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Jordi Mora, presidente de PIMEM: “Un autónomo tiene muchas obligaciones y pocos derechos”

Jordi Mora, presidente de PIMEM

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Aunque nació en Catalunya (Arenys de Mar, el Maresme), Jordi Mora lleva muchos años viviendo en Mallorca. Este licenciado en la Escuela superior de administración y dirección de empresas por la ESADE de Barcelona, con experiencia en los sectores formativo y hotelero, conoce bien la realidad de la isla, y del resto de Balears. Desde hace casi una década es el presidente de la Federació de la Petita i Mitjana Empresa de Mallorca (PIMEM).

Para su tercer mandato –nadie había estado tanto tiempo al frente de la patronal–, Jordi Mora se marca como reto influir más en la toma de decisiones políticas. A Marga Prohens le pide que acelere la simplificación administrativa que prometió en campaña. A Yolanda Díaz, que tenga en cuenta las cargas que soportan los gestores de las pymes (muchos de ellos, autónomos) antes de aprobar la reducción de la jornada laboral.

¿Cuál es el punto de vista de Pimem sobre la subida del salario mínimo hasta 1.184 euros en catorce pagas?

Las empresas de Balears, y de Mallorca, en concreto, no tendrán problemas para asumir esta subida, del 4 por ciento, porque venimos de una temporada con beneficios y las perspectivas para 2025 son buenas. Pero sí es posible que el sector primario, que juega con unos márgenes muy bajos, pueda tener ciertas dificultades. En España estábamos fuera de mercado. Lo que ha hecho la ministra en los últimos cuatro años ha sido una subida histórica, espectacular, de más del 30 por ciento. Hasta ahora ha tenido nuestro apoyo como patronal porque nos ha asimilado al resto de Europa. Pero las formas son importantes: lo que no puede hacer el Ministerio de Trabajo es pactar estas mejoras únicamente con los sindicatos. Estas mejoras tienen un impacto muy fuerte en la economía y deben contar con el acuerdo de la Mesa de Diálogo social.

Aunque no sean sociedades dedicadas a la pesca, la ganadería o la agricultura, ¿a las empresas pequeñas de Balears, o los autónomos que paguen alguna nómina, les afectará esa subida del SMI? Pienso, por ejemplo, en el comercio, muy amenazado por las grandes corporaciones digitales.

En Balears tenemos doce convenios colectivos, todos ellos por encima del SMI. El de hostelería y el de comercio son los dos más mayoritarios, y están por encima. Esas empresas podrán asumirlo en sus cuentas de resultados. La excepción, como digo, será el sector primario.

¿La reducción de la jornada será otro cantar para el comercio?

Estamos en contra y me gusta explicarlo porque hay varias razones. La ministra aboga por reducir la jornada manteniendo el salario (es una subida salarial) y todo el coste va a cargo de la empresa (cuando se podría repartir entre la Administración, la empresa y el trabajador). Creo que es un error estratégico del Gobierno. Miran condiciones de trabajo sin mirar la productividad. En cualquier país del mundo, la productividad es lo que permite mejores condiciones de trabajo: reducción de jornada, incrementos de salario, etcétera, etcétera, etcétera. No nos pueden cegar los salarios del norte de Europa sin analizar la productividad que ellos tienen. La española es de las más bajas de Europa. 

¿Eso qué nos demuestra cuando vamos al fondo del asunto? Hay unas normativas de la Unión Europea y sólo hay tres países que no tienen un observatorio para medir la productividad: España, Estonia y Letonia. Cuando no mides no puedes mejorar. Es una crítica que le hacemos a la ministra. También hay un tercer elemento que, en el caso específico de Balears, hace todavía más dolorosa esta reducción de jornada: tenemos un absentismo laboral muy fuerte, de los más grandes de Europa. Lo mismo ocurre con las bajas médicas. Tampoco se encuentran profesionales. En Eivissa, este problema empezó hace diez o doce años, y en Mallorca, que parecía que no iba a llegar, ocurre desde 2023.

¿Por qué está ocurriendo? ¿Los precios imposibles para encontrar una vivienda son la causa?

