García se complementa con su actividad política. Ha sido coordinador de la promoción del asturiano en el Gobierno regional, director general de Política Llingüística del Principado y actualmente está al frente de la Dirección General de Acción Cultural y Normalización Llingüística.
En su novela, Antón García cuenta con todos los alicientes de una crónica negra: hay un asesino, una amante, víctimas inocentes, un jurado popular, un pueblo que clama venganza y hasta un verdugo; todo ello ambientado en la braña donde se produjo el crimen y donde se ejecuta la pena capital.
Antón García escribió esta novela originalmente en asturiano, ya que lo domina a la perfección, y aunque también traduce obras, en este caso prefirió que se encargara de la traducción Marta López, de la que habla maravillas, muy satisfecho con el resultado.
Del asturiano al castellano
“En mi anterior libro me comprometí con el editor a hacer yo mismo la traducción y cuando estaba terminando -explica- me arrepentí porque realmente mi lengua literaria, en la que me cuesta muy poco escribir y en la que primero escribo cuando me pongo a ello, es el asturiano”.
“Yo sé el castellano de Asturias. Por ejemplo, en mi pueblo decimos payar, que en castellano se dice pajar. Pero en realidad -expone-, para un castellano hablante puede ser un henil. Entonces, a la hora de publicar esta novela, me apetecía no traducirla yo, sino que alguien la tradujese. Y la verdad es que Marta hizo un muy buen trabajo”.
Lleva escribiendo desde que tenía veintipico años en “el asturiano común” que, según lo define, vendría a ser el asturiano en el que se lleva escribiendo literatura desde el siglo XVII; el mismo que emplean la administración y los medios de comunicación.
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La trama de la novela
Como buen filólogo, lo primero que se plantea a la hora de escribir es lograr que la novela esté bien estructurada. Una vez que tiene el argumento, el siguiente paso es documentarse bien y acudir a las fuentes.
“Cuando me contó esta historia mi padre yo apenas era un crío. Son esas cosas que te quedan porque te han impresionado y aunque en aquel momento yo no era muy consciente de lo que era la pena de muerte, ni la ejecución en plaza pública, me llamó mucho la atención”, relata a elDiario.es Asturias.
A partir de ahí, a lo largo de su vida, siempre que se cruzaba con esta historia en la prensa, en una librería, en cualquier sitio, él iba recogiendo toda la información en una carpeta y cuando pensó que “ya no daba más de sí”, explica, fue cuando decidió que tenía que hacer algo con todo este material.
Contaba con otra fuente de información muy valiosa. El periodista Rafael Lorenzo había publicado varios artículos sobre este tema en la prensa ya que había ido a la braña y había entrevistado a descendientes de las familias. Una de las documentaciones era el relato oral de la gente del pueblo sobre este episodio trágico, y en otra hacía referencia a lo que había trascendido a través de la prensa de la época sobre la ejecución y el juicio.
Con la investigación que había realizado Rafael Lorenzo y la documentación personal que a lo largo de toda su vida ha estado recopilando el propio Antón García se dio cuenta de que ya disponía de muchísimos datos sobre algunos de los personajes protagonistas de la historia.
El papel de las mujeres
Sin embargo, entre tan abundante documentación faltaba un detalle importante: “No había ninguna información sobre lo que a mí me parecía que eran los verdaderos protagonistas, que eran las mujeres de la historia, como eran la mujer, la madre y la amante de Rafael González Gancedo. Realmente casi toda la documentación se centraba en el hombre ejecutado, en su verdugo, en el juez. Una situación que era habitual porque la historia siempre se cuenta desde la perspectiva de los hombres. Y las mujeres obtienen un papel secundario. Aquí la madre es la madre, la muerta es la muerta y la amante es la amante pero no hay información relevante de ellas”, comenta el escritor.
El autor entiende que el verdadero protagonismo junto a Rafael González Gancedo son las mujeres de la historia, empieza a ver que ahí está la novela.
Una vez que ya tenía en su cabeza qué papel relevante tenía asignado a cada uno de los protagonistas empezó a trabajar sobre la estructura para que todo encajara como quería que fuese realmente.
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Antón García reparte muy bien las 24 horas del día para poder realizar tantas y tan variadas actividades profesionales y personales. Reconoce que la escritura le absorbe mucho tiempo y le dedica muchas horas, pero el resultado final es muy satisfactorio.
Trasladando la historia de Rafael González Gancedo al siglo XXI el autor ve ciertos elementos que aún hoy siguen perdurando. “Destacaría, sobre todo, que me parece una historia que habiendo ocurrido en el siglo XIX, que parece un tiempo muy alejado de nosotros, en el fondo creo que estamos hablando prácticamente de lo mismo en la sociedad contemporánea, es decir, del maltrato a las mujeres. De una sociedad machista. De la importancia de la justicia y de la injusticia. También de los medios de comunicación donde tiene un papel muy importante el periodista Ramón Torres de El Carbayón. Y después yo destacaría también el debate que existe en la sociedad asturiana de aquel tiempo acerca de la pena de muerte”, sostiene.
El incendio de la Audiencia
En la novela recoge un artículo de Adeflor en el periódico republicano El Noroeste, donde hizo un alegato contra la pena de muerte que al escritor le sorprendió mucho cuando lo leyó. “Me sorprendió porque uno piensa que estos debates son como más modernos, pero no es así”, admite.
Mucha documentación se conservaba en la Audiencia Provincial de Oviedo, pero un incendio destruyó una información que a día de hoy sería muy valiosa. “La Audiencia era la memoria histórica. La documentación más importante de Asturias estaba ahí y se perdió, claro”, añade.
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Otro de los aspectos que más le llamaron la atención cuando se estaba documentando para escribir la “Crónica de la luz y de la sombra” fue que el juicio donde se condenó a Rafael González Gancedo se celebró con un jurado popular.
Las contradicciones
Las contradicciones de la vida también se pusieron de manifiesto cuando a la hora de escuchar el veredicto de culpabilidad el pueblo que esperaba ansioso la sentencia se puso “muy contento” y al ver tanto a Rafael González Gancedo como a su amante y a su madre, les gritaban “asesinos, al garrote”. Y sin embargo, cuando llega el verdugo, nadie le da posada, ni le da de beber, ni le quiere alquilar un carro para que llegue a Tineo, porque en el fondo es una tragedia.
Antón García tiene una explicación: “yo creo que esa contradicción se debe a que la sociedad es muy voluble. Y entonces, al calor de los asesinatos, la gente lo que quería era ver tres penas de muerte, que se matase al asesino, a su madre y a la querida, que era lo que pedía el fiscal. Al final cuento en la novela cómo pudo ser que la gente lamentara que no fuesen tres las penas de muerte. Y, un año después, cuando llega el momento de la ejecución, la misma sociedad lo que quiere es que no se ejecute. Bueno, ahí hay una contradicción muy curiosa entre lo que queremos en un momento y lo que queremos en otro”.
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