El papel del Consorcio de Toledo

Se nos ha hecho llegar una velada crítica a nuestras palabras vertidas el 23 de enero, festividad de San Ildefonso realizadas bajo el título “reflexiones sobre el futuro de Toledo”. En ellas adjudicábamos un papel ornamental al Consorcio de la ciudad de Toledo, del que decíamos “es un elemento instrumental que financia puntualmente la conservación de parte del patrimonio inmueble, mueble o inmaterial y facilita titulares a las instituciones para que den una imagen amable de la actuación política, mera distracción de las grandes decisiones de futuro”. 

El Consejo de Administración del Consorcio de la Ciudad de Toledo, al igual que el de Cuenca, está compuesto por el presidente -los respectivos titulares de la Alcaldía-, y los representantes del Estado, la Comunidad Autónoma, de la Diputación y del propio ayuntamiento capitalino. Para poner en marcha los planes y proyectos planteados cuentan con una Comisión Ejecutiva, con semejante representación proporcional al anterior, y una Gerencia. 

Los objetivos de ambos consorcios, que responden ante sendos Reales Patronatos, son semejantes. La literatura de la época habla de “fortalecer y potenciar sus posibilidades de desarrollo cultural y turístico”. En el de Cuenca, se subraya el “de la conservación y revitalización del patrimonio cultural de la ciudad, así como al desarrollo y potenciación de las actividades culturales y turísticas vinculadas a ella”, mientras que en el de Toledo se añade la “difusión de los valores que simboliza”. 

Hoy sabemos que la conservación del patrimonio cultural va íntimamente ligado a la conservación del patrimonio inmaterial

Sin menospreciar la labor técnica de los consorcios en la rehabilitación y restauración de inmuebles y elementos de valor patrimonial, hace falta que adquieran una dimensión más ambiciosa. Afortunadamente, el concepto de conservación patrimonial para los conjuntos urbanos con valor patrimonial ha evolucionado en estos últimos veinticinco años, y hoy sabemos que la conservación del patrimonio cultural va íntimamente ligado a la conservación del patrimonio inmaterial y, sobre todo, al avecindamiento de residentes en esas áreas.

Desde el punto de vista técnico, en el caso de Toledo, y según el Real Decreto constitutivo del Real Patronato, de 3 de julio de 1998, la labor del Real Patronato se vería facilitada por la existencia del Plan Especial del Casco Histórico de la Ciudad de Toledo, aprobado por Acuerdo del Pleno del Ayuntamiento de Toledo de 17 de febrero de 1997, Plan Especial que solo se ha aplicado parcialmente y que ya hace muchos años debía haberse renovado.

Nos preguntamos si, además de las labores de rehabilitación y restauración se han llevado a cabo proyectos efectivos que impliquen la fijación de la población en ambos cascos históricos. Las estadísticas nos dicen rotundamente que no. Ni el Ayuntamiento -con las herramientas legales de intervención subsidiaria-, ni la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha con la rehabilitación o construcción de vivienda pública o social han hecho nada en ese sentido. 

Tras la adjudicación de los cinco apartamentos del Salón Rico del Corral de Don Diego en Toledo, que tras estar años paralizada su gestión se ha tenido que realizar una segunda costosa intervención para, en un primer momento alquilar, y ahora con derecho a compra, nos dicen pueden resolver el problema de gentrificación del Casco Histórico. Por eso indicábamos que, desgraciadamente, los órganos rectores del Consorcio utilizan las intervenciones para dar titulares de prensa o presumir en foros y congresos de la labor que se realiza en la ciudad. 

Coincidimos con el que fuera jefe de la Oficina técnica del Consorcio de la Ciudad de Cuenca, Daniel León Irujo en que la labor de los consorcios debe ir más allá, e intentar abordar de forma global los graves problemas a los que se enfrentan las ciudades declaradas en nuestro país.