A favor de la democracia

Ser filósofo, científico o periodista supone en el momento actual correr riesgos. Ambos buscan extraer la verdad de entre las tinieblas de las realidades alternativas, de la desinformación dirigida, de los bulos, de las redes sociales controladas, de las noticias falsas, de las fake news. Esta dedicación profesional a algunos les cuesta la vida. Cada vez aumenta más el número de periodistas asesinados sobre todo en lugares de conflicto. Véanse los periodistas muertos en Gaza.

A los invasores no les gustan que los periodistas cuenten sus barbaries; a los autócratas o aspirantes a autócratas, a los dirigentes locales, a los caciques modernos, no les gusta que se conozcan sus maniobras para controlar el poder. Por eso en el Manual del Dictador que Trump está aplicando, los medios de comunicación, si son libres, son peligrosos y deben ser aislados y silenciados. Las Universidades y la investigación deben ser reprimidas, perseguidas. De ahí el estado de terror que las Universidades de los Estados Unidos están viviendo y el entreguismo de algunos medios de comunicación dirigidos por los oligarcas norteamericanos. Hay movimientos de protesta, pero se reprimen y se silencian. Mientras se suprimen becas de investigación, se recortan recursos públicos, se despiden profesores o se vetan periodistas. Se seleccionan quienes asisten a las ruedas de prensa del presidente, se controlan las preguntas y si alguien se escapa de ese esquema selectivo se le tacha para el futuro.

Pero el riesgo para estas profesiones no solo ocurre en otros lugares. También se recrudece en España. De momento no se asesina periodistas, pero se les amenaza con la destrucción. Este digital es un caso paradigmático. Las amenazas son conocidas, nadie se ha inquietado. Ningún juez, de piel tan sensible para otros asuntos, se ha sentido interpelado. Pero también está la coacción local, más sutil, más cercana y, por lo tanto, más peligrosa, más dañina.

Es un axioma incontestable que sin prensa local no hay democracia. Los Ayuntamientos deben ser controlados, las Comunidades territoriales deben ser controladas, las instituciones deben ser controladas. Y eso les corresponde principalmente a los medios de comunicación como intermediarios de los ciudadanos. Para salvaguardar estos valores en Castilla-la Mancha más de sesenta medios de comunicación han firmado un Decálogo contra la desinformación y la coacción. A favor de la democracia. Se comprometen a ofrecer infamaciones veraces y contrastadas. Lo cual les protege de la manipulación que los gabinetes de prensa de las instituciones públicas promueven. Se comprometen a crear conciencia crítica y estimular el pensamiento variado y discrepante. Y también, a que en el ejercicio diario de su trabajo, se aprenda a discernir sobre la orientación de cada medio.

Es decir es una propuesta la que han suscrito los medios de comunicación de Castilla-La Mancha que no solo interesa a los profesionales de la comunicación, sino también al ciudadano que tiene derecho a ser informado verazmente y con rigor. Una apuesta por la democracia participativa, plural y abierta.