Trump y Putin, dos supuestos rivales con una misma agenda social

Las primeras iniciativas de Donald Trump en su segundo mandato se parecen mucho a las que impulsó Vladímir Putin cuando fue elegido presidente hace 25 años. Esta es la advertencia del corresponsal del New York Times en la Casa Blanca, Pete Baker, antes delegado en Moscú. El aparente y hasta cierto punto inesperado idilio entre Rusia y Estados Unidos trasciende los intereses comunes en política internacional. Ambos presidentes no solo comparten una cosmovisión según la cual las grandes naciones son los sujetos de la historia, el rechazo a la globalización o una manera muy personalista de hacer política llena de testosterona, sino que están absolutamente alineados en su agenda social.
La Rusia de Putin lleva mucha ventaja a los Estados Unidos de Trump en la lucha por los supuestos valores tradicionales en oposición a los valores occidentales. En esta batalla, el Kremlin ha sido acusado de ordenar el asesinato de disidentes, ha restringido las libertades civiles hasta extremos asfixiantes y ha hecho la vida imposible a las minorías. Por su parte, la nueva administración norteamericana no se demoró ni un día en empezar a firmar decretos contra los migrantes, las personas transgénero o el derecho al aborto.
Vía libre a las deportaciones
El presidente de Estados Unidos hizo de la lucha contra la inmigración ilegal su mayor eslogan de campaña. Así, nada más acceder al cargo, dio órdenes de deportar a los migrantes que hubieran cometido delitos, la mayoría de ellos latinoamericanos. La realidad es que, en el primer mes, más de un 40% de los expulsados no tenían antecedentes penales y las asociaciones de derechos civiles denuncian que la policía los arrestó por su color de piel.
En Rusia, desde el 5 de febrero se han endurecido las leyes que facilitan la deportación de migrantes. Si la policía detiene a una persona sin papeles puede hacer que se la expulse en 48 horas alegando cualquier delito menor, como el desacato a la autoridad. En 2024, el gobierno deportó a 80.000 extranjeros, sobre todo centroasiáticos, más del doble que en el año anterior. Además, en ciudades como San Petersburgo, las autoridades han anunciado que introducirán un software en las cámaras de seguridad capaz de distinguir las diferentes etnias. El argumento esgrimido es “que no se formen guetos” y “evitar la tensión social”.
Ambos dirigentes han puesto también el foco en los menores migrantes. Los agentes de Estados Unidos han recibido instrucciones para localizar y deportar a miles de niños que entraron en el país sin sus padres, mientras que en Rusia está a punto de entrar en vigor una ley que obliga a los niños extranjeros a aprobar un examen de ruso para acceder a la escuela. Si lo suspenden, ellos y sus padres se arriesgan a ser deportados.
Obsesionados con la natalidad
El rechazo a la inmigración se nutre en buena parte del miedo de los sectores más conservadores a la sustitución demográfica y por eso tanto Putin como Trump están muy preocupados por la baja natalidad. En Rusia, la tasa es la más baja del siglo. La Duma, la Cámara baja del Parlamento ruso, hace años que trabaja en medidas para incentivar la procreación y ahora pide que se premie todavía más a las familias numerosas. A su vez, en noviembre se acordaron multas de unos 4.000 euros a quienes hagan publicidad de una vida sin hijos y este lunes el Parlamento propuso imponer una ley seca los domingos para estimular las relaciones sexuales. En Estados Unidos, por ahora el nuevo gobierno ha anunciado que priorizará la financiación de infraestructuras de transporte en “comunidades con tasas de matrimonio y natalidad superiores a la media nacional”.
A pesar de que Trump no ha cumplido su promesa de devolver a los estados la facultad de decidir sobre el derecho al aborto, sí que ha hecho gestos a favor de los colectivos antiabortistas. Nada más ingresar a la Casa Blanca indultó a varios condenados por manifestarse frente a clínicas abortivas y ordenó que se les dejara prácticamente de perseguir, prohibió utilizar fondos federales para financiar la libre interrupción del embarazo y cortó la ayuda internacional a la salud reproductiva. Paralelamente, en Rusia el aborto está cubierto por la sanidad pública hasta las doce semanas de gestación, pero muchos hospitales privados se niegan a practicar estas intervenciones. Algunas autoridades regionales los apoyan con el argumento de que hay que frenar la despoblación.
La guerra contra la “ideología de género”
Otra de las batallas ideológicas que une a ambos líderes es la lucha contra la mal llamada “ideología de género”. Desde su investidura, Trump ha firmado una orden ejecutiva que obliga a las personas trans a usar su nombre de nacimiento en pasaportes y otros documentos de identidad oficiales, y ha prohibido a las deportistas trans participar en competiciones femeninas. En Rusia, desde 2023 está prohibida la cirugía para el cambio de sexo y la terapia hormonal con el objetivo de “proteger a niños y adultos de un camino hacia la degeneración”. Tampoco se permite el cambio de género en documentos estatales.
Además, en 2023, sin duda un año de retroceso en derechos sociales, el Tribunal Supremo ruso prohibió el movimiento LGTBI y lo declaró “una organización extremista”, a pesar de que no existe como entidad jurídica. En virtud de esta decisión, se ha multado a ciudadanos por publicar en Internet una bandera del arco iris, se ha detenido a una mujer durante cinco días por llevar unos pendientes con los mismos colores o se ha expulsado a un alumno de la universidad por tener en su dormitorio este símbolo.
Ataques a la libertad de expresión
La represión a los críticos con el régimen de Putin se ha acentuado desde el inicio de la guerra de Ucrania, pero la deriva autoritaria llevaba años fraguándose. Desde 2012 está en vigor la Ley de Agentes Extranjeros (un cajón de sastre para limitar las libertades de cualquier persona que discrepe del gobierno), no se toleran las manifestaciones (solo los piquetes individuales) y la libertad de prensa es prácticamente inexistente.
En su segundo mandato, Trump también ha puesto a la prensa en el centro de la diana, incluso llegando a expresar el deseo de encarcelar periodistas y cancelar licencias de difusión. Ahora es él quien elige qué corresponsales le pueden hacer preguntas y ha ordenado investigar varias organizaciones de medios, en una concepción muy particular de la libertad de expresión que el vicepresidente J.D. Vance afeó a los países europeos no estar respetando.
“El retroceso en valores es una amenaza para la Unión Europea más peligrosa que Rusia”, dijo Vance desde Múnich. La Rusia de Putin marca el paso de la extrema derecha mundial, que intenta seguir su agenda poniendo a prueba las costuras del sistema democrático. Ahora también en los Estados Unidos de Trump.
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