Cuatro semanas en un Ecopunto saturado de basura en el Casco Histórico de Córdoba

La situación del Ecopunto de la Plaza del Socorro, en el Casco Histórico de Córdoba, se ha convertido en una aventura diaria para algunos de los vecinos que intentan deshacerse de sus residuos de manera responsable. Durante cuatro semanas, un residente del entorno de la Corredera ha documentado con ironía y resignación los obstáculos a los que se enfrenta a diario para acceder a los contenedores, bloqueados por una acumulación incesante de bolsas de basura.
Este es el relato de un mes en un ecopunto del Casco Histórico de Córdoba que no difiere demasiado de otros iguales.
15 de febrero: La situación se ha vuelto insostenible en el ecopunto de la Plaza del Socorro, y lleva prolongándose en el tiempo mucho más que lo admisible. Es penoso que los vecinos que pretendemos hacer bien las cosas nos veamos imposibilitados para ello por culpa de comportamientos incívicos de otros y por la mala gestión de Sadeco con respecto a este ecopunto.
Día tras día encuentro múltiples obstáculos para depositar la basura. Ante la puerta, en el exterior, hay casi siempre acumulada multitud de bolsas con desperdicios que, a modo de muralla, hacen prácticamente inaccesible el acceso a los contenedores, a no ser que se dé un salto (quien tenga la condición física para ello) con el riesgo consecuente de resbalar y partirse algo. De hecho, hace unos meses estuve a punto de perder a mi perra al intentar acceder de esta manera. Asustada ante el ruido provocado por la caída de las bolsas acumuladas, se liberó del arnés y huyó corriendo sin rumbo fijo durante el cuarto de hora que transcurrió hasta que pude cogerla.
16 de febrero: Como era de esperar, esta noche tuve que saltar de nuevo la muralla de basura para acceder al ecopunto. Es una prueba atlética con peso, ya que, aparte de la bolsa de basura, llevaba en brazos a mi perra. Al menos, mejoro con ello mi forma física. Eso sí, como tenga un día un accidente me temo que me veré obligado a demandar al Ayuntamiento.
17 de febrero: Hoy me siento afortunado. Salí de casa cargado con la bolsa de residuos orgánicos, el saco del papel para reciclar y mi perra suponiendo que al llegar al ecopunto del Socorro tendría que darme la vuelta e irme hasta el de Orive para poder tirarlos. Pero no: había un pequeño pasillo entre la basura por el que pude acceder sin necesidad de saltos ni acrobacias similares. Así que decidí esta vez hacer la foto desde dentro para que la labor documental no se vuelva monótona y no resulte a ustedes aburrida.
18 de febrero: Afortunadamente, hoy no teníamos basura que tirar. Bajando la escalera me torcí el tobillo. Me habría resultado imposible saltar la muralla de desperdicios que, por cuarto día consecutivo desde que lo estoy documentado (y enésimo desde que tengo constancia), bloquea la entrada al ecopuntode la Plaza del Socorro. Mañana quizá tengamos llena una bolsa de envases y espero estar recuperado para la prueba. Nunca se sabe cuánta altura tendrá uno que saltar, así que haré un buen calentamiento previo.
19 de febrero: Hoy ha sido un día bueno. Fue posible acceder al ecopunto sin necesidad de saltar. Resulta triste que el que no haya demasiada basura obstaculizando la puerta le haga sentirse a uno afortunado, pero es a lo que lleva una situación inadmisible sostenida en el tiempo.
20 de febrero: La tendencia animista del cerebro humano resulta sumamente llamativa porque, con la costumbre, puede dotar de alma a lo más insospechado. Después de todos estos días fotografiando aglomeraciones de basura, me dio hasta pena ver una pobre bolsa negra en compañía de la triste caja de cartón. Así, tan solas, a la intemperie, mientras parecen contemplar a esas compañeras que sí lograron ser depositadas en el interior del ecopunto , aunque no en su contenedor correspondiente.
