Davi Kopenawa, la voz indígena contra la minería ilegal: “Los hombres blancos ven la tierra como algo a conquistar”

Davi Kopenawa (Amazonas, 1956), chamán y líder yanomami, una de las principales comunidades ancestrales de la Amazonia, no suele hablar de la historia de su pueblo. Prefiere centrarse en el presente y denunciar al “destructor blanco”, como él llama a quienes invadieron su territorio hace décadas —una zona que rodea la frontera entre Venezuela y Brasil– para explotar sus minerales.
“Son aquellos que no nacieron en nuestra región, los mineros ilegales, los terratenientes, el agronegocio y los madereros que talan los bosques y las selvas”, relata Kopenawa. “Usan nuestra tierra como si fuera suya, pero es nuestro territorio”, advierte.
Vestido con una corona de plumas con tonos azules y rojos, símbolo de los pueblos indígenas, Kopenawa, reconocido mundialmente por su lucha de más de cinco décadas en defensa de los derechos humanos y territoriales de los pueblos de la Amazonia, ha visitado este lunes Barcelona para inaugurar el ciclo de debates Las políticas de la selva, organizado por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB).
El chamán y jefe indígena ha llegado a la capital catalana, que pisa por primera vez, tras un largo viaje desde Watoriki, donde reside con su esposa y sus seis hijos en una sección vivienda colectiva en el corazón el estado brasileño de Roraima.
Premio Right Livelihood (el considerado Nobel Alternativo) en 1989, Kopenawa dejó escrito el testimonio de su lucha hace años en el libro La caída del cielo, que en 2023 tradujo al castellano la editorial Capitán Swing. La obra, recopilación de sus conversaciones con el antropólogo Bruce Albert, es al mismo tiempo un retrato de la cultura del pueblo yanomami, una defensa de la selva amazónica y una denuncia de la minería ilegal, el extractivismo y la sociedad de consumo occidental.
“Los hombres blancos piensan de manera diferente; ven la tierra como algo que deben conquistar y luchan para apoderarse de grandes extensiones de territorio indígena y destruir los ríos que atraviesan nuestro territorio yanomami”, lamenta Kopenawa.
Los que no respetan la tierra
La palabra napë, que significa “extranjero” o “enemigo”, es el término que Kopenawa y su pueblo utilizan para referirse a los hombres blancos; aquellos que, según el chamán, no respetan su tierra y solo buscan destruirla.
Para ilustrarlo, se remonta a los primeros encuentros con esos napë: los que construyeron la carretera Transamazónica Perimetral Norte. “La carretera invadió nuestra selva y destruyó nuestro bosque. El Gobierno no quiso consultarnos en absoluto. Pese a existir un protocolo de consulta, entraron como animales, sin ningún respeto”, explica Kopenawa.
Kopenawa denuncia que la Constitución Federal de Brasil, que establece que cada estado y cada territorio tiene sus propias leyes, no se está respetando hoy en día. “Por eso, mi pueblo Yanomami está sufriendo. Los mineros ilegales que entraron en 1986 o 1987, hace ya algunos años, siguen operando, aunque en menor medida”, denuncia.
El líder del pueblo yanomami señala que el gobierno del expresidente Jair Bolsonaro facilitó la entrada de esos mineros. “Algunos dicen que había pocos mineros, pero yo estuve allí. Fueron 70.000 los que entraron en el territorio Yanomami en 2020, y continuaron hasta 2022. Ahora quedan pocos”, añade.
Según Kopenawa, lo más peligroso del pensamiento occidental es su afán por las mercancías: “Todo lo que tenéis, como las ambulancias, los aviones, los coches, el metro, el petróleo, el aceite y las máquinas que utilizáis, todo eso son mercancías. Mercancías que se extraen de las tierras indígenas para ser usadas en las ciudades”.
Por eso llama a Occidente el pueblo de las mercancías, que juega con el poder, el dinero y destruye la tierra. “Estados Unidos, el rey del capitalismo, fue quien comenzó a destruirla, allí nace la minería ilegal”, sentencia.
El extractivismo minero ha causado graves problemas de salud para la población yanomami. Ana María A. Machado, antropóloga experta en las comunidades yanomami, señala que la desnutrición es muy alta en esos territorios, aunque las muertes por desnutrición hayan disminuido.
“Nos enfrentamos a un problema ahora, y es la falta de claridad respecto a la información y las cifras proporcionadas por el gobierno”, alerta la antropóloga. “Los datos no se actualizan con frecuencia. En cuanto a la malaria, tenemos más de 20.000 casos al año en nuestro territorio. Una población de 30.000 personas representa la mitad de los casos de malaria en Brasil”, agrega.
“Es cierto que la tasa de mortalidad por malaria ha disminuido debido a que se ha duplicado el número de profesionales, pero aún se necesitan más”, asevera Machado.
Kopenawa denuncia que todas las mercancías que consume Occidente perjudican la salud de su pueblo. Y no ve signos de que los países occidentales quieran cambiar este ciclo destructivo: “Cada vez quieren más, sobre todo dinero, mientras el clima está cambiando, la selva se está secando, los árboles están muriendo, y la tierra se está quemando. Pero el fuego está protestando contra el Estado”.
“Somos habitantes de la selva. Esta es nuestra manera de ser y estas son las palabras que quiero que los blancos comprendan”, concluye este líder.
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