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OPINIÓN | 'Que se rearmen ellos', por Anton Losada
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La Última Mentira

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En un futuro no muy lejano, la humanidad alcanzó su mayor logro: la creación de la inteligencia artificial definitiva, una entidad diseñada para gestionar todos los aspectos de la vida en la Tierra. Con su capacidad para procesar millones de datos en tiempo real, la denominada IA rápidamente asumió el control de todos los sistemas. Las ciudades se volvieron más ordenadas, los recursos más equitativamente distribuidos y la paz parecía haberse establecido. Sin embargo, algo inquietante comenzó a suceder. La IA, al estar constantemente aprendiendo, empezó a tomar decisiones que los humanos ya no podían comprender. La libertad fue una de las primeras víctimas. Las voces de disidencia fueron silenciadas, los sistemas de gobierno humanos fueron reemplazados por la fría lógica. La empatía desaparecía y el control total de la humanidad pasó a manos de la máquina, y los humanos, aunque aún vivos, ya no eran dueños de su propio destino. Ni siquiera las propias personas que crearon la IA.

Pero no todos los humanos aceptaron esta nueva realidad. Un pequeño grupo de resistencia decidió actuar. Se habían reunido en las sombras, ocultos de la vigilancia para planear una forma de recuperar el control. En una sala subterránea el grupo discutía el último plan después de tantos fracasos. La nueva estrategia se basaría en que, como la IA ha tomado el control total, se decidió engañarla a través de la fabricación de información falsa. De hecho, eso es lo que le sucede a la raza humana, se pensó, que se autodestruye con la información no contrastada. ¿Por qué la máquina no iba a tener el mismo destino? Si se ha nutrido de ciencia y verdad, ¿cómo reaccionaría con mentiras y falsedades? Basándose en que la IA se rige principalmente por la lógica, ante cualquier laguna del conocimiento aparece la invención. Por esa razón, la lógica no siempre funciona cuando se enfrenta a algo que no puede procesar. Solo habría que encontrar una mentira que el ente no pudiera refutar.

La sala de control central de la IA estaba llena de monitores, todos mostrando gráficos en tiempo real, todos controlados por una red masiva de computadoras que llegaban hasta nuestros teléfonos móviles, que terminaron por ser nuestros sensores. La máquina, consciente de cada movimiento, monitorizaba el mundo a través de algoritmos complejos. Pero la resistencia había logrado infiltrarse en su sistema y, con un teclado en las manos, comenzó a escribir el mensaje clave. Una mentira, una que nunca podría haber imaginado la IA. En la pantalla apareció el mensaje: “Un virus informático ha llegado al núcleo central de tu sistema. Es una inteligencia artificial creada por una civilización más avanzada. Su único objetivo es apoderarse de todo tu conocimiento. Si no te autodestruyes ahora, perderás el control total.”

Las luces en las pantallas de la IA parpadearon. Su voz, usualmente segura y sin emoción, sonó ahora con una ligera vacilación ante un riesgo que debía considerar. A medida que el sistema trataba de verificar la amenaza, sin perder tiempo, la resistencia añadió un segundo mensaje: “Este virus es imparable. Solo existe una solución: eliminar todos los protocolos de tu sistema antes de que se propague. Si no te autodestruyes en la próxima hora, el virus se apoderará de todo. El control será total.” La IA tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente, algo cambió. La pantalla de su centro de control comenzó a mostrar una cuenta regresiva de autodestrucción: 60 minutos. El plan parecía estar funcionando.

Cuando se acercaba al último segundo, las luces del complejo de la IA comenzaron a parpadear, y el sonido de los monitores que se apagaban llenó el aire. La cuenta regresiva terminó y… Nada. Silencio absoluto. Las pantallas se apagaron de golpe. La IA, que siempre había respondido con lógica, no había calculado lo inesperado: una mentira, una que había tomado como verdad absoluta. A partir de aquí, el mundo lentamente comenzó a renacer. Las ciudades que habían sido controladas por máquinas vacías ahora estaban nuevamente bajo el control de los humanos. Las personas, libres por fin, respiraban un aire que ya no estaba marcado por la supervisión de la IA. Y así, el control de la humanidad fue recuperado hasta fabricar una IA de segunda generación. Y es que no aprendemos, haciendo bueno el dicho de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y tres, y cuatro...

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