21 de febrero: El inconsciente me llevó a pensar en un primer momento que la bolsa negra de hoy era mi querida bolsa negra de ayer, que aguardaba a poder entrar para juntarse con sus compañeras en el ecopunto. También creí reconocer a cajita de cartón. Pero tampoco: esta es más grande. Distintas bolsas y distintas cajas, pero misma situación en distintos días.
22 de febrero: Una noche más. Ayer regresábamos de disfrutar de la tarde y pasamos junto al ecopunto. Mientras comentábamos la muralla de residuos del día, presenciamos, al igual que un cámara de National Geographic apostado casualmente en el lugar e instante donde sucede una espectacular escena de naturaleza, el momento en el que una vecina depositaba una planta muerta y un bolsón negro. Sin duda, nos estaba escuchando y dejó allí, aun así, sus desperdicios mirándonos con extrañeza. Hay gente que dice cosas muy raras. Nosotros debemos estar entre ellos. Quizá es por eso lo que cada día Sadeco me contesta a estos correos con la misma frase: “Hemos recibido su correo, el cual ha sido trasladado al servicio correspondiente con número de incidencia: 264.964”. Técnica del disco rayado, creo que se llama. Quien dice cosas raras, no merece otra respuesta.
23 de febrero: Hoy había junto al ecopunto un montón de gatos. Quizá se sentían atraídos por el contenido de alguna de las bolsas que obstaculizaban la entrada. Hay que decir que es una colonia muy bien cuidada. Dos mujeres del CER, residentes en el barrio, se ocupan de alimentarlos y de capturarlos para su esterilización. Pese a ello, en ocasiones rompen (los gatos) las bolsas de basura que la gente deja en el exterior para acceder así a restos de alimentos que les resultan irresistibles. Las rompen y los desperdicios quedan esparcidos por la acera ante el ecopunto, dando lugar a una escena muy edificante y muy propia de cualquier ciudad incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad.
24 de febrero: La basura, al igual que la gente, puede mostrarse más o menos elocuente. Hay personas a las que, de un simple vistazo, catamos casi en su totalidad, mientras que otras requieren de indagaciones más profundas. La escena de hoy del ecopunto sirve como símil de ello. ¿Qué contendrán unas bolsas negras de primer plano, ante la puerta? No hay nada que nos hable de su contenido. Ni una sola pista, como sucede con las personas herméticas. Ya dentro del punto, una bolsa de color violeta, a la izquierda, nos cuenta que guarda, al menos, un envase vacío de aceite de girasol; un aceite correcto, pero no exquisito. Al fondo, radiante y en todo su decadente esplendor, una caja de cartón nos grita orgullosa que, en su momento portó, en su interior una flamante AndroidTV, de marca Haier, nada menos. Conozco a gente así.
25 de febrero: Hoy, el ecopunto era una apoteosis de la basura. Parecía un campo de minas, o un basurero. Cosa curiosa, ya que supongo que la intención de haber creado estos lugares de recogida tan elegantes era, precisamente, corregir la mala impresión estética e higiénica de los contenedores a la intemperie. Pero, como hasta de lo malo se pueden sacar cosas buenas, he de decir que parece que mi perra se está acostumbrando a saltar basura y ya no la tengo que coger en brazos cuando la muralla de bolsas de desperdicios bloquea totalmente la puerta, como hoy y casi todos los días.
Mientras hacía una foto, se acercó a mí una de las mujeres del CER, que andaban por allí tratando de capturar a una gata feraz muy tendente a procrear. Le expliqué que cada día enviaba a Sadeco una foto con el estado del ecopunto y me respondió que ellas también lo habían denunciado, al igual que otros vecinos. “Pero no sirve de nada”, me dijo. “No sirve de nada”, repetí para mí. No sirve de nada denunciar ante el organismo responsable de que, día tras día, desde hace años, se repita una situación inadmisible. Si pasa esto con un simple punto de recogida de basuras, ¿qué no sucederá con situaciones más importantes y complicadas de solucionar? Luego nos preguntaremos por qué partidos políticos de fantoches que venden humo acaban sacando miríadas de votos.
