Nieves Concostrina: “La historia es esencial para el periodismo porque todo lo que ocurre ahora tiene un anclaje en el pasado”
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La periodista y escritora Nieves Concostrina (Madrid, 1961) inaugura la decimonovena edición de 'Escritores en su tinta' este viernes 21 en Molina de Segura. Con una dilatada trayectoria en radio y literatura, su estilo irreverente y ameno ha acercado la historia a miles de oyentes y lectores. Concostrina no olvida que es periodista, periodista de raza -aunque ella repudiaría ese tópico con toda seguridad-, y me expresa antes de iniciar la conversación su preocupación por el clickbait y que sean malinterpretadas sus aseveraciones. En esta entrevista, nos habla de la importancia de conocer nuestro pasado, la manipulación histórica, el papel de las mujeres en la historia y la responsabilidad de los ciudadanos en la construcción del presente.
Llevas años contando la historia de una forma accesible y amena. ¿En qué momento te diste cuenta de que este enfoque conectaba más con la gente?
En realidad, no me di cuenta, nada de esto es premeditado. Siempre he tenido una pluma un poco gamberra y, cuando cubría información o hacía entrevistas, dejaba ver algo de eso en mis crónicas. En una pieza de autor puedo expresarme como me da la gana.
Respecto a la historia, creo que es fundamental, no solo para mí, sino para cualquier periodista. Estamos absolutamente pez en historia porque se han ocupado de que no la aprendamos. Cuanto menos sepamos, mejor. Y no lo digo como una queja hacia los profesores, sino porque hemos tenido una educación deficiente, especialmente mi generación. Estoy cansada de hablar con gente a la que todavía le resulta un esfuerzo tremendo poner a los Borbones en orden, ¡y son solo un puñadito!
Para mí, la historia es esencial para el periodismo porque todo lo que ocurre ahora tiene un anclaje en el pasado.
Se dice que “la historia la escriben los vencedores”. ¿Cuál crees que es la mayor mentira histórica que seguimos repitiendo?
Hay muchas, tantas que es difícil elegir. Pero, conectando con la actualidad, todo lo que está ocurriendo entre Israel y Palestina es una gran mentira que ha generado el desplazamiento de un pueblo y un genocidio. Es una falacia que un grupo de señores se inventara que dios, al que yo siempre escribo con minúscula porque no existe, les entregó esa tierra. Y, como dios se la entregó, resulta que es suya. El Estado de Israel es un estado criminal.
En tus relatos desmontas mitos y versiones oficiales. ¿Te has encontrado con resistencias o críticas de historiadores o instituciones?
Sí, claro, la envidia está en todas partes. Pero también tengo amigos historiadores que me escriben y me dicen que hago lo que debo hacer. Yo no doy clase ni cuento historia académica; para eso están ellos.
A veces hay alguno que se pone a buscar errores con lupa. Un historiador una vez me corrigió porque dije que alguien había sido presidente en junio cuando en realidad lo fue en septiembre. Pues vale, si ese es el mayor problema, fantástico.
Hubo otro, un profesor de una Universidad madrileña, que cuando me dieron un premio de Memoria Histórica precisamente en Murcia, saltó en redes diciendo que con la cantidad de historiadores y arqueólogos que hay, ¿por qué me lo daban a mí? Le contesté: “Si a alguien le dan un premio por su compromiso con el colectivo LGTBI, no hace falta que se haga gay”. Es absurdo. Almudena Grandes también recibió ese premio y tampoco era historiadora. Pero bueno, siempre hay algún tonto con ganas de destacar.
Has trabajado en prensa, radio, televisión y en podcast, ¿crees que el podcast y los formatos digitales están revolucionando la forma de consumir historia?
Hago radio. No hago podcast. Lo que pasa es que la SER ha decidido que lo mío es un podcast porque, una vez emitido en antena, queda disponible en su web. Pero yo sigo haciendo radio.
El podcast es una maravilla porque la gente elige qué escuchar, cuándo y cómo. La radio a la carta es una bendición. Pero no me gustan los podcasts conversacionales donde hay dos personas charlando sin más. Me aburre. Yo quiero que me cuenten cosas.
