
¿Te pones música para estudiar o trabajar? ¿Te ayuda a concentrarte o te distrae? Intuitivamente sabemos que la respuesta puede ser “depende”. Si tu trabajo consiste en conducir un camión, la música puede que no te cause grandes distracciones y, al contrario, sea una gran aliada para acompañarte durante la jornada. O si tienes que estudiar en un entorno ruidoso, poner una música monótona en los auriculares puede ayudarte a concentrarte.
Seguramente en tu aplicación de música puedas encontrar listas de reproducción con el título “Música para concentrarse”. Pero, ¿qué dice la ciencia de todo esto?
En realidad, la relación entre la música y la concentración ha sido objeto de estudio durante décadas. La respuesta no es sencilla, ya que depende de múltiples factores, como el tipo de música, la tarea que estamos realizando y nuestras preferencias personales.
El efecto de la música en el cerebro
“La música es un estímulo complejo y como tal nuestro cerebro utiliza un montón de estructuras diferentes que deben trabajar juntas para procesarla”, explica el psicólogo e investigador Luís Carlos Leal Barbosa, de la Universidad de Oporto. “Nuestra corteza auditiva capta la música, nuestra corteza prefrontal la procesa y le atribuye un significado, y luego muchas otras partes la combinan con emociones y nos harán querer movernos siguiendo el ritmo”, añade.
Leal es coautor de un reciente estudio titulado ¿Hay que apagar la música? La música con letra interfiere en las tareas cognitivas, publicado en la revista Journal of Cognition. En su experimento, observaron a estudiantes universitarios mientras realizaban ejercicios de memoria, comprensión lectora y aritmética en tres condiciones: silencio, música instrumental y música con letra.
Lo que pudieron comprobar es que la música con letra dificultaba las tareas de memoria verbal, memoria visual y la comprensión lectora, pero no tenía un efecto significativo sobre los ejercicios aritméticos. Si lo pensamos, tiene sentido, ya que la letra de la canción interfiere con el mismo circuito del cerebro que estamos usando para leer o recordar palabras.
“Las palabras parecen ser el principal factor de perturbación cognitiva”, confirma Leal. “Imaginemos la capacidad lingüística de nuestro cerebro como una estantería. Para tareas lingüísticas normales, ni siquiera es necesario llenar la estantería. Pero cuando escuchamos música con letra, esas palabras ocupan espacio en la estantería, dejando menos espacio para la tarea que tenemos entre manos. Todo lo que utilice la misma 'estantería del habla' se verá afectado negativamente por la música con letra”, concluye.
Cuando escuchamos música con letra, esas palabras ocupan espacio en la 'estantería', dejando menos espacio para la tarea que tenemos entre manos. Todo lo que utilice la misma 'estantería del habla' se verá afectado negativamente por la música con letra"
Sin embargo, no toda la música tiene el mismo efecto, y el estudio tampoco explica por qué muchas personas suelen escuchar música mientras estudian. En otro análisis publicado en Psychological Research se observó que cuando los participantes escogían su música de fondo favorita, disminuía la distracción y el “pensar en las musarañas”, y por tanto aumentaba la concentración.
El impacto de la música en la concentración también varía según el tipo de tarea que estemos realizando. Para actividades repetitivas o mecánicas, como limpiar o hacer ejercicio, la música puede actuar como un estimulante que aumenta la motivación y reduce la percepción del esfuerzo. En estos casos, la música con un tempo rápido y ritmos marcados puede ser especialmente efectiva.
Distintas tareas, música diferente
El tempo de la música también parece que influye en las tareas que exigen más atención. Un estudio de 2023 encontró que quienes escuchaban música lenta tenían una velocidad de procesamiento más lenta y un peor rendimiento en las tareas visuales y de movimiento, pero cuando se trataba de una tarea de procesamiento lingüístico, los que escucharon música lenta hicieron lo mejor.
“Aunque aún no se sabe del todo cómo, la música parece conectar con nosotros de forma automática e instintiva”, comenta Luís Carlos Leal. “Algunos científicos plantean la hipótesis de que, puesto que a los humanos nos gustan los sonidos naturales (pájaros, lluvia, viento), podría existir una conexión entre esos sonidos y los que utilizamos para hacer música”.
Sin embargo, la cosa se complica cuando la música se vuelve más compleja. “Algunas personas eligen la música basándose en la letra, mientras que otras prefieren el ritmo o el compás. Precisamente por esta complejidad, la influencia de la música es difícil de estudiar; ligeros cambios el volumen, tempo, contenido lírico, lenguaje o contexto cambian drásticamente los resultados”, explica Leal.
Independientemente del rendimiento en el trabajo intelectual, lo que se ha podido comprobar es que la música puede ponernos de buen humor, pero solo si tiene un componente emocional para nosotros. Un estudio de la Universidad de Basel encontró que escuchar música que producía emociones positivas en el trabajo podía mejorar el rendimiento directamente e indirectamente, ya que la gente sentía una mayor satisfacción. Sin embargo, la música de fondo “de ascensor” tuvo un efecto negativo en la satisfacción laboral. Otros estudios anteriores ya habían comprobado que la música de fondo con letra agravaba aún más la situación y hacía que fuera más difícil concentrarse en el trabajo.
La importancia de las preferencias personales
En definitiva, la variabilidad de los resultados de los estudios indican que las preferencias personales y nuestra relación con la música determinan también cómo afecta a nuestra concentración. Algunas personas encuentran que la música les ayuda a bloquear distracciones externas, incluso la música rápida con un volumen alto, mientras que otras la perciben como una interrupción que no les deja concentrarse.
Las preferencias personales y nuestra relación con la música determinan también cómo afecta a nuestra concentración
Además, la familiaridad con la música también influye. Escuchar una canción que conocemos bien y nos gusta puede producirnos menos distracción que una pieza nueva, ya que nuestro cerebro ha procesado sus patrones y no necesita dedicar recursos adicionales para escucharla. Sin embargo, incluso la música familiar puede convertirse en una distracción si nos evoca emociones intensas o recuerdos específicos, y entonces nos concentramos en la propia música, en lugar del trabajo.
Cómo elegir la música para concentrarse
Si buscamos utilizar la música como herramienta para mejorar la concentración, los estudios nos dan algunas pistas importantes. En primer lugar, para tareas intelectuales, elige música instrumental o sin letras. La música clásica, el jazz instrumental o los sonidos ambientales son opciones populares que han demostrado ser efectivas para muchas personas. La música clásica o la música electrónica chill out son algunas de las opciones preferidas.
En segundo lugar, conviene prestar atención al tempo de la música. Un tempo moderado, entre 60 y 70 pulsos por minuto, es ideal para tareas que requieren un enfoque sostenido. Este ritmo se asemeja al latido del corazón en estado de relajación y puede ayudar a inducir un estado de calma y concentración.
Por último, cuidado con el volumen. Un volumen demasiado alto puede sobreestimular el cerebro y dificultar la concentración. “Tener una brújula sonora como un compás a ritmo constante nos pone en un estado de relajación y concentración”, aclara Leal. “Pero en cuanto se convierte en una canción e introducen nuevas variables como el volumen o el lenguaje, se puede interrumpir este efecto positivo”, concluye.
Al final, la música no es una solución universal, sino una herramienta que podemos adaptar a nuestras necesidades. En algunos casos, el silencio también puede ser la opción preferida.
* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.
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