ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
Del 25M al 4D

La fraternidad no conoce fronteras. Las luchas emancipadoras se entienden sobre todo por los actos; el lenguaje de los oprimidos en lucha no requiere de traducción. Tendemos, bajo cierta aura esencialista y nacionalista (aunque no seamos de esas personas), o muchas veces desde un sectorialismo analítico derivado de modelo de estudios académico, a seleccionar nuestras luchas, aquellas que conforman la historia de nuestro sustento biográfico, sociográfico, identitario; un sustento heredado y no necesariamente acrítico, pero que tiende a acomodarse al marco de ciertas afinidades culturales. No en vano, el internacionalismo en la escuela es político y diplomático, y responde a fronteras de igual modo espirituales. En nuestra resistencia es donde afloran las raíces que pasan bajo las líneas invisibles que separan los pueblos, y donde nos reconocemos no en nuestra lengua, no (sólo) en nuestra historia (la que nos han contado), no en unos símbolos venidos de arriba, sino en los brotes de la común dignidad humana que nos une, en una lucha por la liberación de toda opresión, y la consecución de una sociedad emancipada, justa, para todo el mundo, en cualquier parte, en cualquier tiempo. Esto es lo que representa el 25 de Marzo en Extremadura.
El 25 de Marzo de 1936 más de ochenta mil yunteros, jornaleros, peones, campesinos sin tierra, se levantaron de forma pacífica y ocuparon en torno a doscientas cincuenta mil hectáreas de tierras de labranza en Extremadura. Este levantamiento se desarrolló principalmente en la provincia de Badajoz, pero también hubo casos en Cáceres (y aislados más o menos simultáneos en Ciudad Real, Córdoba y Sevilla). Fue un evento nunca antes visto: miles de campesinos coordinados y organizados por los sindicatos del campo que tomaron lo que la República les había prometido y no les daba, la tierra, en una reforma agraria esperada pero nunca acometida con seriedad. De manera pacífica tomaron sus destinos e hicieron la historia: fueron el motor del cambio que necesitaban. Una tierra secularmente hundida, olvidada, esquilmada, saqueada, acosada por el hambre perenne, por el absentismo de los latifundistas, por el atraso material y humano, como Extremadura, vio cómo, en medio de un período revolucionario, de esperanza, sus propios pobres dijeron “basta”. Aquella lucha salió, a corto plazo, más o menos bien, y se reprodujo en menor medida en otros lugares del sur de España (con resultados terribles, como en el caso de los Sucesos de Yeste).
El 25 de Marzo es a día de hoy uno de los sucesos, de entre todos los que tuvieron ocurrencia en España desde la victoria del Frente Popular en febrero del 36, que acelerarían la organización de la reacción que desembocaría en el Golpe del 18 de julio, como cuenta Francisco Espinosa Maestre en La primavera del Frente Popular (Crítica, 2021). Desde hace unos años se ha popularizado, al menos en Extremadura, la presencia del 25 de Marzo como un día de reivindicación popular, de la historia silenciada, y de reclamo ante una realidad que se mantiene presente en Extremadura: esa subordinación y vasallaje a los poderes económicos, a los propios por extractivistas y a los foráneos por colonizadores; y a los poderes políticos, afincados en el guadalajarismo del cargo en Madrid y el caciquismo y el clientelismo autóctono. Pero hoy ya sabemos más: crecen las investigaciones (como la de Espinosa Maestre) y crece la divulgación. Desde la Asociación 25 de Marzo se viene reivindicando el día y celebrando desde hace varios años (este año, el sábado 22 en los Santos de Maimona), y autores como el fallecido Víctor Chamorro o Manuel Cañada ha publicado de manera constante en defensa de este día (aquí o aquí), frente a la cacicada declarada de Juan Carlos Rodríguez Ibarra de poner el Día de Extremadura el 8 de septiembre (día de la Virgen de Guadalupe) para satisfacer a los poderes conservadores frente a una Extremadura que, bajo el yugo del hambre siglos atrás y bajo el yugo de Franco los últimos 40 años, quería tomar las riendas de su destino y se le impidió. Entonces no se pudo, pero estamos aprendiendo.
Hay discusiones todavía por cómo llamar al 25M: “el Día de Extremadura”, “el verdadero Día de Extremadura”, “Día del pueblo extremeño”, etc. Son días como éste, como el 4D, que no pertenecen a las instituciones, sino a los humillados, a los ofendidos, a los olvidados por la historia
Aquí es donde las fronteras deben desaparecer. Triste es el paralelismo con Andalucía: ese 4D intencionalmente ocultado bajo el “Día de la Bandera”. Y es aquí donde las instituciones no deben sustituir al pueblo. Aimé Césaire pone en boca del protagonista de Y los perros callaban el siguiente lema: “Mi apellido: ofendido; mi nombre: humillado; mi estado civil: la rebeldía”. No va a ser nunca lo que digan los poderes institucionales lo que significa un día, una fecha, un hecho, de vital importancia para la constitución humana de un pueblo, en su dignidad, en su potencial emancipador. No son los nombres los que hacen los significados, sino los actos (la libertad no se tiene, se ejerce).
Hay discusiones todavía por cómo llamar al 25M: “el Día de Extremadura”, “el verdadero Día de Extremadura”, “Día del pueblo extremeño”, etc. Son días como éste, como el 4D, que no pertenecen a las instituciones, sino a los humillados, a los ofendidos, a los olvidados por la historia. Porque el relato del 25M ha tenido que sobrevivir enterrado para renacer con fuerza casi un siglo después, pero ha renacido no sólo para el recuerdo y la reivindicación de ese campo extremeño desangrado por la miseria, sino que renace para toda la lucha emancipadora que se le quiera unir y que haga gavilla con el objetivo de la dignidad humana. No en vano, el andalucismo de Blas Infante no entendía de fronteras, y “la tierra y la libertá”, el “viva Andalucía Libre”, y “los pueblos y la humanidad”, salen de las luchas campesinas, también de siglos, de una Andalucía combativa, desde el Pendón Verde al Trienio Bolchevique.
Todas luchas por una sociedad justa, emancipada; una sociedad sin fronteras. Porque Extremadura y Andalucía, y La Mancha y Murcia, y el Alentejo, y el sur de Italia, y… comparten demasiadas cosas para que líneas o dialectos nos separen. Ese es el espíritu del 25 de Marzo, que surge de la última de las instrucciones de los jornaleros que tomaron las tierras aquel día de 1936: “Se realizarán los mayores esfuerzos para evitar todo daño evitable a las fincas incautadas y a las otras: a las primeras porque ya serán de los campesinos, a las otras porque habrán de serlo algún día”.
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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/
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