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Canadá y Alemania: dos reacciones proporcionadas a un desafío existencial

En su discurso de despedida como primer ministro de Canadá, Justin Trudeau calificó de “desafío existencial” la política anexionista anunciada por Donald Trump tras acceder por segunda vez a la presidencia de los Estados Unidos.
Su sucesor en el cargo, Mark Carney, hizo suya la advertencia de su predecesor y en su discurso inaugural lo dejó meridianamente claro. Estados Unidos “está atacando a las familias canadienses, a los trabajadores y a las empresas. Y no podemos permitir que tengan éxito, que se salgan con la suya. Y no lo permitiremos. No lo permitiremos. Estoy orgulloso de la respuesta de los canadienses que están haciendo oír su voz y están haciendo sentir la respuesta de sus bolsillos boicoteando la compra de productos americanos”
Porque no podemos llamarnos a engaño. “Los americanos quieren nuestros recursos, nuestra agua, nuestra tierra y nuestro país. Pensad sobre ello. Si lo consiguen, destruirán nuestra forma de vida (way of life). En América la sanidad es un gran negocio. En Canadá es un derecho. América es un melting pot (crisol de culturas). Canadá es un mosaico”.
“América no es Canadá y Canadá no será nunca jamás parte de América… No hemos buscado esta pelea, pero los canadienses estamos siempre preparados cuando cualquier otro se pone los guantes de boxeo.” Así pues, americanos “no deberíais equivocaros. En el comercio, como en el hockey, Canadá ganará” (la referencia al hockey sobre hielo viene a cuento de la final, equivalente al campeonato mundial de fútbol, recientemente ganada por Canadá)
Canadá ha respondido a los aranceles impuestos por el Gobierno de los Estados Unidos a las mercancías canadienses con aranceles de la misma magnitud.
El enfrentamiento acaba de empezar, pero el matonismo de Donald Trump ha encontrado la respuesta inmediata.
Friedrich Merz, quien será formalmente canciller en los próximos días, también ha entendido como un desafío existencial, pienso que no solo para Alemania, sino para la Unión Europea, la política diseñada por Donald Trump. Tanto en lo que respecta a su acuerdo con Vladímir Putin para poner fin a la guerra de Ucrania sin contar ni con el Gobierno de Ucrania ni con la Unión Europea o con los gobiernos de los Estados miembros, como en lo que se refiere a la política económica y a la política de defensa en general.
Para el nuevo canciller alemán tiene que haber sido doloroso reaccionar como lo está haciendo porque va en contra de todo lo que ha sido su trayectoria política desde siempre. Nadie se hubiera atrevido a vaticinar que su primera decisión en el momento en que fuera investido canciller sería la que ha sido. Y él menos que nadie.
Y, sin embargo, no ha tenido la menor duda en hacerlo. Y eso que ello suponía poner en marcha una operación sumamente complicada en una doble dirección:
En primer lugar, cohesionar internamente a todos los partidos democráticos, formando, por un lado, un Gobierno de Coalición con el SPD, dejando fuera a Alternativa para Alemania, e incorporando, por otro, a los Verdes en la operación de reforma de la Constitución, sin la cual no es posible que Alemania adopte las medidas indispensables para hacer frente al desafío existencial de Donald Trump, tanto en lo relativo a la política de defensa, como a la protección del Estado Social y al programa medioambiental.
La reforma constitucional de 2009 era el obstáculo insalvable para que el Gobierno alemán que se constituyera después de las elecciones federales anticipadas, pudiera hacer frente al desafío del Gobierno de los Estados Unidos.
La reforma constitucional de 2009 fue una reforma alemana, pero acabó siendo una reforma europea, ya que todos los demás países tuvieron que hacerla suya, bien mediante reforma constitucional, como ocurrió en España con la reforma del artículo 135 de la Constitución, bien mediante Ley orgánica, como lo hizo Francia.
La reforma constitucional de 2009 se produjo como consecuencia de que Alemania incumplió durante dos años consecutivos los límites relativos al déficit, 3%, y a la deuda pública, 60% del PIB. El Gobierno de coalición presidido por Angela Merkel adoptó la decisión de reformar la Constitución, con la finalidad de prohibirse a ellos mismos volver a incumplir dichos límites.
Entre los años 2006 y 2009 estuvieron debatiendo la reforma en Alemania. Se pasó revista a la situación económico-financiera de los distintos Länder, para ver en qué momento y en qué condiciones se tendrían que incorporar cada uno de ellos a lo que iba a ser el contenido de la reforma para garantizar la estabilidad presupuestaria de la Federación, con el límite temporal del 2019 para que la reforma se estuviera aplicando en su totalidad. Unos tendrían que aplicar la reforma de manera inmediata y otros se irían incorporando paulatinamente dependiendo de la situación en que se encontraran en el punto de partida. Tras tres años de debate, la reforma fue aprobada en 2009. Dicha reforma se iría imponiendo en los restantes países de la Unión.
En este 2025 nos encontramos en la Unión Europea en una situación que guarda un cierto parecido con la de 2006 y siguientes, solo que al revés. La política de austeridad, que entonces se consideró indispensable para la supervivencia de la Unión Europea y que, por eso, se aplicó con tanta fuerza, es todo lo contrario de lo que en este momento la Unión Europea necesita para no desintegrarse.
Esto es lo que supone la decisión de reformar la Constitución alemana en este momento en el sentido en que se propone. Formalmente, es una decisión alemana, como lo fue en 2006-2009. Materialmente, tendrá que acabar siendo una decisión a escala de la Unión Europea.
Lo que ha hecho Friedrich Merz, ante la imposibilidad de que esta decisión se pudiera tomar a escala europea con la celeridad que sería necesario, es adoptar la decisión en Alemania, con la confianza de que después se irán incorporando los demás.
La respuesta a los desafíos existenciales no se le puede dar largas. La reforma de la Constitución propuesta por Friedrich Merz es, con mucha más profundidad, el equivalente del “whatever it takes” de Mario Draghi, que garantizó la supervivencia del euro. Cuando la supervivencia de una comunidad política está en juego, se hace lo que se tenga que hacer. Y dado que estamos en una comunidad de países democráticamente constituidos, se tiene que hacer respetando las formas jurídicas vigentes.
La reacción inicial frente al desafío existencial de Donald Trump ha empezado a tomar forma. Nos quedan tiempos muy difíciles por delante. Pero hacía mucho tiempo que no se producía una reacción en defensa de la democracia como la que se está produciendo en estas últimas semanas.
Los presidentes del Gobierno de Canadá y de Alemania han marcado el camino.
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