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Qué está pasando en Siria: claves para entender la mayor ola de violencia desde la caída de Al Asad

Fuerzas de seguridad del nuevo Gobierno sirio pasan junto a un cadáver en una calle de la provincia de Latakia, el 9 de marzo de 2025.

Francesca Cicardi

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Cuando se han cumplido tres meses desde el derrocamiento del expresidente sirio Bashar Al Asad, la hasta ahora pacífica transición democrática se ha visto sacudida por la violencia sectaria que muchos temían que estallara desde un primer momento. En este tiempo, las tensiones han permanecido elevadas en la zona de la costa Mediterránea, donde se concentra la población alauí, secta del islam a la que pertenece el exmandatario y que integraba mayoritariamente su régimen.

La semana pasada, esas tensiones desembocaron en los mayores enfrentamientos armados desde el mes de diciembre, en medio de acusaciones de masacres de civiles y combatientes alauíes a manos de las fuerzas y milicianos suníes afiliados al nuevo Gobierno en Damasco. No hay cifras oficiales de fallecidos y es difícil verificar los números que circulan en redes sociales. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (ONG con sede en Reino Unido y una amplia red de informantes en Siria), al menos 973 civiles han perdido la vida desde el 7 de marzo en la zona costera. Además, se han contabilizado cientos de muertos en ambos bandos enfrentados.

¿Cuándo y cómo estalló la violencia?

El pasado 6 de marzo, hombres armados fieles al derrocado dictador atacaron a las fuerzas de seguridad y armadas de las nuevas autoridades interinas en la provincia de Latakia –que durante la guerra civil siria había sido un feudo del régimen de Al Asad y donde hay una destacada presencia de población alauí–. A continuación, el Gobierno liderado por Ahmad Al Sharaa lanzó una operación en esa provincia y la vecina de Tartús para perseguir a los atacantes y desmantelar “células durmientes” integradas por miembros del exrégimen. La operación se extendió a varias provincias durante varios días, hasta este lunes.

Las nuevas autoridades sirias controlan la mayor parte del país

N

100 km

TURQUÍA

Mersin

Alepo

Latakia

Hama

Tartus

Homs

SIRIA

LÍBANO

Beirut

Damasco

ISRAEL

IRAK

JORDANIA

Área controlada por las nuevas autoridades sirias

Área controlada por los kurdosirios

Áreas controladas por Turquía y milicias sirias aliadas

GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: AL JAZEERA

Las nuevas autoridades sirias controlan

la mayor parte del país

N

100 km

TURQUÍA

Alepo

Latakia

Tartus

Hama

Homs

SIRIA

LÍBANO

Damasco

ISRAEL

IRAK

JORDANIA

Área controlada por las nuevas autoridades sirias

Área controlada por los kurdosirios

Áreas controladas por Turquía y milicias sirias aliadas

GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: AL JAZEERA

Según Muhsen Al Mustafa, analista del Centro Omran para Estudios Estratégicos sobre Siria, el del jueves no fue un ataque aislado. “Fue un movimiento calculado de lo que queda de las elites del Ejército y la Inteligencia de la época de Al Asad para reafirmar su poder a través de la fuerza”, explica el experto a elDiario.es. En su opinión, los choques que han tenido lugar en los pasados días pueden ser “el comienzo de una insurgencia armada coordinada por parte de los leales al exrégimen”. Al Mustafa destaca que los nostálgicos de Al Asad buscaban ejercer su influencia e, incluso, hacerse con el control territorial de algunas áreas de la región costera.

Por su parte, Charles Lister, director del programa de Siria del Middle East Institute de Washington, señala que la mayoría de los cabecillas de la insurrección armada eran excomandantes de la IV División del Ejército sirio, que tiene un historial de abusos y crímenes en los casi 14 años de guerra. Una fuente de seguridad siria dijo a la agencia de noticias Reuters que había unos 5.000 insurgentes pro Al Asad.

¿Cuál ha sido la respuesta del Gobierno?

El Ministerio de Defensa sirio ha asegurado este lunes que la operación contra los fieles del exrégimen ha terminado, aunque ha prometido que sus fuerzas seguirán persiguiendo a los que quedan de ellos para evitar futuras “amenazas”. Cientos de uniformados han muerto desde el jueves y han aparecido indicios de ejecuciones, como una fosa común descubierta cerca de la localidad de Qardaha, con cuerpos de integrantes de las fuerzas de seguridad sirias, según han informado los medios oficiales.

