Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Prohibido el olvido

Se cumplen 17 años del asesinato por ETA en Mondragon de mi amigo y compañero, Isaías Carrasco. Hoy es uno de esos días trágicos que muchos socialistas vascos jamás olvidaremos. Es un día de memoria, de recuerdo imborrable de todos los compañeros que nos fueron arrebatados por la violencia terrorista. Uno de esos días que no solo recordamos a Isaías, sino a todas las víctimas del terrorismo porque todas son de las nuestras.
Muchos pueden preguntarse por qué insisto en escribir una y otra vez sobre Isaías y sobre la memoria. Quiero decirles que lo hago no sólo por la amistad que me unió a Isaías, sino también por la responsabilidad democrática que nos obliga a mí -y a todos los vascos- a recordar y a reparar lo sucedido. En Euskadi y en España, el olvido debería estar prohibido. Absolutamente. Y la memoria, por el contrario, debería ser una tarea constante.
Una memoria sin pausa, sin días libres, como parte de la construcción de una sociedad que quiere sanar. Una memoria que no abandona la verdad de las víctimas sino que hace de ellas uno de los pilares de la democracia española, para acercar a la sociedad al abrazo con la buena memoria, esa que hace autocrítica, preguntándose cada uno dónde estuvo y que hizó entonces; interpelándose también, hoy en día, en qué hace ahora y cómo lo hacepara contribuir a esa memoria.
Una memoria que mire de frente la verdad de las víctimas, evitando cualquier protagonismo de los victimarios. En demasiadas ocasiones, incluso quienes tienen buenas intenciones pueden caer en el error de centrarse en esos victimarios, en lugar de destacar a las víctimas y su verdad; en su significación política y democrática. Sigo manteniendo que es imprescindible poner el foco en las víctimas, en las vidas arrebatadas y en las familias destrozadas, pero también en los silencios, en la soledad y el miedo que las envolvió durante aquellos oscuros tiempos.
Y hablando de soledad y silencio social, creo firmemente en la necesidad de una memoria sanadora. Y una memoria sanadora es aquella memoria responsable que no evade el análisis de las complicidades que existieron en aquellos años. El silencio fue cómplice, como lo fueron la soledad de las víctimas, el miedo y los cálculos políticos.
Y todo ello debe ser recordados como parte de nuestra historia y de la memoria de ese tiempo sangriento. Sin este ejercicio de autocrítica, la memoria será incompleta, desequilibrada y cruel para con aquellos que enfrentaron solos el terror, para salvar a toda la sociedad de la amenaza totalitaria. Porque todo ese silencio, como Héctor Abad Faciolince en “El Olvido que seremos” es un ejemplo claro de cómo las sociedades pueden volverse cómplices del terror, y cómo la memoria debe señalar esos errores para permitir la sanación.
Vuelvo al inicio de estas líneas de memoria, recordando junto a Isaías a otras “imprescindibles” de la victoria en la consecución de la paz y la libertad frente a ETA. Y esas no son otras que las mujeres víctimas, aquellas que hicieron un trabajo esencial para la supervivencia de las víctimas y también para la reconstrucción de una sociedad y la convivencia. Quiero rendir hoy un homenaje a esas mujeres que desempeñaron un papel crucial durante los años más duros de la violencia.
Esas mujeres que -cuando todo parecía perdido, después del atentado y la manifestación, tras la amenaza y la persecución, día a día, abrían las ventanas para dejar entrar la luz y el aire, devolviendo la esperanza y la vida a las familias y amigos de los perseguidos y asesinados. Por eso, la memoria de las victimas del terrorismo y la violencia debe ser también feminista, reconociendo la valentía de mujeres como Marian Romero, Sandra y Ainara Carrasco - viuda e hijas de Isaías Carrasco- que, como muchas otras, nos acompañaron a todos y nos ayudaron a seguir adelante cuando no avistábamos luz alguna en el camino.
Mucha tarea pendiente, pero aún pocas manos y escasa voluntad para acometer la tarea de construcción de una memoria digna. Dejo hoy abierta la puerta, nuevamente, para que entren todos los que quieran colaborar en esa memoria debida. Son bienvenidos siempre.
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