La difícil historia de Fermín Muguruza con Madrid: boicots y amenazas, pero también conciertos sorpresa y defensa popular
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Traigo una escena que retrata, seguramente, un rincón en la memoria de muchos chicos y chicas crecidos en los años noventa. Hay un grupo sentado en el banco de madera de un parque. Algunos, ocupan el respaldo, con su culo en equilibrio y los pies sobre el asiento. El resto, revolotea alrededor con la energía espasmódica de la posadolescencia. Hay un litro de cerveza Mahou en ese mismo tablón y se pasan cintas de música grabadas. En la carátula de una de ellas –una ventanita de folio mal cortada– se lee en el azul universal de los bolis BIC una frase en euskera: Azken guda dantza (La última danza de guerra). El disco en directo grabado por Kortatu en 1988, su despedida, es mucho más que un testamento para una generación que ha llegado algo tarde a la trayectoria del grupo de Irún y que vive el momento álgido del punto y seguido dictado por los hermanos Muguruza, Negu Gorriak.
Es una escena que explica por qué este sábado, durante el concierto de 40 aniversario de Fermín Muguruza en el Palacio de los Deportes de Madrid (Movistar Arena y antes Wizink Center), esos chavales que hoy surcan la década de los cuarenta se mezclarán con otros que ya entonces habían entrado en le edad adulta y con varias generaciones posteriores. Todas las generaciones que aún se ideologizaron con el rock y que, en un ejercicio a medio camino entre la nostalgia y la afirmación consciente, enarbolan un seguimos siendo a través de la rabia y la alegría.
La escena podría haber sucedido en cualquier ciudad de España –e incluso del mundo– pero que el escenario fuera Madrid la reviste de sus propias características. Porque Madrid es una de esas ciudades donde se mezclan el agua y el aceite; nuestros chavales del parque y la línea del frente habitada por los realistas y la carcundia. Aquí, hacer un poco tuyo lo vasco, que entonces tenía entre las culturas de izquierda un poder de fascinación rallante en el fetichismo acrítico, era incómodo.
“Ser amigos de Negu Gorriak trae problemas con los poderosos…militantes antifascistas de Madrid que fueron detenidos, al pasar a disposición del juez además de preguntarles por su relación con organizaciones de izquierda vascas, sorprendentemente fueron inquiridos a responder si conocían a los miembros de Negu Gorriak o habían acudido a sus conciertos”. Sucedió en 1995, según se explica en La victoria de la palabra, que hace un recorrido por la historia del grupo.
La relación de los Muguruza con la ciudad de Madrid ha sido difícil durante estas últimas cuatro décadas. Surcadas de boicots, abucheos y amenazas, pero también de grandes excepciones de cariño. Con la mirada puesta en el concierto que reunirá en un mismo escenario a Kortatu, Negu Gorriak y Fermín Muguruza, hemos querido recordar algunos pasajes de esta relación de amor-odio.
De cancelación en cancelación
Mucho antes de que se hablara de la cultura de la cancelación, Muguruza se había convertido en sinónimo del término en la capital del reino. La primera vez fue ya sonada. El 7 de junio de 1986 unos 400 jóvenes esperaban a las puertas del Campo del Gas (calle Gasómetro, en Arganzuela) para asistir a un concierto de Kortatu, TdeK y Commando 9 mm. No sabían que Delegación de Gobierno lo había suspendido unas horas antes y que la policía acudiría a disolverlos. El cabreo fue tal que se produjeron incidentes callejeros en la zona de Ronda de Toledo, que se extendieron a la zona de Malasaña por la noche.
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Las cancelaciones y vetos se producirían en otras ocasiones, especialmente en la década de los 2000 con el Partido Popular en el poder. Después de ocho años empantanados con la denuncia que el general Rodríguez Galindo les puso por hablar del tráfico de drogas en Intxaurrondo en la canción Ustelkeria, en 2001 llegaba para Negu Gorriak la absolución del Tribunal Supremo. El grupo, que se había disuelto en 1996, se reunirá entonces para celebrarlo con tres grandes fechas.
Pero, paradójicamente, los 2000 serían años muy duros para Muguruza. Sarri, Sarri, una canción de Kortatu que toda España había bailado frenéticamente unos años antes, era ahora traída a colación una y otra vez por los abogados de la Asociación de las Víctimas de Terrorismo, los medios de comunicación y los ayuntamientos por la letra, que narra la fuga de la prisión de Martutene de Iñaki Pikabea, Piti, y Joseba Sarrionandia, Sarri.
En 2004 se cancelaron varios conciertos de Fermín Muguruza Kontrabanda (Huesca, Valencia, Burriana o Madrid). La onda expansiva llegó lejos en el tiempo, y todavía en 2016 habrá presiones para que se cancelaran los conciertos de Fermín Muguruza y Los Chikos del Maiz en el festival Cultura Inquieta de Getafe.
En medio del clima aznarista se produjo también el bochornoso episodio de los Premios de la Música en 2003. Ese año, Fermín había ganado el premio a la mejor canción en Euskera y subió a recibirlo con una camiseta del diario Euskaldunon Egunkaria, cerrado poco antes por formar presuntamente parte del conglomerado empresarial de ETA (relación que fue desmentida judicialmente años después). Muguruza dedicó el premio a los trabajadores del medio y a su director, Martxelo Otamendi, que estaba entre el público. Aunque hubo algún aplauso tímido, aquella noche en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid la voz más representada en la platea fue la del abucheo.