Mientras, combatientes del bando de Damasco han sido acusados de perpetrar masacres, saqueos y otras atrocidades en las poblaciones de mayoría alauí de las provincias de Latakia y Tartús, para vengarse del ataque sufrido a manos de los exmilitares y milicianos de esa secta. Según Al Mustafa, “grupos indisciplinados han cometido violaciones” contra los civiles, pero el analista no descarta que los propios leales a Al Asad perpetraran crímenes contra los alauíes y otros que apoyan al nuevo Gobierno, tal y como les habían amenazado con anterioridad.

El experto sirio señala que las autoridades de Damasco respondieron “de forma proporcionada a la amenaza” sobre el terreno y, en el plano político, “rápidamente” creando dos comisiones.

El presidente del país, Ahmad Al Sharaa –quien lideró la coalición de grupos islamistas que tomaron el control de Damasco el pasado diciembre y expulsaron a Al Asad del poder–, anunció el domingo la formación de una comisión para “el mantenimiento de la paz social”, con el objetivo de brindar apoyo a los civiles de la zona costera y escuchar sus demandas. Asimismo, el mandatario encargó a otra comisión, integrada por seis figuras de la judicatura, que investigue lo sucedido desde el 6 de marzo en la costa mediterránea, y prometió que todos los implicados en el derramamiento de sangre o maltrato de los civiles rendirán cuentas.

En una entrevista con Reuters este lunes, Al Sharaa ha responsabilizado de la violencia a los fieles al exrégimen, pero ha admitido que sus acciones brindaron “una oportunidad para la venganza” y que “muchas violaciones han ocurrido” en los pasados días.

Horas más tarde, la presidencia siria anunció un acontecimiento favorable para la estabilidad del nuevo gobierno; tras una reunión entre al Sharaa y Mazlum Abdi, líder de las Fuerzas de Siria Democrática (FSD) —alianza formada mayormente por kurdosirios—, se acordó “la integración de las instituciones civiles y militares del noreste de Siria en la administración del Estado sirio”, lo que representa un espaldarazo para la transición que, en otro plano, los cruentos sucesos de los últimos días han puesto en duda.

¿Cómo ha reaccionado la comunidad internacional?

Dentro y fuera de Siria, se ha puesto en duda la actuación de los uniformados del Gobierno y de combatientes leales a Al Sharaa, una parte de los cuales proceden de grupos radicales –incluido el propio presidente, que fue cabecilla de Al Qaeda en Siria–. Varias fuentes han señalado la participación en los combates de yihadistas, incluidos extranjeros, que llegaron a la zona costera procedentes de la vecina Idlib, donde estaban arrinconadas las facciones armadas opositoras hasta la caída del régimen.

En la Unión Europea se declaran “alarmados” por las informaciones sobre asesinatos de “civiles inocentes”, pero se mueven con prudencia y cautela a la espera de las conclusiones de la investigación que ha prometido el presidente sirio, informa Irene Castro. “Hemos visto que las autoridades han reaccionado rápido y los culpables tienen que rendir cuentas ante la justicia”, ha dicho la portavoz de exteriores de la Comisión Europea, Anitta Hipper, que ha apuntado a que ha habido “manipulación y desinformación” respecto a lo ocurrido en los últimos días.

Mientras, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, ha sido mucho más contundente: “Estados Unidos condena a los terroristas islamistas radicales, incluidos yihadistas extranjeros, que han asesinado a gente en el oeste de Siria en los pasados días”. En un comunicado, Rubio ha señalado el apoyo de Washington a todas las minorías del país, incluidos los cristianos, que también han sido víctimas de algunos actos de violencia en la región costera. “Las autoridades interinas de Siria deben hacer rendir cuentas a los perpetradores de estas masacres contra las comunidades minoritarias de Siria”, ha afirmado.

Por su parte, Rusia, que fue el principal apoyo internacional de Al Asad hasta su caída en desgracia, ha llamado a poner fin a “las manifestaciones de violencia” en Siria. En los pasados días, integrantes de la comunidad alauí han pedido protección a Moscú ante los ataques que estaban sufriendo e, incluso, han acudido a la base militar rusa de Hameimim, en Latakia.

Mientras, Israel ha aprovechado para destacar la inestabilidad en Siria y la naturaleza del nuevo Gobierno islamista. El ministro de Exteriores, Gideon Sa’ar, ha afirmado que los nuevos dirigentes siguen siendo “yihadistas, incluso si algunos de sus líderes se han puesto traje de chaqueta”. Para Tel Aviv, las nuevas autoridades sirias suponen una amenaza a su seguridad y, por ello, ha desplegado tropas en la zona de separación entre Israel y Siria, más allá de los Altos del Golán ocupados desde 1967. Esa zona está desmilitarizada con base en un acuerdo de 1974 entre los dos países, pero Tel Aviv considera que el pacto no es válido después de la caída del régimen de Al Asad y ha aprovechado el cambio en Siria para expandir su presencia en el territorio del vecino.

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