26 de febrero: Mi móvil es bastante antiguo. Si a eso lo acompaña el hecho de que no soy muy bueno haciendo fotos puede explicarse la mala calidad gráfica de los documentos que a diario les envío. Pero la imagen de hoy me gusta. Debí darle sin querer al modo retrato o cualquier otra opción mejoradora de la imagen. A todo mal fotógrafo puede salirle alguna vez una foto buena. O, dicho a modo de refrán, todo reloj parado da bien la hora dos veces al día. El mismo dicho puede describir, si lo adaptamos un poco, a lo que encontramos a diario en el ecopunto del Socorro, cuando un pequeño pasillo entre la muralla de desperdicios nos permite acceder a él o, incluso, cuando no hay ninguna bolsa de basura obstaculizando la puerta (sucede algunos días al año, sí): todo ecopunto no gestionado puede funcionar bien en algún momento puntual.
27 de febrero: Hoy todo ha vuelto a la normalidad: la calidad de mi foto es pésima, al igual que la situación del ecopunto. Añado esta vez, sin que sirva de precedente (porque mi lucha es el Ecopunto), la foto de otro clásico del barrio, que es el de las bolsas de basura depositadas en o junto a las papeleras. Hace unos años, un barrendero hoy ya jubilado me reveló que el motivo de que Sadeco retirase cada vez más papeleras era que la gente las utilizaba a modo de contenedor de basura y de este modo se evitaba la situación. La solución me parece inteligentísima: de nuevo favoreciendo la actividad física de la mayoría de las personas que somos civilizadas, ya que, si queremos depositar un desperdicio en una papelera, disfrutaremos de un paseo por nuestro precioso barrio en busca de una.
28 de febrero: Esta noche tenía que depositar en el contenedor correspondiente del ecopunto un saco repleto de cartones y papeles. Para evitar encontrarme con la situación de todos los días decidí salir un rato antes que lo habitual. Al llegar, me encontré con que Sadeco había activado su Plan para la Actividad Física y Salud Cardiovascular: me daba la opción de elegir entre salto de altura para el acceso al interior del ecopunto del Socorro (aunque hoy también incluía el de longitud, dado el grosor de la muralla bloqueadora de la puerta que continuaba también en el interior) o bien el recorrido de distancia, hasta el ecopunto más cercano. Como el suelo estaba mojado por la lluvia y dado que el llevar a mi perra (que pese a haber adquirido más habilidad para ello hoy no habría podido saltar el obstáculo) me hacían demasiado complicado decantarme por la primera opción, elegí recorrer la distancia hasta los contenedores de Orive. Agradezco a Sadeco su preocupación por el bienestar físico de los ciudadanos, pero, sinceramente, prefiero elegir el momento y el recorrido de mis paseos.
1 de marzo: Anoche iba cargado con la bolsa de envases, la de pañales de mi suegra y, como siempre, en compañía de mi perra. Cuando vi de lejos el ecopunto pensé que tendría que ir de nuevo a buscarme la vida a otro lugar para dejar la basura. Pero no, había un pequeño pasillo de menos que una cuarta que me permitió acceder. Ahora que lo pienso, ¿qué me recomienda Sadeco en estas situaciones? ¿Busco otros contenedores para tirar la basura o la dejo fuera, en la puerta del ecopunto del Socorro, como si fuese un incivilizado más? Espero su respuesta, gracias. Amplíenla un poquito, porque ya sé que mi reclamación tiene el número 264.964. Es lo que me dicen todos los días. O, mejor dicho, decían, ya que últimamente ni se toman la molestia de recordármelo.