Sobre la muerte, deseaba preguntarte por el recientemente aprobado plan nacional de prevención del suicidio -no así el plan de acción de salud mental que ha tumbado el PP-, y es que en España se suicidaron 4116 personas en 2023. ¿Crees que podrán ponerse de acuerdo todos?
Ni idea. El PP ha perdido el norte. Parece el partido de “Mopongo”, como el chiste: “Me opongo a todo”. Ya no es derecha, es ultraderecha. Están en el no porque sí. ¿Subir las pensiones? No. ¿Bajar el transporte? No. ¿Prevenir suicidios? No. Prefieren que la gente se siga suicidando.
En la serie documental Pioneras recuperaste figuras femeninas poco conocidas como Luisa Ignacia Roldán, Dolors Aleu, Carmen de Burgos o María de Castilla. ¿Cuál de estas historias te impactó más?
Pioneras se produjo en la etapa en que Movistar estaba prácticamente en manos de Vox, de la ultraderecha. La serie esperaba llegar a 16 capítulos, pero la dejaron en cuatro por demasiado feminista.
Pero de entre todas, me quedaría con Francisca de Pedraza. Fue la primera mujer en conseguir un divorcio y una orden de alejamiento en el siglo XVII. Su marido la estaba matando a palos, pero los tribunales eclesiásticos le decían que debía aguantarse porque “Dios así lo quería”. Finalmente, la justicia universitaria de Alcalá de Henares le concedió el divorcio y una orden de alejamiento. Sufrió lo indecible; fue apuñalada delante de la catedral y el marido le hizo abortar. Pero tengo especial cariño por Dolors Aleu, la primera médica de España que consiguió doctorarse, ser médico y que nada más doctorarse con otras dos compañeras, lo primero que hizo el Borbón de entonces, Alfonso XII, fue prohibir a las mujeres que accedieran a la universidad.
¿La Antonia de tu novela también es una pionera?
No, no es una pionera. Antonia es una sufridora. Como otras decenas de miles de mujeres en este país, sufrió un golpe de Estado y vio su vida arruinada y sin educación. Se vio en la miseria siendo una niña sencillamente porque llegaron unos golpistas que dijeron, de aquí para acá son rojos y de aquí para acá lo que ellos llamaban nacional. Antonia es mi madre, una mujer que sufrió mucho, que siendo analfabeta me puso donde estoy.
Una vez dijiste que los expertos coinciden en que “las mejores mediadoras en conflictos son las mujeres”. ¿Crees que si la historia se hubiera contado desde una perspectiva femenina, el mundo sería distinto?
Yo creo en la absoluta igualdad entre sexos y no pienso que las mujeres sean mejores que los hombres ni viceversa. Según los expertos, las mujeres suelen ser mejores mediadoras por una cuestión de naturaleza, ya que están más inclinadas a proteger la vida. Dicen que esto puede estar relacionado con la maternidad porque históricamente se les ha asignado el papel de cuidadoras.
No soy antropóloga ni he estudiado este tema en profundidad, pero según estos estudios, los hombres tienden a ser más impulsivos en situaciones de conflicto y más propensos a recurrir a la violencia. Mientras tanto, las mujeres, al dar más importancia a la vida y la protección de su entorno, tienden a optar por la negociación antes de llegar a la confrontación.
Esto es lo que explicaban los expertos en el documental, especialmente en relación con la Reina María, quien, en lugar de permitir una guerra, se sentó en medio del campo de batalla y obligó a ambas partes a negociar.
Dicho esto, tampoco podemos idealizar. Hay mujeres que han tomado decisiones políticas y militares igual de agresivas que los hombres. Basta con ver a figuras como Giorgia Meloni o las mujeres del equipo de Javier Milei. Al final, hay de todo en todas partes, independientemente del género.
A pesar de los avances, muchas mujeres relevantes siguen fuera de los libros de texto. ¿Qué cambios harían falta en la enseñanza de la historia?
Ahora bien, en mi experiencia he conocido a profesores fantásticos, que se parten la cara a diario en sus clases, y también a otros que son auténticos cobardes, que podrían haber montado una ferretería en lugar de estar en un aula.
