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Canarias, un territorio frontera sin políticas para la diversidad cultural: ''La tratamos como problema y no como sello''

Imagen de archivo de residentes del barrio de El Fraile, en Tenerife

Natalia G. Vargas

Arrecife —

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Canarias es “puro territorio de frontera” e “identidad de frontera”. Así lo afirma el trabajador social e investigador José Manuel Álamo. Las islas han sido siempre un lugar de intercambio cultural por su posición en el mapa, sus lazos con África y Latinoamérica y por su consolidación como destino turístico de millones de europeos. Aunque la población extranjera ha crecido en el Archipiélago hasta superar el 20%, casi cinco puntos por encima de la media nacional (15,9%), las políticas públicas de integración no avanzan al mismo ritmo. “Se hacen políticas reactivas. Tratamos la diversidad cultural desde los problemas y las dificultades, pero los países con mayor desarrollo en el mundo tienen la multiculturalidad como uno de sus sellos”, sostiene el experto.

José Manuel Álamo nació en Gran Canaria y ha dedicado toda su trayectoria profesional a la gestión de la diversidad cultural y la convivencia. Forma parte del Instituto Universitario de Investigación sobre Migraciones, Etnicidad y Desarrollo Social (IMEDES) de la Universidad Autónoma de Madrid y ha asesorado a diferentes administraciones públicas de todo el país en sus planes de convivencia. Después de 20 años trabajando en la Península, el trabajador social ha regresado al Archipiélago, donde colabora con las universidades públicas y trabaja en proyectos de convivencia sin precedentes en la comunidad autónoma. 

“En Canarias no tenemos percepción de ser frontera porque no hay muros, la gente no ve vallas. Nuestro muro es el mar. Sin embargo, lo somos, y cada vez más”, asevera el investigador. No considerar al Archipiélago como un punto fronterizo y la falta de formación en materia de diversidad cultural explica, según Álamo, por qué las islas van rezagadas en el diseño de políticas públicas efectivas de convivencia.

“Andalucía tiene ya 17 planes en el ámbito autonómico. Hay comunidades con menor impacto migratorio que la nuestra que van por delante, como País Vasco, Navarra o Cataluña”, explica. El investigador grancanario insiste en que la atención de la multiculturalidad en Canarias va más allá de gestionar la migración que llega por mar. “En el mundo ya se habla de movilidad humana, no de migraciones. Por ejemplo, hay gente que tiene su residencia en el Archipiélago pero trabaja para empresas de fuera. El turismo clásico no para de subir… Desde toda esa complejidad, las islas necesitan apostar por la interculturalidad”, defiende Álamo. 

La acogida: estructural y no pasajera 

El investigador subraya que el primer paso debe ser reemplazar las políticas reactivas. Para él, el debate político construido en torno a la infancia migrante es un ejemplo de cómo se enfoca la migración como problema. Un informe publicado por las entidades Irídia y Novact en diciembre de 2024 ya advirtió que el tira y afloja entre partidos y gobiernos para reformar la Ley de Extranjería y fijar un reparto obligatorio de menores consolida “una narrativa criminalizadora” que presenta la inmigración como amenaza. “Los menores se han convertido en el foco de negociaciones políticas y discursos de odio”, rezaba este documento. 

En esta línea, el Cabildo de Gran Canaria ha impulsado en los últimos meses una estrategia insular para la gestión de la diversidad cultural y la convivencia. El objetivo es lograr una “convivencia pacífica” entre la población local y la que llega desde otros lugares. Se trata de un proyecto apoyado por todos los municipios, por las universidades públicas y por la ciudadanía. El plan, recogido en un documento de 74 páginas, está construido en torno a tres ejes: la acogida, la inclusión y la sensibilización. 

“La acogida no es un fenómeno pasajero, sino estructural. Cuando te vas de un lugar y vuelves, también pasas por un proceso de acogida, porque regresas desorientado”, subraya. En esta línea, insiste en la necesidad de reforzar la coordinación entre los diferentes agentes implicados en este fenómeno y mejorar la distribución de los recursos económicos. “Se habla del Estado y de la comunidad autónoma, pero los Cabildos y los municipios están muy solos. Navarra, por ejemplo, da subvenciones a los municipios para que contraten mediadores interculturales para abordar los problemas locales que puedan surgir”, apunta. 

Más allá de la acogida, es clave la inclusión de las personas que ya están asentadas en las islas en la cultura, el deporte o el empresariado. “Hay que formar al personal de recursos humanos para que hagan precontratos a las personas extranjeras, un elemento fundamental para poder tener la residencia en la isla”, sugiere Álamo. 

El último eje de este plan es el cambio de las narrativas y la sensibilización de la población “para avanzar en una sociedad que hace de la diversidad cultural un activo positivo”. 

El Gobierno de Canarias también está trabajando en el programa Canarias Convive. El fin último es elaborar un Plan Canario de Inmigración y Convivencia Intercultural que permita “garantizar una atención y acogida adecuada a la población migrante”. En Tenerife también trabaja desde 2009 la entidad Juntas en la misma dirección, que cuenta con el apoyo del Cabildo insular y la Universidad de La Laguna. Esta iniciativa aborda la convivencia desde la horizontalidad y la pluralidad, con el fin de frenar los prejuicios, luchar contra el racismo y alcanzar la igualdad.  

“Estamos ante discursos donde unas pocas personas e instituciones que hablan en contra de la inmigración consiguen impactar con fuerza en la sociedad, haciendo crecer el racismo”, recuerda el investigador.  Ante el auge de la xenofobia y de las políticas anti-inmigración, “será más fuerte el territorio formado por ciudadanos y ciudadanas del mundo que trabajan unidos”, defiende Álamo.

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