Juan Carlos I contra Revilla: batalla judicial de eméritos en plena sucesión del PRC

Muchos años después, frente a 18 micrófonos, 13 cámaras de televisión y 27 periodistas, Miguel Ángel Revilla recordó la amistad ya rota que le unió al rey emérito con cierta amargura. Allí, solo, ante una mesa blanca, se activaron las grabadoras y el político demandado por Juan Carlos de Borbón hizo una crónica de desamor aderezada por fuertes dosis de épica y emoción.
El día anterior, Revilla estaba vestido de juez -mayúscula alegoría- rodando una película en Vitoria con su paisano, el actor Antonio Resines, cuando su mujer, Aurora Díaz, le hizo una señal para que saliera del plató. Acababa de desvelarse que el rey emérito, voluntariamente exiliado en los Emiratos Árabes, anunciaba una demanda contra el político cántabro por derecho al honor y le exigía 50.000 euros de indemnización.
Casi al mismo tiempo, en Cantabria, los cuatro aspirantes a sucederle como candidato del PRC se reunían en la sede del partido para intentar llegar a un acuerdo y evitar unas primarias en un partido que, por primera vez en su historia, va a prescindir de Revilla en su cartel electoral. De la cita no salió ningún acuerdo, aunque el plazo para que haya un candidato único se cierra el viernes. Paula Fernández, Pablo Diestro, Javier López Estrada y Guillermo Blanco son los aspirantes, aunque Revilla se ha reservado un papel como secretario general del partido que, tras perder el Gobierno de Cantabria a raíz de la última derrota electoral, ha optado por un modelo de bicefalia.
Y es que Revilla ha dado un paso atrás en la política autonómica mientras la actualidad le ha hecho dar un paso adelante en el escaparate mediático. Así que, 24 horas después, ya sin la toga ficticia, Revilla ha comparecido ante los medios de comunicación con su habitual traje azul.
Media hora antes de que comenzase la rueda de prensa el aforo ya estaba completo en la vetusta sede del Partido Regionalista de Cantabria, un piso antiguo en el centro de Santander que tiene cierto aroma a santuario revillista. Hay un bote de gel desinfectante con una pegatina de la cara Revilla. De hecho, su rostro aparece impreso en una estela de barro, en tazas y asoma en algunas fotografías. El suelo de madera cruje bajo el peso de más de una decena de cámaras y trípodes que ensordece el barullo de voces entre cables y focos.

Cuando Revilla aparece puntual, a las diez de la mañana, apenas puede acceder a la mesa sobre la que cerca de una veintena de micrófonos de medios de comunicación de todo el país esperan impacientes para comerse sus palabras. Está solo en el centro de tanta expectación.
Han pasado muchos años desde aquel día en que saltó a los medios de comunicación nacionales por su peculiar narración de la boda del príncipe Felipe y Letizia Ortiz, cuando se quejó de que había pasado hambre y muchas penalidades con su vejiga –“me hubiese venido bien un pañal”, llegó a decir– porque había mucha cola para ir al baño. Cuando llegó su turno la puerta estaba entreabierta porque el sable de dos metros de Harold de Noruega, que estaba dentro orinando, hacía de tope. Una anécdota que le lanzó al estrellato mediático.
Así entró Revilla en la primavera de 2004 por la puerta grande de las televisiones. Desde entonces, su popularidad ha ido creciendo y se ha convertido en un rostro muy conocido que pontifica sobre actualidad en los programas de máxima audiencia: porque él, la garantiza.
En estos primeros tiempos se fraguó una relación entre dos perfiles campechanos. Revilla se consideraba amigo del rey. La portada de uno de sus libros es una fotografía de ambos que retrata al expresidente cántabro agachado calzándole unas albarcas a Juan Carlos de Borbón.
Después, con la caída del prestigio del monarca llegó el 'desamor' y Revilla empezó a tener un discurso contrariamente crítico a aquellas primeras mieles de admiración. “Se me cayó cuando descubro que es un evasor fiscal, con una pasta gansa fuera, que nos ha pedido que seamos ejemplares. El emérito es la gran decepción de mi vida. Me parece un viva la virgen”, confesó Revilla a Pablo Motos.
El día después de conocer la demanda contra él, frente a los micrófonos, se ha preguntado: “¿Por qué yo? ¿Por qué Miguel Ángel Revilla? Un tipo superconocido que no tengo rabo de paja”. A continuación, se ha respondido a sí mismo: la única razón que se le ocurre es que quiera dar un escarmiento a otras voces críticas a través de su persona.
Revilla se ha defendido diciendo que ha sido crítico con todo el mundo: con Aznar, por la guerra de Irak, con Ábalos y los ERTES andaluces, con Zaplana, Rato y “hasta con M. Rajoy”. Para acabar reivindicándose como un hombre puro, limpio y honesto que casi se tiene que ir de Cantabria por denunciar la corrupción en tiempos del expresidente Juan Hormaechea que acabó condenado: “Me quisieron comprar, me pusieron la panoja en la boca”.
Cuando Revilla empezó a presumir de que no está aforado y que irá al turno de oficio con el juez que le toque, “como uno más”, hizo su entrada en la sede del PRC Guillermo Blanco, el único de los aspirantes a suceder a Revilla -fue su jefe de gabinete durante años- y el único militante que lo acompañó, aunque fuese desde una discreta retaguardia, en esta batalla contra el emérito. Ahora que ambos están a punto de compartir esa condición. Aunque Miguel Ángel Revilla va a seguir al frente del partido aunque no se presente a las elecciones.

Otro de los asistentes a la rueda de prensa en Santander fue su amigo, el periodista Iñaki López de La Sexta, con quien Revilla tomó después un café, momento en que un par de ciudadanos se acercaron a darle ánimos y a felicitarle por sus críticas al Borbón. López siguió la comparecencia de Revilla, que enhebró un discurso durante media hora, sin papeles. Siempre lleva todo en su cabeza y sigue en forma.
Hubo un momento para la épica y otro para la emoción. Le tembló la voz al hablar de su familia y una exaltación de su trayectoria vital y profesional: el hombre idealista que dio nombre a Cantabria, el hombre valiente que luchó contra la corrupción, el hombre honesto que sigue viviendo en El Astillero y no en Abu Dabi. Incluso el hombre que consiguió que el costoso medicamento Sovaldi se suministrase gratis a los enfermos hepáticos, según su relato.
Pero, también, esta vez hubo cierta contención en el discurso. Quizá menos ironía que en otras ocasiones. El político dijo que va a hacer lo que le aconseje su abogado José María Fuster, un catalán afiliado al Partido Regionalista de Cantabria con quien comparte décadas de amistad.
Lo que sí dejó claro Revilla es que le gustaría un cara a cara con el emérito en el acto de conciliación. Supondría conseguir la fotografía más polémica y relevante de su currículo, y eso que es dilatado y abundante en cuanto a conocidos y retratos.

En un momento de su larga explicación, Miguel Ángel Revilla expresó que es posible que Juan Carlos de Borbón se haya sentido defraudado “por la relación que hemos tenido y que no oculto”. “Fijaos que esta historia con el rey va de libro a libro”, explicó mientras colocaba dos ejemplares en la mesa, junto a los micrófonos. “Nos caíamos bien”, explicó. Y en ese momento, el libro con la foto del emérito en portada se desplomó al suelo con estrépito.
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