El concierto de Rivas Vaciamadrid o el tesón de querer ver a Fermín
El 22 de mayo de 2004, en plana ola de cancelaciones, se celebró en el pabellón Cerro del Telégrafo de Rivas Vaciamadrid un recordado concierto de Fermín Muguruza Kontrabanda y otros grupos en conmemoración del 20 aniversario del nacimiento del EZLN y el décimo aniversario del levantamiento zapatista, organizado por el colectivo cultural Ladinamo. Contó con el apoyo del Ayuntamiento, gobernado por Izquierda Unida.
Pero era imposible que las cosas discurrieran con normalidad. Solo unas horas antes del evento, la Comunidad de Madrid había comunicado su prohibición, a la que Ladinamo se opuso. El concierto se celebró el mismo día que el enlace matrimonial entre Felipe de Borbón y Letizia Ortiz, por lo que la prensa aireó que se trataba de un acto de boicot a la boda real. Aunque el concierto tenía su propia razón de ser, es cierto que Fermín suele referirse al día como el de la “ceremonia del apareamiento de parásitos” y rememora con guasa que aquel sábado, mientras jarreaba en Madrid, en Rivas lucía un sol espléndido.
Ladinamo, vinculado a los movimientos sociales madrileños, tenía un local en Lavapiés, un barrio cuya idiosincrasia casa con la historia de los Muguruza y se ha cruzado en otras ocasiones en su historia: el primer concierto de Kortatu en Madrid lo organizó Onda Verde en la plaza de Cabesteros (actual Nelson Mandela) en 1985.
Por sorpresa en las okupas: el concierto acústico en el Patio Maravillas
El de Rivas fue el último concierto oficial en la Comunidad de Madrid hasta el que ofreció en Getafe en el año 2016, lo que no quiere decir que el artista no apareciera en la ciudad durante estos años.
Fermín apareció por sorpresa en la primera sede del Patio Maravillas –en realidad, la convocatoria había corrido sotte voce– para apoyar al centro social okupado, que había recibido orden de desalojo. Para el concierto acústico se montó una banda los integrantes del grupo Grande Marlaska y Desechos.
La historia de los distintos grupos de la marca Muguruza siempre ha estado ligada a los centros sociales okupados, dentro y fuera de la península. En el año 2000 había tocado en el CSO La Nevera de Pueblo Nuevo en apoyo a la publicación Molotov (antecedente de Diagonal, luego El Salto). Ya en la década de los noventa, se había fraguado una corriente de colaboración de los ambientes autónomos madrileños con su sello, Esan Ozenki, que también fichó a Hechos Contra el Decoro, una de las bandas por excelencia de las okupas de Madrid. Algunos de aquellos músicos formarán parte luego de la Kontrabanda.
El accidentado concierto de Joxe Ripiau en la sala Suristán
El gran ausente en la reunión multitudinaria del sábado será Íñigo. El menor de los Muguruza, actor protagonista de Kortatu y Negu Gorriak, nos dejó en 2019. En junio de 2000 el músico se presentaba en Madrid con Joxe Ripiau, uno de los proyectos musicales de más recorrido de Íñigo después de Negu Gorriak junto con Sagarroi. Durante las semanas anteriores, los medios de comunicación de la capital comenzaron a recibir avisos inquisitoriales por fax de que un Muguruza tocaría en Madrid.
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Es de celebrar que de las palabras no se pasara, en esta ocasión, a los hechos, pero sí llegaron más palabras, que hicieron peligrar la celebración del concierto. Armando Rua, responsable de la sala, recibió primero el aviso de una organización de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. Tenían la intención de manifestarse frente a la sala para mostrar su rechazo al concierto. Las estrecheces de la céntrica calle de la Cruz, donde estaba la Suristán, convertían la amenaza en un peligro potencial. Posteriormente, recibió otra llamada. En esta ocasión dijeron que habría cuchilladas.
Los organizadores decidieron seguir adelante con el concierto después de ponerlo en conocimiento de la policía, que se presentó en la sala cuando ya había comenzado. Más palabras tenían la culpa: el aviso de que se había colocado una bomba incendiaria en Suristán. Dos agentes de paisano revisaron la sala y el concierto, que los asistentes recuerdan como una gran fiesta, prosiguió. Según contó Rua en el podcast Barrio Canino, la policía le espetó al marcharse que debería “seleccionar mejor a su público”. La amenaza no era inverosímil. Ya en 2001 su hermano Fermín había sufrido un intento de atentado durante un concierto en Barcelona, cuando cuatro hombres –que serían condenados por terrorismo– detonaron sin mucho éxito un artefacto casero.
La de Fermín Muguruza y los suyos con Madrid ha sido una relación accidentada. Un recorrido accidentado que tiene el próximo sábado una parada festiva, invocada bajo los arcanos del ska, el hardcore, el reggae, el soul, el punk o la trikitixa. Un pogo intergeneracional que tiene algo de actitud desafiante a ambos lados del escenario. Una fiesta contenida en la geografía confortable del Palacio de los Deportes que no se desbordará, pero intentará ser una celebración de la coherencia y la supervivencia.
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