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El profesor que impulsa la primera ley que pretende acabar con el sinhogarismo: “Es urgente dotarles de dignidad”

Antoni Milian, el catedrático de derecho que ha promovido una ley para acabar con el sinhogarismo en Catalunya

Sandra Vicente

Barcelona —
12 de marzo de 2025 22:18 h

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Antoni Milian (Barcelona, 1954) es un hombre con una idea y un objetivo: acabar con el sinhogarismo en Catalunya. Para muchos podría ser un deseo utópico, pero él tiene un plan que ha materializado en forma de una propuesta de ley pionera en España que ya ha sido registrada en el Parlament.

De hecho, es la segunda vez que el texto se tramita en la Cámara catalana. La primera fue en 2022, pero el proceso se alargó tanto que quedó en saco roto cuando se convocaron nuevas elecciones. Así que ahora ha tenido que volver a empezar. Pero este catedrático en Derecho Administrativo de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) es optimista porque confía en la ley y en las cinco entidades sociales que la respaldan.

La propuesta de ley, que entró a registro en el Parlament el pasado 26 de febrero, considera que tener un techo es un derecho subjetivo que la Administración debe garantizar y establece para las personas sinhogar la creación de “espacios residenciales dignos” en los que puedan dormir, comer y pasar el día.

El motivo del convencimiento de Milian, según afirma, es que es el texto “nace de la experiencia, no de los despachos”. Por un lado, le respaldan las décadas de trabajo de las entidades Sant'Egidio, Arrels, Asís, Sant Joan de Déu y Cáritas. Y por otro, él, además de haber sido profesor universitario de derecho –ahora está jubilado–, estuvo ocho años colaborando como voluntario con personas sinhogar de la mano de Sant'Egidio.

Fruto de sus conversaciones con las personas afectadas asegura que acabó “conociendo bastante a fondo” sus problemas diarios y los problemas que la Administración no veía. “Son los últimos de los últimos”, sostiene. Y añade: “Es urgente dotarlos de dignidad, porque llevamos demasiado tiempo mirando hacia otro lado”.

Tras casi una década de voluntariado, la vida le llevó por otros caminos, pero explica que no pudo quitarse de la cabeza a las personas que había conocido, muchas de las cuales habían enfermado o muerto debido a la precariedad con la que malvivían. Muy pocas habían logrado salir de la calle. Y con el tiempo entendió que su experiencia y sus conocimientos jurídicos podían ser útiles para la lucha contra el sinhogarismo.

Así que, con el apoyo primero de Sant’Edigio, de la Fundació Arrels y Sant Joan de Déu, además de un pequeño equipo académico, se embarcó en la redacción de una propuesta de ley a la que luego se sumaron Cáritas y Assís, y que tiene el ambicioso objetivo de “hacer frente y erradicar el sinhogarismo”. Milian asegura que en “tres años, máximo cuatro” desde su entrada en vigor, “no debería haber nadie durmiendo al raso”.

Un techo para todas las personas

Milian asegura que la relevancia no está tanto en el contenido de la ley, sino en la existencia de una ley de este tipo. “El sinhogarismo más crudo no está regulado, no existe para las leyes y supone una especie de vacío legal”, dice este profesor. Por eso, la ley se ocupa de las personas sin techo y sin vivienda, pero no entra en la situación de viviendas inseguras o inadecuadas.

En este sentido, el texto contempla que sean los Servicios Sociales o las entidades las que examinen que se reúnen las condiciones para ser considerada persona sinhogar. Esto, además de ayudar a tener unas estadísticas claras, servirá para que el colectivo pueda acceder a una serie de derechos que la ley establece como subjetivos. Es decir, que la administración está obligada a facilitar. El más importante de ellos sería tener un techo.

“Somos conscientes de que estamos en una crisis habitacional tremenda y que cada vez hay más desahucios. Por eso, no podemos exigir que tengan una casa”, apunta Milian, pero sí reclama que se les garantice lo que llaman “espacio residencial digno”. Estos pueden ser albergues, establecimientos residenciales, pisos o viviendas de inserción, siempre que estén abiertos las 24 horas e incluyan una cama, un baño, agua corriente, y “espacio suficiente para desarrollar vida privada y garantizar el derecho a la intimidad”.

Durante el período en que el texto estuvo en trámite en el Parlament la pasada legislatura, los partidos tuvieron tiempo de presentar sus enmiendas –aunque no de discutirlas y votarlas–, y ninguno de ellos rechazó la idea de que tener un techo fuera un derecho subjetivo. “Eso es una grandísima noticia y un primer paso”, asegura Milian.

Lo que sí generó discusión es duración de un servicio residencial como este. La propuesta de ley recoge que estará disponible “mientras persista la situación de sinhogarismo”, pero algunos grupos parlamentarios consideraron que debería estar limitada en el tiempo. “Esto sería un error: la inserción sociolaboral es un proceso lento y si no respetamos los ritmos, solo conseguiremos que vuelvan y salgan de la calle sin arreglar el problema”.

