La DANA 29-O y la catástrofe moral
Hoy día 4 de marzo, pegado a las noticias, con el corazón en un puño y mientras rezo a un cielo mudo y oscuro, confío que no se repita lo sucedido el 29-O. Los sistemas de escorrentía están “heridos”, me dice Javier. Aprieto el puño con más intensidad y no rezo con más fe porque no me queda. Mientras tanto, leo en la prensa diversos artículos sobre el informe entregado por el gobierno valenciano a la jueza de Catarroja acerca de las llamadas al 112 el día de autos. Ha tenido que exigirlo una jueza para que lo conozcamos y al parecer no se han conformado con aportar los datos; han hecho comentarios y apostillas para “relativizar” su trascendencia.
La cantidad de llamadas, cerca de 20.000, no parecen suficientemente significativas al gobierno, pero sobre su contenido y cronología no se han detenido a extraer conclusiones. Deberían saber que las tentativas de contactar con Emergencias, infructuosamente, fueron muchísimas más. Lo sé por experiencia personal y a lo largo de una hora. Las líneas estaban colapsadas antes de las 20 horas. ¡Que vergüenza de autoridades nos toca soportar! Cuando con mi amigo José Luis vamos a recorrer los pueblos de la zona 0, la gente no se anda con melindres. Los exabruptos están en las paredes y constatamos que las reservas de confianza se han agotado.
Junto al sumario del juzgado nº 3 de Catarroja, conocido de nuevo a través de la prensa, donde se contienen las declaraciones de los familiares de las personas ahogadas en la barrancada, el Informe del 112 ofrece conclusiones rotundas. Casi todo lo peor de ese fatídico día había sucedido antes del torpe aviso del Es-Alert. Ahora sabemos mediante un registro formal y puntillista, lo que ya sospechábamos: que a las 14:07, en Torrent el barranco se había desbordado; que a las 15:10, en Utiel ya se iban a cortar las calles principales; que en Chiva, a las 16:41, una familia tenía que vivir en una casa inundada y a las 16:53, en un chalet de una sola planta, los propietarios tenían el agua por la cintura; que en Picassent, a las 17:32 el agua estaba subiendo a un piso, tras llenar el garaje; que en Paiporta a las 18:32 se había desbordado el barranco; que a las 18:41, en Massanassa el agua arrastraba consigo más de 50 coches; que en Catarroja a las 18:56 había gente atrapada en coches; que a las 19:04, en Picanya, había una mujer con Alzheimer desorientada en la calle; que…; que.. Toda esta información estaba llegando a la sede del 112, a escasos metros donde se encontraban reunidos los miembros del CECOPI.
Durante los días siguientes al 29-O, estando completamente abandonados, no dejé de hacerme un par de preguntas. La primera surgió cuando, a primeras horas de la mañana del día 30, había subido al centro del puente que sortea la línea del ferrocarril y que separa los términos de Alfafar y Massanassa. Las vías habían sido descalzadas por la fuerza del agua y estaban llenas de coches en todas las posiciones imaginables, a izquierda y derecha del puente. Cómo es posible que a estas horas no haya ningún helicóptero volando en el cielo para ver lo que ha sucedido, me pregunté. Sería la única manera de calibrar el alcance y la magnitud de esta catástrofe social, pensé. ¿Por qué no se utilizaron medios aéreos durante la tarde del 29-O y, sobre todo, inmediatamente después? Y si se hizo ¿dónde están los datos?
La segunda pregunta no cuajó en mi mente hasta un par de días más tarde. Una vez recuperada la cobertura telefónica y de Internet comencé a ver infinidad de vídeos de distintos puntos de la zona inundada. Pensé: está es la barrancada más grabada y mejor registrada de toda nuestra historia. Todo el mundo lleva una cámara en el bolsillo y ha querido narrar a familiares y amigos lo que veían sus ojos. ¿Cómo es posible que estas imágenes, perfectamente datadas no hayan sido transmitidas en tiempo real a las autoridades? No puedo creer que cargos de la administración y de los partidos políticos –y en especial del partido gobernante- no estuvieran elevando las poderosas y duras imágenes a los niveles superiores. ¿Estaban todos noqueados? No lo creo, no puedo creerlo, en absoluto. Me resisto a aceptarlo. No sé si la jueza tiene competencias para solicitar que se le envíen voluntariamente estos vídeos o encargar a algún funcionario una descarga sistemática de los que circulan por las redes. Su ordenación a partir de los metadatos que establecen el momento de la grabación sería muy elocuente. Irrefutable.
Finalmente, no deja de llamarme la atención el hecho de que se apele -para eludir responsabilidades políticas- a que durante algún tiempo no se dispuso de vertidos de información de los sistemas oficiales de alerta. Algo así puede suceder, sucede y sucederá, pero en esos casos ¿qué hacen los responsables? ¿se ponen a jugar al mus esperando a que se recuperen los sistemas, cuentan chistes hasta que vuelve a encenderse la pantalla o buscan alternativas? Quien tiene conciencia de responsabilidad en cualquier tipo de gestión política, cuando un mecanismo previsto falla, busca todas las alternativas y salidas posibles. Y encuentra alguna. Esta conducta marca la diferencia entre quienes merecen confianza y quienes la dilapidan con irreparables y gravísimos daños para la población. Por eso, ahora a la que llaman impropiamente catástrofe “natural”, le ha sobrevenido una catástrofe moral y política. Y, por más que se empeñen, esta no se puede atribuir a la dana.
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