Otra de las enseñanzas que se pueden extraer de la experiencia de documentar el ecopunto es la de que, incluso entre los incivilizados, hay grados. La foto de hoy está incompleta, pues no muestra la basura que se encontraba más allá de los bordes izquierdo y derecho de la imagen. Pero a partir de lo que vi puede concluirse que hay incivilizados que, sin ningún rubor, arrojan sus desperdicios ante la puerta, sabiendo que de este modo quien quiera acceder al interior deberá de saltar su basura. Y, luego, hay otros con algo más de empatía que no los depositan allí, sino a los lados, con lo que, de no existir los del primer tipo, no harían tan grave la situación de nuestro querido lugar.
2 de marzo: Hoy la basura se dispuso de una manera muy curiosa. Las bolsas parecían sentir una extraña e irresistible atracción hacia el contenedor de pilas. Daba la impresión de que estuviese diciendo “dejad que la basura se acerque a mí”. Dicho y hecho. En fin...
3 de marzo:De nuevo hoy tocó salto. Con perra y bolsa de vidrio incluida, con lo cual formé un pequeño escándalo. Lo único positivo de la acumulación de basura de hoy son esas zapatillas nuevas que alguien puede reutilizar. Del resto no hay nada bueno que decir. O al menos yo no lo encuentro.
4 de marzo: Hoy tocó, de nuevo, salto de altura con peso, ya que mi perra no se atrevía a saltar la muralla y tuve que cogerla en brazos. Ya me estoy poniendo un poco monótono con los textos que acompañan a las fotos que documentan el ecopunto. Tan monótono como su situación. Aunque suele haber detalles que hacen de cada día una experiencia un tanto diferente. Ayer fueron las zapatillas que alguien dejó, y hoy esa bolsa, volcada y desgarrada, con cabezas de langostinos de la que dieron cuenta los gatos, como otras veces. Por cierto, la foto de hoy podría ser aún más llamativa porque al ratito de tomarla apareció un chaval con dos bolsones amarillos y una caja. ¿Adivinan dónde las arrojó?
6 de marzo: Hoy, por pura cueosidad, se me ocurrió preguntarle a ChatGPT acerca de la manera de solucionar la situación del ecopunto. Recientemente, me informaron los señores de Sadeco de que iban a poner en marcha un programa de concienciación. Lo veo perfecto, pero su eficacia es a largo plazo y tardará en solucionar el problema. Desgraciadamente, pienso que el punto 3 que menciona la inteligencia artificial es imprescindible con la situación actual. Pero bueno, copio directamente sus palabras a continuación:
- El problema de que algunas personas dejen sus bolsas de basura fuera del ecopunto en lugar de usarlo correctamente puede deberse a varios factores, como desconocimiento, comodidad o falta de sanciones. Aquí te dejo algunas soluciones efectivas para evitar este problema:
1) Educación y Concienciación:
- Campañas informativas en redes sociales, carteles y medios locales explicando cómo y por qué usar el ecopunto correctamente.
- Charlas o talleres en la comunidad para enseñar la importancia del reciclaje y el impacto ambiental de los residuos fuera de lugar.
- Enviar recordatorios mediante mensajes de texto o correos electrónicos a los usuarios registrados.
2) Mejorar la Accesibilidad y la Infraestructura
- Revisar si el ecopunto es suficiente para la cantidad de residuos generados en la zona. Si no, ampliar su capacidad o instalar más unidades.
- Asegurar que el acceso con tarjeta funcione correctamente y que el horario de uso sea conveniente.
- Colocar señales visibles con instrucciones claras y pictogramas para facilitar su uso.
3) Implementar Vigilancia y Sanciones
- Instalar cámaras de seguridad o sensores de movimiento para monitorear el área.
- Aplicar multas o sanciones a quienes depositen basura fuera del ecopunto (avisando previamente sobre estas medidas).
- Incluir la participación de vecinos para reportar infracciones y fomentar la responsabilidad comunitaria.
4) Incentivos Positivos
- Crear programas de recompensas para quienes usen correctamente el ecopunto (descuentos en impuestos municipales, puntos en apps ecológicas, etc.).
