Terraplanismo absoluto

Cuando me desperté, Trump ya era presidente. Un presidente que dice de sí mismo ser el enviado de Dios que llevará a su país a la edad de oro. 

Por ello, se da prisa en salir de la Organización Mundial de la Salud, de dar permiso a las petroleras para que lo extraigan todo, sin reparo. Trump dice estar en conflicto con la ciencia médica. Vendió en eras pandémicas su negacionismo hacia las vacunas consiguiendo adeptos a la ignorancia, pero cuando cogió la COVID fue atendido en uno de los mejores hospitales de Estados Unidos. 

Y es que para los ultras es importante la ignorancia del pueblo. Si el pueblo no cree en la ciencia, el pueblo no necesitará educación. Si el pueblo no cree en el cambio climático y de paso la tierra es plana, Elion Musk podrá llenar los cielos de satélites y conquistar Marte. Así el multimillonario desde la inmensidad de la ingravidez, podrá ver la redondez de nuestro planeta y se reirá del mundo con los bolsillos llenos. 

Si no creemos en la medicina, ¿Para qué una sanidad pública? 

Si no creemos en la ciencia ¿Para qué una educación pública? 

Si no creemos en la desigualdad de género ¿Para qué casas de acogida a mujeres víctimas de violencia machista? 

Mientras el mundo se aleja de los derechos, los ricos aplauden junto a sus sonrisas histriónicas el nombramiento de Trump que no es más que el malo de las películas, lo opuesto a la Princesa Leia. Él es el imperio descojonándose de nosotras, de nosotros, del resto del mundo que no se merece nada, pobres que no llegaremos nunca a Marte. 

Frente al imperio del terraplanismo solo nos queda la rebeldía del conocimiento.