Antes, cuando necesitabas profesionales que no encontrabas en las islas, recurrías a la península o al extranjero. Con los precios actuales de la vivienda, reclutar ese talento es inviable. Eso crea mucha incerteza en la contratación.

El absentismo laboral tiene que ser un misil en la línea de flotación de la productividad.

Funciona de una manera muy curiosa: cuando la actividad económica va muy bien, es altísimo. La gente no tiene miedo de fallar a la empresa: si me despiden no me costará encontrar otro trabajo. Ahí es cuando se producen casos de abusos. También al contrario: cuando hay crisis, la gente no falla en el trabajo por miedo. Ninguna de las dos es una situación de equilibrio. Si a una empresa pequeña le cuesta cubrir una plantilla (cinco, seis, siete empleados, que es lo habitual en Balears) con estos condicionantes, ¿cómo manejará una reducción de jornada? Necesitará contratar más empleados, pero no los encontrará.

El tabú para hablar de la salud mental en el trabajo va rompiéndose poco a poco. ¿Cómo afecta la incertidumbre que describe al gestor de una pyme o a un autónomo que dependa de los servicios que le prestan otros profesionales?

Un autónomo, que puede ser también el responsable de una pyme, tiene muchos deberes y pocas ayudas, muchas obligaciones y pocos derechos. Hay que repensar la figura del autónomo. Para empezar, la regulación debe cambiar. Hay autónomos, que, según se acercan al final de su vida laboral, no pueden mantener su ritmo de trabajo, y por tanto, su volumen de facturación, y se convierten en autónomos pobres. Eso está ocurriendo. Hablo de un espectro muy amplio y de muchos sectores; por ejemplo, la abogacía.

Sin embargo, en septiembre del año pasado, más de un 15 por ciento de los afiliados a la Seguridad social en Balears eran autónomos. ¿De dónde nacen estas ganas de complicarse la vida?

En Balears es increíblemente alto el número de pymes o micropymes (de uno a diez trabajadores). La explicación es la red de empresas familiares que ha funcionado tradicionalmente en estas islas, donde la relación entre el empleado y el empleador sigue siendo cercana. Ese cliché de que el dueño de la empresa va al bautizo de tu hijo porque hay algo más que una relación laboral entre el jefe y el empleado sigue siendo cierto en muchos ambientes de Balears. Por eso, la cultura emprendedora de estas islas es fuerte. Hablo de una emprendeduría diferente a la de países como Francia o Alemania, donde las empresas, de media, son mucho más grandes que en España. Esa característica es una riqueza que tenemos que mantener. Genera un clima de innovación. La red de pymes –más del 90 por ciento de las empresas baleares– aporta el 75 por ciento de la ocupación [turística] y el 60 por ciento del PIB [autonómico]. 

¿Ser islas es un hándicap o una ventaja, o ambas, para preservar esta red de pymes familiares?

Para el sector primario, o para el industrial, hay desventajas, pero en el global me gusta pensar que ser una isla es una ventaja porque nos permite diferenciarnos.

Las desventajas que comporta desarrollar una actividad económica en estas islas, ¿cómo se las explica a los presidentes de las patronales peninsulares?

Desde Balears, tratamos de transmitir esa singularidad. Pero entre territorios, en general, hay grandes diferencias. Las hay entre Mallorca, Menorca, Eivissa y Formentera, pero también hay muchos retos compartidos: todos tenemos que caminar hacia la digitalización. Ese es el gran reto. A mí me gustaría ver, de cara a 2026 ó 2027, un tejido de microempresas que siga creciendo de forma sostenible.

¿Hay una brecha insalvable entre las empresas que han hecho esa transición y las que siguen ancladas en el mundo analógico?

Algunas empresas han hecho ese relevo generacional; otras, lo están haciendo. La digitalización es un camino que, una vez que lo emprendes, no se acaba nunca. Desde Pimem ofrecemos un programa de transformación digital del que se están beneficiando empresas de todo tipo. Me viene a la cabeza, por ejemplo, una escoleta de Manacor gestionada por dos socias de dos generaciones diferentes que se está aprovechando de esta formación que ofrecemos.

