Parecen las paradisíacas Mykonos y Santorini pero están en España

Parece una isla griega, pero está en la costa catalana. Cadaqués, situado en el corazón del Parque Natural del Cap de Creus, en Girona, no solo es uno de los pueblos más bellos de la península, sino también el vivo reflejo de la estética del Mediterráneo.
Su aislamiento histórico —hasta el siglo XIX solo se podía acceder por mar— ayudó a preservar su autenticidad, y quizás fue esa misma soledad la que ha inspirado a lo largo de la historia a tantos escritores, poetas, pintores y músicos a retratarlo en sus obras.
Mucho antes de convertirse en uno de los destinos favoritos para el turismo por sus casas encaladas, calles de piedra y olor a salitre, Cadaqués ya ocupaba un lugar en el imaginario cultural español. Un lugar donde la belleza natural, la tradición marinera y el arte se entrelazan para construir una postal viva.
Calles que parecen escritas a mano
El casco antiguo de Cadaqués, con sus pasadizos adoquinados y fachadas blancas coronadas por ventanas de colores, se conserva como si el tiempo se hubiera detenido.
Protegido antaño por una muralla contra ataques piratas, aún se mantiene en pie la antigua portada de entrada que da paso a un laberinto que parece sacado de una novela.
Calles como Carrer d’Es Call, Santa Maria o Doctor Callís están repletas de flores, puertas antiguas y rincones que invitan a detenerse. Desde lo alto, la Iglesia de Santa Maria, del siglo XVI, ofrece una de las mejores panorámicas de la villa: el mar azul, las barcas flotando, y ese silencio mediterráneo que parece susurrar historias.
Donde Dalí encontró su musa
Cadaqués no solo forma parte de la literatura: también del arte. Salvador Dalí, el genio surrealista, vivió y creó en este pueblo. Aquí encontró su refugio y su inspiración.
El Museo de Cadaqués y la cercana Casa-Museo de Portlligatrecuerdan el paso del pintor, pero también el de otros artistas como Ramon Pichot o Marcel Duchamp, atraídos por esa luz única que baña el municipio.
El arte aquí no se encierra entre muros: mosaicos, murales y esculturas salpican las calles y conviven con la vida cotidiana, convirtiendo el paseo en una galería al aire libre. Una de las postales más icónicas es la escultura de Dalí en la Riba Pitxot, con el pueblo al fondo, reflejándose en el mar como en uno de sus sueños.
Un entorno que inspira y enamora
A pesar de su popularidad, Cadaqués ha sabido conservar su esencia. Las calas de guijarros, como Sa Conca o s’Aranella, son perfectas para quienes buscan descanso en plena naturaleza.
Para los más activos, las rutas que recorren los acantilados del Cap de Creus ofrecen vistas salvajes del Mediterráneo, con senderos que parecen escritos por poetas.
El Paseo Marítimo, que une la Plaza des Portitxó con la Riba des Poal, es ideal para tardes de sol, y lugares como la Casa Blaua, una joya modernista, recuerdan que Cadaqués también vivió una eclosión artística a principios del siglo XX.
Y si el mar lo permite, alquilar una barca para explorar la costa desde el agua es otra manera de enamorarse del pueblo. Un privilegio reservado a quienes quieren descubrirlo desde otra perspectiva, en silencio, al ritmo de las olas.
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