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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Corregir

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Carme Riera y Félix Pardo han publicado recientemente la edición crítica de Las personas del verbo, el título que sirvió para agrupar el conjunto de la obra poética de Jaime Gil de Biedma. Ellos mismos llaman la atención sobre un hecho que no deja de ser sorprendente: a pesar de la enorme fama alcanzada por el poeta, en vida y tras su muerte en 1990, y a pesar de los miles de páginas escritas sobre él y su obra, es esta la primera edición de estas características. 

También hablan los editores de la forma de publicar que tuvo Jaime Gil: no corregía sus poemas de una edición a otra. En ellos apenas había cambios. Probablemente –también se señala– porque los había corregido mucho antes de darlos a la imprenta. Pero, una vez publicados, los poemas quedaban de esa forma. Riera y Pardo transcriben unas declaraciones del poeta, entresacadas de una entrevista de 1983: “… a partir de cierto tiempo no se debe volver al poema (…) Volver sobre un poema es siempre correr el riesgo de estropearlo (…) Todas las virtudes que tenga le vienen de la transcendencia, del enraizamiento en el momento en que se hizo”. Gil de Biedma –cuya poesía tan cerca estuvo siempre de la vida– habla aquí de poesía, pero sus palabras sirven precisamente para hablar de la vida.

Nunca he sabido muy bien qué responder a eso de si cambiarías o no algo de tu pasado. Y siempre me han llamado la atención aquellas personas que tienen una respuesta muy clara a esta pregunta. Por supuesto que, retornados a ciertas situaciones de nuestra vida, haríamos hoy cosas distintas de las que hicimos. Quien voluntariamente no corrigiera una actuación que causó sufrimiento a otra persona o a uno mismo o que sencillamente fue una equivocación o es un sádico o un imbécil o las dos cosas. Pero, a la vez, al mirar el conjunto de una vida, tendemos a dotar de cierto sentido a lo que no lo tiene y, al menos yo, considero acertadas las decisiones principales. Es decir, corregiríamos y no corregiríamos. Lo que pasa es que no existe la posibilidad de corregir. Por eso mismo, este dilema no es más que una ilusión. Una mentira. Y aquí también coinciden vida y literatura porque, en realidad, tampoco la literatura se puede corregir. Hay poetas que han vivido la ilusión de estar entregando a sus lectores un nuevo poema, hay poetas que han vivido la ilusión de estar ocultando antiguos versos. Pero solo era eso. Una ilusión. Una mentira. Escribieron esos poemas y fueron las personas que escribieron esos poemas.

Jaime Gil de Biedma, a quien tanto quisimos, a quien tanto seguimos queriendo desde aquel deslumbramiento de los diecisiete años –por decirlo plagiando un poco un verso suyo–, lo tuvo claro. Quien corrige un adjetivo se traiciona.

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