Hace poco nos escribió una oyente, profesora de música en un instituto público, para contarnos una anécdota que ilustra bien la diferencia. Entró en clase y vio a tres alumnos tocando las notas del himno del 'Cara al Sol', así que se acercó y les dijo en tono irónico: “Chicos, ¿os puedo empezar ya a dar de hostias?”. Los chavales se quedaron callados y dijeron: “Hombre, profe, es solo una canción”. A lo que ella les respondió: “No, es una canción que representa una época en la que los profesores daban hostias a los alumnos”. Es decir, contextualizó la historia y aprovechó la situación para hacer pedagogía.
Eso es implicarse. Luego están otros que, ante la mínima queja de un padre, prefieren mirar para otro lado. “Es que si les regaño, vienen los padres y se enfadan”, me dijo uno hace años. Pues entonces no eres profesor, simple y llanamente.
En cualquier profesión hay buenos y malos profesionales. Pero hasta ahora la mayoría de los que he conocido me parecen brillantes, implicados y comprometidos con la enseñanza, pero les ha tocado una mala época para lidiar con alumnos que tampoco es que reciban una buena educación en casa. Una cosa en enseñar, y otra educar.
Tu interés por la historia comenzó en la revista Adiós Cultural. ¿Qué te enseñaron -o qué podemos aprender todos- de los cementerios sobre nuestra sociedad y nuestra memoria histórica?
Los cementerios son de los lugares que me fascinan, en el sentido de que he aprendido muchísimo en ellos. Cuando voy a un cementerio voy despojada de todo morbo. No veo muertos. Tienen arte, cultura, historia, y epitafios, que es una forma de literatura lapidaria que me parece maravillosa. Hay que ir a pasearlos, a verlos. Un cementerio es paisajismo.
Pero aquí se sigue viendo raro visitar un cementerio. En París nadie se escandaliza por ir a Père Lachaise, pero si sugieres visitar Montjuïc o La Almudena, te miran raro. Es de catetos.
Pero, sobre todo, preocúpate del cementerio de tu pueblo, por pequeño que sea, porque ahí está enterrada la gente que ha hecho posible tu pueblo, desde el boticario al alcalde, pasando por la señora María. Viendo un cementerio, sabes cómo es el pueblo. Dicen que según el estado en el que estén el cementerio y el mercado, ya sabes cómo es el pueblo, y si el cementerio y el mercado son una mierda, ese pueblo es una mierda.
En España, la memoria histórica sigue siendo un tema polémico. ¿Crees que estamos avanzando en el reconocimiento de nuestro pasado o seguimos enterrando la verdad?
No creo que enterremos la verdad. Hoy mismo [en la SER] he hablado sobre un asunto de Córdoba, la Desbandá, el bombardeo del mercado de Alicante, la retirada… Hablo de todo lo que puedo, porque estoy implicada en ello. Cada uno tiene su parte de responsabilidad. Todos la tenemos, ya sea desde un bar comentándolo con un colega o desde la radio. No vale echar balones fuera. El que no cumpla con su parte, que luego no vaya a llorar a Twitter preguntándose “¿qué está pasando?”. Pues mírate al espejo y pregúntatelo, pero haz algo.
Me cansa el ciudadano hongo, el que está ahí, quieto, viendo la vida pasar, preguntándose “¿qué desgracia es esta?”, “¿cómo lo vamos a arreglar?”. ¿Y tú qué haces? ¿Qué haces? ¿No discutir en Nochebuena para que no se enfade mamá? ¿No llevar la contraria a tu hermano o a tu cuñado para no incomodar?
Pues muy bien, pero luego no te quejes. Porque los problemas los vas a tener tú, y más si tienes hijos. Y si encima eres un obrero de derechas, el problema va a ser aún mayor, porque te van a cerrar la sanidad que necesitas y te vas a quedar sin la educación pública que te haría falta. Así que, si no te implicas, es problema tuyo.
Sí, desde luego, es otra cosa que también se viene estudiando desde hace muchos años, y es cómo han conseguido que los trabajadores voten contra sus propios intereses.