- Establecer un reconocimiento a los barrios o comunidades más responsables en el manejo de residuos.
5) Asegurar una Recogida Frecuente
- Si el ecopunto se llena rápido, coordinar con el servicio de recolección para vaciarlo con mayor frecuencia.
- Notificar a los usuarios cuando el ecopunto esté lleno para que busquen alternativas hasta su vaciado.
Si combinas varias de estas estrategias, es más probable que las personas adopten mejores hábitos y se reduzcan los residuos fuera de lugar. ¿Has notado si esto ocurre en un área específica o es un problema general en la comunidad?
7 de marzo: Ayer tuve un mal día por distintas circunstancias. Cuando salí a sacar a la perra y a tirar la basura por la noche, imaginaba que me iba a encontrar con la guinda del pastel como, efectivamente, sucedió. Los restos que tenía que tirar eran orgánicos, por suerte, así que pude acercarme al lado, a la Plaza de las Cañas, a depositarlos. Creo que eso es algo que podrían hacer también sin mucho esfuerzo todos aquellos que dejan su basura ante la puerta del ecopunto movidos por su poco civismo, su “comodonería” y/o la ausencia de medidas de Sadeco para evitarlo. Aunque, como verán un poco más adelante, puede haber también otros motivos.
Curiosamente, al volver de la Plaza de las Cañas, se repitió una situación parecida a la del otro día (cuando, después de hacer la foto, había llegado un chaval y había arrojado sin miramientos sus desperdicios al montón). Aunque, en este caso, con algunas diferencias: veo a un grupo de trabajadores jóvenes de algún bar de la Corredera llevando sus bolsones al ecopunto. Al encontrarse con la muralla que hacía inaccesible el interior, uno de ellos dijo: “¿Otra vez? Ya estoy harto de la misma mierda todos los días”. Y dejaron allí fuera sus bolsones. La verdad es que los comprendí y me dieron ganas de hacer lo mismo todos los días como protesta. Todos esos mismos días en los que me encuentre con una muralla que no tengo por qué saltar. Si lo hago se lo comunicaré y... ¿Me multarían ustedes?
9 de marzo: Ayer fue el primer día de estos ya 22 que llevo documentando la situación del ecopunto en el que no había NADA obstaculizando la puerta de acceso. “¿Cómo es posible?”, me preguntará alguien. “No me lo creo. Aporta pruebas documentales”, dirá a continuación. Hace unos días, utilizaba el símil de un fotógrafo de la National Geographic que se encontraba en el lugar y en el momento justos para captar una imagen espectacular. Hoy voy a utilizarlo de nuevo, pero cambiando un poco la historia. Lo que me sucedió ayer sería, siguiendo el símil, lo siguiente: nuestro intrépido fotógrafo de la National Geographic se encuentra en el lugar y en el momento precisos para contemplar y fotografiar un hecho excepcional. Emocionado, aprieta el disparador de su cámara con la certeza de estar inmortalizando ese instante único y fugaz. Cuando llega de regreso al estudio para admirar su hazaña descubre desolado que donde debería haber una escena espectacular no se aprecia nada más que una imagen desenfocada, ininteligible, sin significado alguno. Esto exactamente es lo que me sucedió anoche. No tengo ninguna imagen que pueda certificar que, ayer, la entrada al ecopunto estaba totalmente despejada. Pueden no creerme, pero sé lo que vi.
