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Vuelta a Asia

A Pedro Sánchez quizá nadie le haya dicho que en lo que entonces se llamó la Conchinchina hubo tropas españolas. No, no hablo de la Guerra de Vietnam, en donde solo hubo militares médicos. En 1858, una operación conjunta -se dice hoy- aunó a franceses y españoles en la toma de aquel territorio con excusas discutibles. Los españoles felizmente se retiraron en 1862 pero los franceses, ávidos de gloria colonial, permanecieron hasta que los echaron a culatazos un siglo después, como igualmente ocurriría con sus sucesores, los norteamericanos.
En Saigón, hoy Ciudad Ho Chi Minh, España pudo disponer de un reducido territorio tras el acuerdo de paz pero renunció. Hizo bien. Las potencias europeas estaban empeñadas en ir rodeando a China por sus territorios de influencia. Para más, lean a Joaquín Mañes Postigo. Lo que me interesa decir es que, por aquel entonces, España había mantenido unas excelentes relaciones comerciales con China, gracias a su posición estratégica en Filipinas y a la plata de México, metal de alta seducción para los mandarines. Todo fue terminando con la emancipación de México, el fin de su galeón de Manila y su plata y, más tarde, con la salida de Filipinas a tiros. Estados Unidos le declaró la guerra sin más a España, para apoderarse de las islas y estar cerca de China. Se quedó con todo. Hoy, para nostalgia contenida de los serviles fieles al imperialismo vigente, si lo supieran y se ilustrasen, la gobernadora de la perdida Guam lleva los sonoros apellidos de León y Guerrero y su subgobernador, el de Tenorio, una huella más de lo que aquello fue.
Con estas historias pasadas, en Asia no se tiene mal recuerdo de España. No participamos en las humillaciones y políticas coloniales e imperialistas a las que se vio sometida China durante los últimos siglos, por eso sostengo que la embajada de Pedro Sánchez a estos países, singularmente a China, es blanca, sin astillas. De todas formas, la visita forma parte de una estrategia, más o menos concertada, de la Unión Europea que inquieta a EEUU que aún considera aquellas tierras como la parte trasera de su Imperio y no quiere competencia.
Para su desdicha y golpe de realismo, al presidente de España lo cuestiona la Casa Blanca mientras que a ella no le responde nadie en su astracanada visita ecuatoriana que solo halagan y amplifican sus empleados mediáticos intentándola protagonista de una política internacional o doméstica muy cateta
De las desgracias de España en Asia no se duelen los serviles, sean civiles o militares, ni de las de su otro punto de conflicto en el Caribe español. Son unos patriotas raros, alaban a sus opresores victoriosos por la fuerza y el engaño y se rebrincan cuando otros compatriotas optan por la posición contraria -ciertamente, no mucho-, es decir, contestar al emperador. Es patético cómo hoy en la doctrina militar se acepta e incluso se pasa por alto esa página bochornosa de su historia, y como los líderes civiles serviles se vanaglorian de alianzas sumisas con el Imperio sin más premios que permitirles compartir chulería y mala educación poniendo las botas sobre la mesa y articular un ridículo acento tejano inventado, hoy seguramente también perseguido, que disimule su desconocimiento de la lengua del Imperio.
Como un acto más de un eterno pasillo de comedias, la líder provincial madrileña ha arremetido contra la política exterior de España; sin embargo, para su desdicha y golpe de realismo, al presidente de España lo cuestiona la Casa Blanca mientras que a ella no le responde nadie en su astracanada visita ecuatoriana que solo halagan y amplifican sus empleados mediáticos intentándola protagonista de una política internacional o doméstica muy cateta.
Incluso la posibilidad de que empresas españolas puedan aspirar al construir un AVE en Vietnam ha suscitado reacciones catetas, o tal vez en el fondo prefieren el modelo saudí, blanqueo político y comisiones regias incluidas
Alberto Núñez Feijóo se sale de nuevo de su pellejo de estadista, europeísta y patriota, si algo de todo esto tuviera, para cuestionar la visita de Sánchez a Beijing, China. Nada positivo ve, al contrario de Ursula von der Layen y las instituciones de la UE, al contrario de los empresarios españoles, al contrario del sentido común. Incluso la posibilidad de que empresas españolas puedan aspirar al construir un AVE en Vietnam ha suscitado reacciones catetas, o tal vez en el fondo prefieren el modelo saudí, blanqueo político y comisiones regias incluidas.
La derecha integrista española nunca fue patriota de verdad, utilizando su propio dialecto, que no es el mío. Es un grupo compacto de intereses que venden lo que sea por dinero y se sitúan, si hay que elegir, en contra de los intereses de la UE, que hay que fortalecer, y del Estado, si ellos no están en el poder. Son más serviles y tienen menos dignidad que aquellos asiáticos a los que les toca servirles.
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