Esa singularidad que, según comenta, le aporta a una empresa tener su sede y su actividad en Balears, ¿pasa por mantener con vida a los productores agroalimentarios?

Totalmente. Un restaurante o un hotel que apuesten por producto local se diferenciarán de la competencia. En los últimos años hemos incorporado a la estructura de Pimem a Apaema (la cooperativa de productores ecológicos), a la Unió de Pagesos, a la Federació Balear de Pesca… Esa apuesta se traduce, por ejemplo, en que ostentemos la vicepresidencia de Mallorca Rural y del Grup d’Acció Local de Pesca. Es muy importante tener presencia allí porque es donde se gestionan las ayudas que vienen de Europa. 

Las pymes, y no me refiero sólo al sector primario, tienen que sentirse apoyadas y representadas. Balears es un caso único porque, igual que sucede en Europa, o pasa con los sindicatos, que hay dos mayoritarios, la voz de las pymes está diferenciada de la de las grandes empresas. Está PIME Balears y está la CAEB. Esa voz propia la tenemos que conseguir para el resto de España y poder participar de forma autónoma en el diálogo nacional, donde se habla también de infraestructuras, Administración pública, morosidad… Cuando estás ahí es cuando te acercas a la gestión del poder. Nosotros no nos dedicamos a la política, pero tenemos que influir en la política económica. Nos afecta muchísimo.

¿A una microempresa mallorquina le conviene que volvamos a tener una temporada con récord de turistas o le iría mejor en un escenario en el que los ingresos se repartieran de forma equitativa durante los doce meses del año?

Va por sectores. La ubicación del negocio también influye muchísimo. En verano, alcanzamos los 100 mil autónomos. En invierno, la cifra se reduce a la mitad. ¿Qué nos está diciendo ese dato? Hay muchos negocios enfocados en la temporada turística. Empezando por los hoteles, grandes contratadores, y siguiendo por la restauración, y otros negocios, vinculados con la náutica o con el ocio. 

Es el primer presidente de la historia de Pimem que enlaza tres mandatos seguidos. En el primero, atravesaron los últimos coletazos de la crisis de 2008, que en Balears golpeó más tarde. El segundo estuvo marcado por la covid. No ha sido fácil su presidencia.

Y, pese a todo, no hemos dejado de crecer. Representamos a cinco mil empresas y autónomos. Somos el paraguas de setenta y dos asociaciones, todas representadas en el comité ejecutivo que presido. En estos años, hemos incorporado a treinta y dos asociaciones a la patronal. Algunas ya estaban creadas, otras se han creado a iniciativa de PIME Balears. Es una barbaridad. Son intereses y realidades diferentes; a veces, contrapuestos. Hay que ir buscando equilibrios.

¿Tiene fe en la Ley de simplificación administrativa que, antes de las elecciones, era una gran prioridad para Marga Prohens?

Durante la campaña electoral, y en sede de Pimem, la presidenta Prohens se comprometió a reducir progresivamente la burocracia (nosotros la llamamos burrocracia). Con la primera normativa que ha impulsado Toni Costa, la simplificación ha quedado un poco descafeinada porque se ha mezclado con otras cosas. Pero le dimos apoyo porque es importante para las empresas y para los ciudadanos. Al vicepresidente le hemos pedido que, antes de junio, se apruebe un segundo decreto. Ese camino, el de la simplificación, tampoco se termina. Hay que legislar pensando en pequeño: no tiene sentido que las mismas normas que se aplican a una empresa de quinientos trabajadores tenga que cumplirlas también una microempresa de cinco trabajadores: muchas veces, no tiene ni los recursos económicos ni humanos para cumplirlas.

Esa simplificación que piden desde su patronal, ¿cuánto reduciría la jornada laboral de un autónomo?

Tenemos asociados, autónomos y autónomas, que nos dicen que no tienen tiempo para dedicarse a lo que realmente les gusta. A su trabajo, que es su negocio. Escuchamos que, aunque tengan un gestor, están constantemente arreglando papeleo. Es lógico que exista una regulación, pero debería simplificarse. Al máximo.

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