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Walter Salles estrena 'Aún estoy aquí': “La fragilidad de la democracia actual hace que la gente conecte con mi película”

Walter Salles junto a su Goya a la Mejor película iberoamericana

Javier Zurro

23 de febrero de 2025 22:15 h

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En 1999 Walter Salles optaba al Oscar a la Mejor película de habla no inglesa por su maravillosa Estación central de Brasil. La película lograba también algo histórico, la nominación de su inolvidable protagonista, Fernanda Montenegro, a la Mejor actriz (que perdería frente a Gwyneth Paltrow). 26 años después, Salles regresa a los premios de la Academia con Aún estoy aquí. Esta vez opta al mismo premio, pero también al de Mejor película —a secas— y, en una hermosa cuadratura del círculo, al de Mejor actriz. Quien lo hace es Fernanda Torres, la hija de Fernanda Montenegro, cuyos destinos parecen seguir la misma trayectoria. 

Torres fue la sorpresa de las nominaciones al Oscar de este año, y muchos ven opciones en una categoría como la de Mejor actriz, donde todo parece abierto. Desde entonces las cosas han cambiado mucho. De hecho, el premio a la Mejor película extranjera ahora se llama Mejor película internacional. Pero si algo ha cambiado es la intensidad y la agresividad de la carrera por el premio. A los fans brasileños de Aún estoy aquí se les llegó a acusar de comenzar la campaña de desprestigio contra Karla Sofía Gascón (antes de que salieran a la luz sus tuits racistas).

Pocas películas se han salvado de la polémica este año, y el propio Walter Salles contesta afirmativamente cuando le preguntan si cree que todo se ha vuelto demasiado agresivo. El cineasta estuvo en Madrid para recoger su Goya a la Mejor película iberoamericana. Desde aquí valoró cómo los Oscar han cambiado en este tiempo. La última vez que estuvo en la contienda fue en 2004, por Diarios de motocicleta, que fue nominada al premio al Mejor guion adaptado y ganó el de Mejor canción original por el mítico Al otro lado del río que cantó Antonio Banderas en la ceremonia ante la negativa de la Academia a que la interpretara su autor, Jorge Drexler, al no ser lo suficientemente famoso. 

Recuerda la temporada de premios con Diarios de motocicleta, y dice que nadie le preguntaba sobre eso. “Ahora se habla de la campaña de los Oscar. Esa palabra no existía en 2005. Eso es una de las cosas que más me ha impresionado, la idea de que incluso semánticamente se ha incorporado un lenguaje que tiene que ver con el mundo político. Un mundo donde los objetivos son completamente diferentes para el cine. El cine se hace colectivamente y para ser compartido. Nunca vi esto como un sitio de competencia. Ahora todo es mucho más grande, también en cantidad. Hay más eventos y se alarga mucho más en el tiempo. Francamente, hay demasiado ruido. Y cuando hay ruido, tienes que volver al cine. Porque al final del día, el cine es la única vacuna posible. Espero que esto realmente cambie a partir de ahora, que las cosas se vuelvan mucho más humanas”, opina el cineasta.

Su película se basa en las memorias de Marcelo Rubens Paiva donde cuenta la desaparición de su padre, el diputado Rubens Paiva, durante la dictadura militar de Brasil en 1971 y cómo su madre dio un paso adelante en el activismo para luchar por la memoria de su pareja, mientras intentaba crear una vida familiar para que sus hijos pudieran seguir adelante. Salles cree que en el centro de su relato hay una palabra clave: memoria. “Marcelo escribió el libro cuando entendido que su madre estaba cayendo en el abismo del Alzheimer. Estaba perdiendo la memoria por la que había luchado durante 30 años. En ese momento se dio cuenta de que su país estaba empezando a perder también su memoria colectiva, y eso es lo que me atrajo a hacer la historia. El libro unía el viaje personal con el viaje colectivo”, subraya Walter Salles.

Aunque tomó la decisión de hacer la película en cuanto se publicó el libro, en 2015, el proceso de preproducción e investigación hizo que mientras se preparaba el filme llegara al poder Bolsonaro. La extrema derecha regresaba a Brasil, lo que hizo que entendieran que no era solo una película sobre nuestro pasado, “era una película sobre nuestro presente, lo que creó un sentido de urgencia en el proyecto”.

Irónicamente, cuando el filme se ha estrenado, Brasil ha cambiado a Bolsonaro por Lula, mientras el resto del mundo aúpa a líderes de extrema derecha como Trump o Meloni, algo que Salles piensa que “obviamente ha hecho que la gente conecte con la película”. “La fragilidad de la democracia, diría que a nivel universal, no la podríamos haber anticipado”, dice y apunta a un segundo motivo por el que la gente se ha emocionado con el filme, y es que “todo el mundo sufre diferentes formas de pérdida, ya sea una pérdida personal o una pérdida debida a algún tipo de injusticia política”.

Uno de los elementos más hermosos del filme es cómo Walter Salles recrea la alegría de la familia antes de la desaparición del padre. La luz, las canciones, los bailes… una elección que viene de su propia conexión personal con la historia, ya que él conoció a la familia Paiva y confiesa que esos 30 minutos iniciales son su recuerdo personal, además de establecer que el filme iba a hablar de “la alegría que fue robada a la familia, pero también del futuro de un país que también estaba siendo robado”. “Una pérdida personal que también es una pérdida colectiva”, explica.

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