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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Perros, viejos, niños, mariconadas, 'corructos' y alguna que otra cagada

Cartel del Ayuntamiento de Santander para la recogida de heces de perro.

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La cartelería y las pintadas se ha convertido en paisaje invisible en pueblos y ciudades con sobreinformación. Hay carteles y mensajes estampados que duelen en diversas partes de la conciencia y que instalan el estupor en los ojos de quien mira.

Hoy tengo tres puñaladas ‘gráficas’. Si me fijo en los mensajes, ninguna debería rasgar mi fina piel de ciudadano susceptible, pero la verdad es que son todas candidatas para comenzar el incendio purificador al que me abocan.

La primera, si la leo al pie de la letra, no debería afectarme, aunque, de vez en cuando, pise o me tope con el objeto viscoso al que hace referencia. El cartel habla de heces… palabra con muchos sinónimos y todos muy expresivos: deposición, deyección, detritus, caca, popó, mojón, mierda, cagada.... Es decir, que el equipo creativo que ha diseñado los ‘artes’ podía haber elegido términos menos técnicos y más llamativos para hacer esta campaña. Optaron por heces, pero la cagaron en el resto. 

Dice así el cartel que anda plantado en diversos espacios verdes de la ciudad de Santander: “Niños jugando, personas mayores con visión reducida… por una buena convivencia recoge sus heces y enséñale dónde orinar”. La pésima sintaxis se compensa por una ilustración del perfil de un perro defecando que nos hace intuir que no se nos anima a recoger las heces de los niños —que las niñas no cagan— ni de los viejos con poca vista. Para reforzar la idea, un texto para gente con visión 20/20 nos advierte de una posible multa de hasta 200 euros si se incumple la ordenanza correspondiente.

Deduzco, entonces, que las minas antizapatos depositadas por las mascotas son sólo un problema para niños (no para las niñas) y para las personas mayores con visión reducida (aunque el INE nos diga que sólo un 18% de las personas con 65 años o más tiene una deficiencia significativa en la visión). Es decir, los jóvenes y las personas adultas no sólo no tienen problemas con las heces, las deposición, las deyecciones, los detritus, las cacas, el popó, los mojones, la mierda, o las cagadas, sino que además, hasta los 64 años, no tienen problemas de visión reducida y no suelen jugar en los espacios urbanos. ¡Así nos va!

Sorprende que en el siglo XXI, después de tanta matraca sobre la diversidad humana y el respeto a las diferencias y singularidades, alguien escriba un texto tan discriminador y tan absurdo. También sorprende que alguien pueda sacar dinero con ello o que los responsables políticos presenten la campaña como un ejemplo de educación cívica. ¡Así nos va!

Claro, que si de respeto a la diversidad hablamos, un bar campurriano ha decidido que sus patatas con caballa, sus alubias de Tolosa o sus macarrones no contienen “mariconadas”. A veces el marketing se pasa de la línea o a veces muestra lo que pensamos. “Comida casera de abuelas sin mariconadas, ni florituras” por 12 euros. El precio es competitivo y el autor de la frase logra condensar en ella dos mensajes: la cocina buena es cosa de señoras mayores condenadas a cuidar de diversas proles y guerra frontal a las “mariconadas” —imagino yo que lo identifica con que el mantel esté limpio y que los vasos no sean un mapa de sus huellas—. Todo un ejemplo de mensaje directo… y patán.

El tercer mensaje que recojo en las calles es el que alguien ha pintado con poca convicción en la sede autonómica del PSOE en el que los denomina como “corructos (SIC) sin honor”. Ya se sabe que honor se escribe con hache y que la vehemencia a veces no está acompañada del conocimiento, pero es cierto que quien hizo la pintada en realidad trazó un autorretrato.

Parece que sólo veo el mal en lo local… pero no es así. En las últimas semanas dos campañas nacionales me tienen fascinado. La del BBVA que, en su carrera por engullir al Banco Sabadell, nos anuncia que “[N]o se trata de competir con otros bancos, se trata de competir con todo lo que hay”. Buena declaración de principios capitalista que no esconde la angurria financiera y que nos sitúa a todos como posible competencia de este banco, cuya ‘A’, alguna vez, fue de todos y todas los que pagamos impuestos. Un señor llamado Felipe González decidió juntar a todas las entidades bancarias públicas bajo la marca Argentaria (A) para luego privatizarla mejor y beneficiar al BBV, cuyo ‘digno’ origen —por cierto— está en la trata de personas esclavizadas de su fundador: Pablo de Epalza, que compitió a lo bestia con “todo lo que hay” para hacer fortuna y no se permitió “mariconadas” en ese camino de emprendedor. 

En la otra cara, el Banco que puede ser engullido, el Sabadell, ha decidido repetir una de las mayores mentiras de nuestra sociedad, la de la libertad de elección, como si el dinero, la educación o los papás y mamás que tienes no influyeran en tu capacidad de elegir. Su última campaña tienen el lema de “[P]oder elegir es tu poder” y nos recuerda que los podemos-debemos elegir a ellos porque cualquier otra elección es una “cagada”. 

Así que ya saben recojan las ‘heces’ de su banco para evitar que por una ‘mariconada’ o por un maldito ‘corructo’ se queden con la “visión reducida” o les dé por jugar como niños en lugar de competir con “todo lo que hay”. Los carteles son toda una escuela —al revés—. 

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