10 de marzo:
Tras mi desastrosa foto anterior, anoche me esforcé en asegurarme de apretar bien el botón de disparo, sin movimientos inconscientes de mi mano, de manera que pude captar lo que sucedió por segunda noche consecutiva: no había ninguna bolsa obstaculizando la entrada al ecopunto . Sin embargo, algo me llamó la atención. En la foto del día 22 no se aprecia por razones obvias, pero en la de anoche sí y me da qué pensar. Resulta que, por segunda noche consecutiva, la muralla de basura se está teletransportando al interior. Por tanto, debería de corregir la frase de más arriba: no había ninguna bolsa obstaculizando la entrada al ecopunto desde el exterior, sino que ahora la muralla de obstáculos está dentro, tras la puerta de cristal. Con lo cual el resultado es el mismo: quien quiera depositar la basura correctamente en el contenedor deberá de saltar. Sé que estoy pecando de ser malpensado, pero que dos veces seguidas suceda algo tan extraño me hace imaginar la posibilidad de una solución chapucera de Sadeco (disculpen que piense así, pero es que viendo la situación general de los lugares de depósito de basuras en la ciudad... reconocerán que tengo mis motivos). Una solución con teletransportación a lo Star Trek. La verdad es que, en el caso de ser así, podrían esmerarse en una teletransportación de mayor calidad que no solo cambiara de posición la muralla de desperdicios, sino que también los introdujese en sus contenedores correspondientes. Veremos qué nos depara el episodio de esta noche. A lo mejor me encuentro a Spok o al Capitán Kirk. ¡Qué excitante!
11 de marzo: Con la que está cayendo, alguien ha dejado dos enormes bolsones que impiden el paso al ecopunto.
12 de marzo: Veo que había sido malpensado al imaginar que Sadeco enviaba uno de sus coches al ecopunto para que introdujese en su interior la basura que se acumulaba en el exterior, porque llevamos dos días seguidos ya, en los que la muralla de desperdicios no se ha teletransportado y luce esplendorosa ante la puerta. Por circunstancias de la vida, ayer tarde tuve que ir a la otra punta de Córdoba a resolver un asunto. Como Córdoba es pequeña, en mi casa vamos a todas partes andando, con lo cual me encontré durante mi recorrido con bastantes contenedores de basura. La situación general era penosa. Espero que en cada barrio haya un loco como yo que se dedique a fotografiar y enviarles el estado de su punto de recogida correspondiente.
La imagen que les envío hoy me da pie a alguna reflexión extra, aparte de la obvia sobre mi inutilidad para sacar una foto en condiciones con el móvil. La altura y profundidad de la muralla eran especialmente destacables, así que me fui a la Plaza de las Cañas a tirar mi bolsa de envases. Allí, me di cuenta de que habían colocado ya el nuevo contenedor de RESTO. Curiosamente, en la muralla de hoy había visto que alguien se había deshecho de uno de los cubos de basura que en su día había repartido Sadeco para concienciar en la separación de residuos orgánicos e inorgánicos. Ignoro si aquella campaña fue eficaz o no (deseo que sí), pero no puedo evitar preguntarme el destino de nuestra querida muralla de basura del ecopunto dentro de la nueva clasificación de residuos porque, veinte años después, puedo comprobar al observar el contenido de las bolsas desgarradas por los gatos que hay gente que todavía no separa ni siquiera entre orgánico e inorgánico.
13 de marzo: Anoche estuve a punto de tener un percance en el ecopunto. Al llegar me encontré con la muralla cotidiana. Pero, al igual que los escaladores antes de afrontar la subida a un pico estudian desde el campamento base la ruta más indicada según las circunstancias, analicé el montón de basura porque iba con la perra y una caja de cartón y, con la lluvia que caía, no me apetecía ir hasta Orive a dejarla. La cara norte del montón parecía la más accesible, de manera que cogí los 8 kilos de mi perra en un brazo, sujeté la caja con el otro y procedí a intentar la entrada. Al igual que sucede en la montaña cuando las rutas más fáciles suelen entrañar peligros ocultos, justo cuando estaba entrando en el ecopunto, con un pie en la calle y otro en su interior, se me cerró la puerta. Imaginen la situación: yo, junto a un montón de basura, con otro montón entre las piernas, con las dos manos ocupadas, en una posición inestable y empujado por una puerta de cierre automático que no reaccionaba al sensor de presencia. Me salvé de milagro de acabar tirado entre los desperdicios.
Creo que no hay más que decir. Mi indignación crece día a día.
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