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La Franja de Gaza se ha convertido en un escenario de crisis humanitaria extrema, donde las mujeres, los niños y las niñas son las principales víctimas de un conflicto prolongado que ha devastado la vida de millones de personas en Palestina. La situación actual no sólo representa una violación masiva de derechos humanos, sino que también desafía los principios fundamentales del derecho internacional humanitario.
Desde el recrudecimiento de la violencia en Gaza, las cifras de víctimas han alcanzado niveles alarmantes. Según datos de la ONU, más de 10.000 mujeres han perdido la vida en el conflicto sólo en los últimos meses, y al menos 19.000 niñas y niños han quedado huérfanos. La población civil, en su mayoría compuesta por mujeres y menores, se ha convertido en el blanco principal de los bombardeos y las restricciones al acceso a bienes básicos. La falta de agua potable, alimentos y atención médica ha generado un colapso humanitario sin precedentes.
Uno de los aspectos más impactantes del conflicto es el uso desproporcionado de la fuerza sobre la población civil. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han documentado casos de ataques directos a infraestructuras esenciales, como hospitales, escuelas y refugios, que han dejado a miles de mujeres, niñas y niños sin protección alguna. Además, las restricciones impuestas por Israel al ingreso de ayuda humanitaria han exacerbado la crisis, convirtiendo a Gaza en un territorio donde la supervivencia diaria se ha vuelto un desafío imposible.
Las mujeres en Gaza enfrentan una doble vulnerabilidad: por un lado, la violencia de la guerra; por otro, la discriminación estructural que limita su acceso a derechos básicos y oportunidades. En tiempos de conflicto, las mujeres suelen asumir la responsabilidad del cuidado y el sostenimiento de la vida en un entorno donde la supervivencia es incierta.
El colapso del sistema sanitario ha afectado gravemente a las mujeres embarazadas y lactantes. Se estima que alrededor de 50.000 mujeres en Gaza están embarazadas y enfrentan condiciones extremas para dar a luz. La falta de hospitales operativos, la escasez de medicamentos y el desplazamiento forzado han obligado a muchas mujeres a parir en condiciones insalubres y sin atención médica adecuada, poniendo en riesgo tanto su vida como la de sus bebés.
Además, la violencia de género se ha intensificado en el contexto del conflicto. Organizaciones locales han reportado un aumento en los casos de abuso y explotación de mujeres y niñas, especialmente en los refugios superpoblados donde la falta de seguridad es una constante. La guerra también ha privado a las mujeres palestinas de su derecho a la educación y al trabajo, reduciendo significativamente sus oportunidades de autonomía y empoderamiento.
Los niños y niñas en Gaza han crecido en un entorno marcado por la violencia y la privación. Según UNICEF, más del 70% de las y los menores en la Franja de Gaza muestran signos de estrés postraumático debido a la exposición constante a bombardeos, desplazamientos forzados y a la pérdida de familiares.
El acceso a la educación también se ha visto gravemente afectado. Más del 60% de las escuelas han sido destruidas o severamente dañadas, obligando a miles de niñas y niños a abandonar sus estudios. La falta de espacios seguros y la continua inestabilidad han generado un panorama devastador en el que las nuevas generaciones crecen sin acceso a oportunidades ni esperanzas de un futuro mejor.
A nivel sanitario, la situación es igualmente crítica. La desnutrición infantil ha aumentado drásticamente debido a la falta de alimentos y la escasez de agua potable. Miles de niñas y niños padecen enfermedades prevenibles que no pueden ser tratadas debido al colapso del sistema de salud. La carencia de vacunas y la propagación de infecciones han puesto en peligro la vida de miles de menores que ya enfrentaban condiciones de vida extremadamente difíciles.
El conflicto en Gaza no puede entenderse sin abordar la cuestión del reconocimiento del Estado palestino y la necesidad de una solución política justa. La ocupación, el bloqueo y la continua negación de los derechos fundamentales de la población palestina han contribuido a perpetuar una crisis que parece no tener fin.
El derecho internacional establece claramente que el pueblo palestino tiene derecho a la autodeterminación y a vivir en condiciones de dignidad y seguridad. Sin embargo, la falta de voluntad política por parte de la comunidad internacional para poner fin a la ocupación y garantizar una solución de dos Estados ha permitido que la violencia continúe sin consecuencias reales para los responsables y los perpetradores.
El pacifismo no es simplemente la ausencia de guerra, sino la construcción activa de condiciones que permitan una paz justa y duradera. Es imperativo que la comunidad internacional exija el cese inmediato de las hostilidades, el levantamiento del bloqueo a Gaza y la implementación de mecanismos que protejan a la población civil, especialmente a las mujeres e infantes, quienes han soportado la peor parte de este conflicto.
La situación de las mujeres y la infancia en Gaza es una de las crisis humanitarias más graves de nuestro tiempo. El sufrimiento de miles de personas no puede seguir siendo ignorado ni minimizado. La comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir y garantizar la protección de los derechos humanos del pueblo palestino.
Es urgente que se tomen medidas concretas para garantizar la seguridad y dignidad de la población civil en Gaza. La paz sólo será posible cuando se reconozcan los derechos del pueblo palestino y se establezcan mecanismos efectivos para proteger a las personas más vulnerables en este conflicto. El compromiso con el pacifismo y la justicia debe ser la prioridad de todas las naciones que defienden los principios de humanidad, democracia y justicia en el mundo.
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