Con el salvavidas ultra al cuello

El jefe del Consell arrastra de nuevo al PP al terreno de Abascal

Mazón vende la política de la Generalitat Valenciana a la extrema derecha

La viñeta de Manel Fontdevila lo expresa con rotunda claridad. Carlos Mazón arrastra a Alberto Núñez Feijóo y su partido, el PP, al terreno de la extrema derecha de Vox, que lidera Santiago Abascal. No es la primera vez. Recordarás aquella grabación que elDiario.es publicó en exclusiva en la que el barón valenciano de los populares, entonces presidente de la Diputación de Alicante, antes incluso de ser el primero en pactar con los ultras, proclamaba: “En el peor de los casos tendríamos que chupársela a uno de Vox, que vienen aquí a tocar los cojones”.

La cascada de pactos autonómicos con la extrema derecha que se desencadenó en los meses siguientes al acuerdo de investidura de Mazón con los de Vox frustró el asalto de Feijóo a la presidencia del Gobierno en las elecciones generales. Ahora se repite la escena: Mazón se lanza en brazos de Vox y Feijóo exhibe su endémica incapacidad de plantarse y anclar el PP frente a la deriva hacia posiciones trumpistas. Primero ha dado la impresión de que la dirección de los populares hacía suyo el acuerdo, que va explícitamente contra el Pacto Verde Europeo y asume posiciones xenófobas en relación con la inmigración. Después, la secretaria general, Cuca Gamarra, lo calificó de “excepcional” y lo justificó solo por la necesidad de contar con un presupuesto para la reconstrucción pendiente de las zonas afectadas por la DANA del 29 de octubre pasado. Sin embargo, Abascal y los suyos no han disimulado una arrogante euforia.

Que Mazón sea un político completamente descalificado (solo se ha asomado a las Fallas amparado en la noche de la Cremà, aunque ha estado presente como ninot en un buen número de monumentos falleros) es consecuencia de su flagrante negligencia en la gestión del sistema de emergencias el día de las inundaciones. Sin embargo, que se aferre al cargo se debe a la paralizante debilidad de Feijóo a la hora de adoptar medidas drásticas para salvar el alma, o la vergüenza, de la derecha española. 

El salvavidas ultra que Vox le lanza al cuello a Mazón lo convierte en un rehén del extremismo, como quedó patente en su comparecencia sin preguntas para anunciar el pacto. Laura Martínez explicó en su crónica que el jefe del Consell abraza el discurso de Vox contra la inmigración y el “dogmatismo climático” para lograr su apoyo a los Presupuestos. En otras palabras, de repente el presidente valenciano aparece transfigurado en un político de extrema derecha.

Más allá de la falta de dignidad que el intento de salvación personal implica, la maniobra supone la venta de la política de la Generalitat Valenciana a la agenda extremista. Solo hay que leer las 20 exigencias de Vox para aprobar los presupuestos de Mazón, que incluyen golpes a consensos hace tiempo logrados como suprimir ayudas a ONG que trabajan en el ámbito de la cooperación y la solidaridad o recortar fondos públicos destinados a la promoción del valenciano. No se escapan de los anatemas los “agentes sociales, chiringuitos ideológicos y de igualdad”, según la jerga ultra que el jefe del Gobierno autonómico ha decidido hacer suya.

Con reconstrucción o sin ella (es notoria la animadversión de Vox hacia el vicepresidente segundo, el teniente general Francisco José Gan Pampols, fichado para ese cometido), el laboratorio de extrema derecha en el que Mazón ha optado por convertir la Administración autonómica, en lugar de marcharse aunque fuera con unas migajas de dignidad, amenaza con emitir una radiactividad política que devorará al PP si no lo ataja (el peligro de la imitación en otros territorios ya sobrevuela). Pero es peor el daño que causará en la convivencia y la cohesión de la sociedad valenciana.

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