De hecho, para Milian, contar con un espacio estable es esencial porque “sin un techo, todo pierde importancia”. “No vas a buscar trabajo, ni vas a preocuparte por tu salud, porque lo único en lo que pensarás será en sobrevivir un día más”, argumenta.

El profesor es consciente del esfuerzo que tendrá que hacer la Administración para garantizar un techo a las cerca de 5.500 personas que la entidad Arrels tiene identificadas como sinhogar en Catalunya. Sobre todo con las pensiones y albergues ya saturados para dar cobijo a familias vulnerables que acaban de sufrir un desahucio.

“Se deberán crear equipamientos nuevos o adaptar los que ya hay. Pero, en vista de las enmiendas presentadas la primera vez, parece ser que hay voluntad política. Habrá que hacer esfuerzos, pero no mayores de los que hicimos cuando acogimos a refugiados de Ucrania”, reflexiona Milian.

Derecho a un entierro digno

Uno de los puntos más importantes que definen los “espacios residenciales dignos” es que deberán estar abiertos 24 horas. Y es que la mayoría de lugares en los que las personas sinhogar pueden pasar la noche actualmente son albergues municipales o de entidades privadas, pero en los que no tienen plaza garantizada ni les dejan a menudo guardar sus pertenencias. “Se pasan el día de arriba para abajo, cargando sus cosas”, se lamenta Milian.

“Muchos se despiertan en un sitio, se van a duchar a otro, comen en otro y ya, en seguida, deben empezar a buscar dónde dormir”, explica el profesor, que resalta que “sobrevivir es tan costoso, que no hay tiempo para pensar en nada más”. Ni siquiera en la salud.

En este sentido, cabe destacar que la esperanza de vida de las personas sinhogar en Catalunya está entre 15 y 30 años por debajo de la media. Por eso, la ley contempla la necesidad de reforzar los Servicios Sociales para garantizar que cada persona sinhogar tenga su tarjeta sanitaria y asegurar que vaya al médico en caso de necesidad.

“Recuerdo a mucha gente que no se visitó hasta que fue demasiado tarde, porque tenían otras preocupaciones en la cabeza. En los ocho años que fui voluntario, conocí a demasiadas personas que ya no están aquí”, apunta Milian.

Además, tal como asegura este profesor, las desigualdades no terminan con la muerte. Como muchas de estas personas no cuentan con red ni familia, los cadáveres a menudo no son reclamados y acaban enterrados en una fosa común. “Era muy difícil celebrar una despedida digna”, cuenta. Por ello, en la ley también se contempla el derecho tener un servicio de velatorio y oratorio gratuitos si el difunto no contaba con recursos.

A la lista de ayudas se le suma un abono de transporte sin costes que les permita ir al médico, a sus entidades de referencia, a visitas de Servicios Sociales o, incluso, a entrevistas de trabajo, sin que suponga un esfuerzo económico para ellos. De la misma manera, se establece en la norma que los municipios no puedan ordenar su desalojo del espacio público en el que duermen si no están causando obstrucciones al tráfico –de vehículos o personas– ni están poniendo a nadie en riesgo.

“Son cuestiones básicas para hacer la vida un poco más fácil a quienes lo tienen todo en contra”, explica Milian, que recuerda que para recibir estas ayudas hace falta, en algunos casos, estar empadronado. “Sabemos que hay muchos municipios que ponen problemas al empadronamiento”, asegura.

Por eso, aunque es competencia municipal –regulada por una ley estatal– este profesor apunta que, en el texto que se ha presentado, se recuerda que cualquiera debe ser empadronado allá donde viva, aunque no tenga techo. “A veces se ponen trabas a su empadronamiento, lo que conlleva que las personas sinhogar no puedan ejercer los pocos derechos que tienen”.

Unos plazos inciertos

Los promotores de la ley han pedido a los grupos parlamentarios que se tramite por la vía de urgencia –que acorta los plazos a la mitad– debido a que la última vez que se registró ya se realizaron las audiencias previas a expertos y entidades, y los partidos presentaron sus enmiendas. Solo quedaba debatir el texto y aprobarlo.

“Entendemos que no hace falta repetirlo todo”, supone Milian. Sobre todo siendo que el último proceso se alargó más de dos años, cuando los plazos permiten que una ley puede tramitarse en menos de uno. Pero finalmente, la Mesa ha decidido que la ley no se tramite por la vía de urgencia.

Así, los promotores siguen esperando sin saber cuándo verá la luz el texto. Este profesor rehúye pensar que la decisión sea por falta de voluntad política: “Sería una vergüenza dejar de lado una ley que dota de dignidad a las personas sinhogar, pero que también nos hará más dignos a todos”, sentencia.

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