KILÓMETRO CERO

María de Toro, la científica riojana que cambió el laboratorio por la pantalla para optimizar sus investigaciones

María de Toro, bioinformática del CIBIR

Olivia García Pérez

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Quiso ser periodista y después dentista. Acabó estudiando Químicas en la Universidad de La Rioja y más tarde Bioquímica en la Universidad de La Rioja, pero no fue hasta el momento de su tesis sobre biología molecular cuando todo se dio la vuelta. Sucedió algo que hizo a María de Toro “dejar el laboratorio para trabajar en pantalla negra”, la forma sencilla con la que ella explica algo tan complejo como la bioinformática, la pasión a la que ha dedicado buena parte de su vida y que le ha llevado a ser la responsable de la Plataforma de Genómica y Bioinformática del Centro de Investigación Biomédica de La Rioja (CIBIR)

Esta joven riojana se encontraba investigando sobre seguridad alimentaria para su tesis en Alemania cuando una intoxicación alimentaria por E. Coli provocó más de 50 fallecimientos en el norte del país. Era la primavera del año 2011 y aquella crisis le cambió la vida. “Mi jefa me dijo que dejara todo lo que estaba haciendo porque todos nuestros esfuerzos debían centrarse encontrar ese genoma”, recuerda, “todo lo que el mundo entero descubrió en la pandemia de 2020 sobre los EPIs, las mascarillas, los guantes, etcétera, yo lo viví en 2011 en Berlín”. Fueron horas y horas de trabajo estudiando lo que ocurría, buscando el patógeno mientras la gente seguía enfermando.

“Un día nos llaman y nos dicen que una empresa china había descifrado el genoma del patógeno en poco más de una semana”, recuerda, “no entendía nada y pregunté cómo era posible. Mi jefa me explicó que se trataba de un equipo de bioinformáticos que habían secuenciado el genoma completo”, es decir, en vez de hacer pruebas y pruebas en el laboratorio, habían adelantado el camino gracias a la tecnología. A su vuelta a España María de Toro ya sabía por dónde iba a ir su futuro: “Vi que habían descifrado en días lo que nosotros solo hubiéramos conseguido en meses con pruebas de laboratorio y así supe que quería dedicarme a la bioinformática”.

Así es como, tras finalizar la tesis, llegó a Cantabria para integrarse en un grupo de posdoctorado para aprender bioinformática de patógenos. Una profesión muy desconocida, pero en su opinión, muy valorada “porque hace muy poco éramos poquísimos y estamos muy cotizados”. Sí cree que el servicio en sí no lo está tanto. “Mucha gente piensa que estamos simplemente tocando teclas sin darse cuenta de que aquí diseñamos los proyectos personalizados con sus análisis específicos. Nos involucramos mucho”, asegura,

El momento de su carrera del que se siente más orgullosa es la etapa del Covid porque, gracias al intenso trabajo, el CIBIR fue el centro de investigación de más genomas secuenció, por delante de los hospitales más importantes del país. “Los primeros dos años estuvimos entre los primeros, monitorizando Covid de otras comunidades autónomas incluso”, recuerda. Considera que el hecho de que el Ministerio apostase por este centro sobre todo en las primeras semanas de la pandemia, deja claro que su equipo, formado únicamente por dos personas, es referente en investigación bioinformática. “Hemos tenido muchos proyectos, trabajamos siempre mucho”, explica, “pero dar una respuesta rápida en un momento de incertidumbre es mi mayor orgullo”.

Su mayor aspiración es poder llegar a una monitorización en red a nivel nacional como tienen otros países como Estados Unidos. En España se empieza a trabajar en ello, pero el sueño de María de Toro es poder verlo, contar con un centro nacional de patógenos con una monitorización en red real.

Su equipo, sus manos y sus ojos en el laboratorio, tienen claro que si algo define a María de Toro es la constancia, la perseverancia y las ganas. La definen como una amante de la ciencia que devora artículos de investigación, una trabajadora nata a la que no se le pone nada por delante. “No se conforma con una rutina, necesita nuevas inquietudes y nuevos retos y encima lo comparte con quien la quiera escuchar”, señala Yolanda Saenz, codiretora de su tesis e investigadora principal de Microbiología Molecular en el CIBIR. Su técnica de laboratorio, María Bea, asegura que es “muy intenso” trabajar con ella porque “le encanta meterse en todos los saraos y cada día es algo nuevo”.

La divulgación al público general, o cómo María de Toro pasó a ser también Miss Salmonella

Tal vez esa faceta de periodista que dejó en la infancia no se le olvidó del todo y cuando terminó la tesis se abrió una cuenta de Twitter, @Miss_Salmonella, primero para seguir a gente con la que trabajaba en Europa, a compañeros de otros países en un momento en el que en esa red “no había tanto ruido”.

Su primer paso adelante fue al entrar en un proyecto de divulgación en microbiología a través de Twitter liderado por Ignacio López Goñi desde la Universidad de Navarra. Tenía que publicar 30 tuits divulgando algún tema relacionado con su trabajo, en este caso, los elementos genéticos móviles. A lo largo de varios meses, un nutrido grupo de científicos iban divulgando en esta red social diferentes conocimientos relacionados con la microbiología. “Fue un proyecto muy bonito de divulgación a través de redes”, cuenta.

Y así llegó la pandemia y la explosión de sus redes sociales. “Era la manera de saber qué estaban haciendo otros, contactar con virólogos, infectólogos, gente con una visión diferente a la mía de lo que era la pandemia”, explica, “yo analizaba el genoma y las variantes, pero a veces no entendía lo que representaban las mutaciones y a mí Twitter me sirvió sobre todo para contactar con gente a la que podía plantear mis dudas y me respondían mientras ellos me planteaban también las suyas”.

Así, de manera colateral, el público en general fue conociendo lo que hacían los científicos a través de sus publicaciones en redes, en un momento en el que todo el mundo necesitaba saber y en el que los profesionales buscaban por todos los medios ganar esa confianza. “Yo siempre he defendido que hay que dar una buena educación sanitaria para que las personas tomen decisiones conscientes. No critico que alguien no se quiera vacunar, pero creo que hay que dar la información para que cada uno decida qué es lo mejor para su situación y Twitter era una buena manera de explicar a la gente por qué las vacunas eran la única vía que teníamos en ese momento, por qué las mascarillas eran la única barrera”. Ahí comenzaron a crecer los seguidores y a cambiar el tono de los tuits hacia un público menos especializados porque “la realidad en aquel momento era otra”.

A pesar de todo, María de Toro no se reconoce como referente. “Yo hago mi trabajo y hago las cosas, como cualquiera, lo mejor que me parece”, afirma, “se lo explico también a mis alumnos, que este es mi camino, pero no quiere decir que sea referente de nada. Afortunadamente, jamás he mirado ni el reloj ni la cartera porque los trabajos que tenía me han permitido vivir dignamente. Así que el único consejo que puedo dar a mis alumnos es dedicación, equilibrio y trabajo”.

Contenido patrocinado por el Gobierno de La Rioja

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