Porque son idiotas, bueno, pues ya está. Pero de esos siempre ha habido. La cuestión es que, si en tu casa tienes a alguien que actúa así, también tienes que hacer pedagogía. No puedes mirar para otro lado y pretender que los demás te arreglen el problema. Haz tú algo. Yo insisto en que la ciudadanía es directamente responsable de lo que pasa. La gente tiende mucho a echar la culpa a todo el mundo menos a sí misma: “la culpa es del político, la culpa es de este, la culpa es del otro…”. ¿Y tú qué? ¿Tú qué haces? Algo tendrás que hacer, ¿no? Te tienes que implicar de alguna manera. Tienes que posicionarte. Y si decides ser un cobarde, bueno, pues muy bien, pero luego no le exijas responsabilidades a los demás. Te tocará comerte lo que venga.
Has hablado mucho de la monarquía -desde los borbones al mastuerzo- y de la Iglesia -La multinacional- como instituciones que sobreviven gracias a la ignorancia.
A mí me da igual en qué crea la gente. Si quieren pedirle favores a una muñeca, a la Virgen de la Fuensanta o a Bob Esponja, allá ellos. Lo que no quiero es que me obliguen a pagar por sus creencias. El problema no es la fe de cada uno, sino que mi dinero, sin yo quererlo, financia a una empresa de farsantes que viven de la sopa boba sin hacer nada. La Iglesia es una secta destructiva que, además, encubre pederastas y maltrata a la mujer. Y cuando hablo del Opus Dei, hablo de catolicismo, porque cada vez que se menciona parece que se refieren a algo aparte, cuando no lo es.
Pero no es solo el Opus. Hay muchas congregaciones que captan niñas desde pequeñas, las llevan a cantar canciones de iglesia y, cuando se descuidan, las han metido en un convento. A mí lo que hagan con su vida me da igual, siempre que no lo tenga que pagar yo. Mientras mi dinero siga yendo a esta secta, la seguiré criticando. Cuando se financien solo con sus fieles, me dará exactamente lo mismo.
Por eso llamo a la Iglesia “la multinacional”, porque no es más que una empresa que solo busca dinero. Vive de no hacer nada y de anular la personalidad de la gente, prohibiéndoles que piensen y cuestionen nada.
Cuando de mi bolsillo no salga ni un euro para ellos, me olvidaré del tema. Hasta entonces, seguiré hablando.
Se estrena en streaming ‘La Vida Breve’, una serie en tono de comedia sobre el reinado del desconocido Luis I, ¿cómo puede contribuir una serie como esta al conocimiento y a la educación de nuestra historia?
Es una sátira brillante, llena de zascas a la monarquía. Los guionistas han hecho un trabajo excelente porque para hablar de los Borbones, una dinastía nefasta, tienes que disfrazarlo todo de comedia. Pero vamos, te sientas a verla y es un golpe tras otro. Todo lo que sale en la serie es imaginado, como cuando dicen que todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna y Watling estalla en risas.
Javier Gutiérrez está fantástico, Leonor Watling como Isabel de Farnesio también, y todos los personajes tienen un punto caricaturesco, pero eran así en la realidad. Luis I era un simplón, un tonto del haba, y su esposa apenas tenía 14 años cuando la casaron. Felipe V estaba completamente trastornado, veía ranas por todas partes.
En definitiva, la serie es una maravilla porque es un zasca tras otro a la monarquía. Me ha encantado.
Acudes a Molina de Segura con el ciclo 'Escritores en su tinta', ¿cuándo con Érase una vez en Borbonia?
Hemos estado en Murcia con la SER celebrando los 100 años de la radio, pero con Borbonia tampoco tenemos muchas fechas porque tenemos otros compromisos, tanto yo como Fetén Fetén -los músicos de Fito-, y aunque tenemos cerrado Lanzarote y Bilbao, no tenemos más fechas porque no nos da la vida para más y al ser algo que tenemos que encajar en nuestra vida.
Borbonia fue un gran éxito en su estreno en la Universidad de Burgos. Vendimos las entradas en 5 minutos, sacamos otro día y también se vendieron en 5 minutos. Ha sido muy divertido, pero por ahora la siguiente representación será en Lanzarote.
Nieves Concostrina sigue demostrando que la historia no son solo fechas y nombres, sino también una forma de entender el presente. Su paso por Molina de Segura promete ser una cita imprescindible para los amantes de la historia contada con rigor y sin pelos en la lengua. El viernes 21 de febrero de 2025, a las 20:00 horas, en la biblioteca Salvador García Aguilar de Molina de Segura.
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